Roca Rey supera su gran prueba en San Isidro.

Roca Rey en el sexto. Foto: ABC (Paloma Aguilar)

Publicamos esta maravillosa crónica de la corrida de ayer, 30 de mayo de 2019, decimoséptima corrida de feria, escrita por Andrés Amorós, socio de esta peña taurina de Los de José y Juan con quien celebramos también, orgullosos, que la Federación Taurina de la Comunidad de Madrid, en un acto en la plaza de toros de Las Ventas, le entregará este próximo domingo dos de junio el trofeo Puerta de San Vicente destinado a premiar «La trayectoria de instituciones y personas relacionadas con el mundo taurino de la Comunidad de Madrid».

Crónica de Andrés Amorós. 

En la corrida de máxima expectación, Manuel Escribano sufre una grave cornada en el muslo; Román corta un trofeo; Roca Rey lo pierde, por la espada, pero supera con nota el examen. Los toros de Adolfo Martín dan juego variado; muy buenos, los tres últimos.

Además del cartel de «No hay billetes», la reventa por las nubes. La triple razón está clara: Roca Rey es el diestro con más «gancho», en taquilla. Además, su triunfo con el último toro de Parladé fue arrollador, de los que confirman a una primera figura y descartan cualquier duda. Todavía se añade algo y muy importante: por primera vez -si no me equivoco- se anuncia con toros de Adolfo Martín. Ya tuvo mérito que se anunciara en el sorteo de ganaderías, igual que Ponce, entre otros. La fortuna decidió que tenía que matar esos toros: ¿suerte, desgracia? Cada cual opinará. Para mí, está claro: el gesto ya merece aplauso. Creo, además, que Roca Rey está capacitado de sobra para lidiar esos toros. Pero ha de demostrarlo, delante de la afición más exigente. Y eso es lo que nadie quiere perderse.

Cierran el ciclo de Albaserrada los toros de Adolfo: todos, cárdenos; cuarto y sexto, muy abiertos de pitones. De nuevo asiste Don Juan Carlos, acompañado de la Infanta, al que brindan los tres diestros su primer toro.

Como acostumbra, Manuel Escribano va a portagayola y se luce en el par al quiebro, al violín. El toro es pastueño pero soso, paradito, no transmite nada. Mata fácil y se aplaude la voluntad. El cuarto luce dos «perchas» de aúpa: para colgar todo un vestuario, decían los revisteros. Lo recibe con buenos lances. Arriesga mucho en el segundo par, por dentro, y en el tercero, quebrando en tablas, también por dentro. El toro acude galopando a los cambiados iniciales, repite, incansable. Lo aprovecha Escribano con muletazos vibrantes, que levantan ovaciones pero también la división, habitual en estos casos, porque algunos se ponen de parte del toro. Por quedarse muy quieto, al final de la faena, sufre la grave cornada, que le atraviesa el muslo, con fuerte hemorragia. Mata al toro Román a la tercera.

Para subir peldaños, el joven Román ha de arriesgar; debe medir bien que la valentía no invada el terreno de la temeridad. Recibe con buenos lances al segundo, que pronto queda corto, pone en apuros a los banderilleros. Me cuentan, por teléfono, que ha concluido el brindis al Rey con una frase simpática: «Que disfrute de la jubilación». (¿Cuándo conectarán el micrófono de la Plaza para que se entere de los brindis el público, no sólo los que lo ven por televisión?). El toro se cuela por los dos lados; tragando mucho, Román le saca muletazos con mérito hasta que lo voltea. Mata con decisión y saluda. Brinda el acapachado quinto al ministro Ábalos: el mismo que mencionó «la caspa», en relación con la Fiesta, aunque es hijo de torero; esta tarde, acompaña en el burladero a Victorino Martín. En la muleta, el toro da buen juego. Román le va sacando muletazos, un poco embarullados pero ligados, con emoción. Tarda mucho tiempo, cuando va a coger la espada (Si la llevara en la mano, hubiera podido redondear mejor el triunfo). Se vuelca, al matar, y corta un valioso trofeo.

Roca Rey lidia con el capote al tercero, sin sus habituales alardes. El brindis al Rey incluye también a España, el Perú, la Tauromaquia y la juventud. El toro es muy decepcionante: tiene poca raza y recorrido, vuelve rápido. Por la derecha, no hay nada que hacer. Le saca algunos naturales con mérito, aunque surja en los tendidos la división, habitual en esta Plaza, con las primeras figuras. Acierta al no prolongar inútilmente una faena de imposible lucimiento pero no mata bien. Todo queda en tablas. El sexto, de nombre ilustre, «Madroñito» (El Cid indultó uno, en Santander), muy abierto de pitones, humilla mucho. Lidia Andrés con suavidad , sin quites espectaculares. Brinda al público. Dándole distancia, lo engancha en muletazos largos, mandones, «hasta allí lejos». Por la izquierda, el toro queda más corto, pero uno de pecho, que no acaba nunca, pone a la gente de pie. Pincha, antes de la gran estocada, y no le dan la oreja pero ha vuelto a armar el lío, demostrando, una vez más, su gran capacidad. Y lo ha hecho todo dentro del clasicismo, sin una sola de las «inas» a las que otras veces recurre, para calentar al público. Como Gary Cooper en el viejo «western», ha superado «La gran prueba». Tiene otras muchas, por delante.

Postdata. En muy pocos actos taurinos recuerdo tan unánime admiración y afecto como en el homenaje a El Viti. Todo eso y más se lo merece. Hablando de los toreros a los que ha conocido, ha dicho, esta mañana: «De todos he aprendido». Lo mismo que decía Marcial Lalanda, tomándolo de Goya: «Todavía aprendo». En un coloquio, en Alicante, le pregunté si era cierto que se puede amar a un toro como a una mujer. Con laconismo, sentenció: «Más». Como torero y como persona, El Viti encarna la hondura, la profundidad, la autenticidad: lo mejor de Castilla y de España.

Andrés Amorós, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, es doctor en Filología Románica y catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid.  Ha publicado obras relevantes sobre la tauromaquia y actualmente ejerce la crítica taurina en el diario ABC de Madrid. Entre sus galardones destacan el Premio Nacional de Ensayo, el Premio Nacional de la Crítica Literaria, el Premio Fastenrath de la Real Academia Española y el Premio José María de Cossío.

JOSÉ ESCOLAR, INVITADO DE HONOR DE LA PEÑA TAURINA “LOS DE JOSÉ Y JUAN”

Andrés de Miguel, Presidente de «Los de José y Juan» con José Escolar.

José Escolar, invitado de honor de la «Peña Taurina Los de José y Juan» en San Isidro 2019, en el centenario de la presentación en Madrid del encaste Albaserrada. 

José Escolar, ganadero que mantiene el encaste albaserrada, habitual de la plaza de Madrid y que lidió el pasado martes una corrida a cargo de Fernando Robleño, Gómez del Pilar y Ángel Sánchez, fue el invitado de honor de la Peña Taurina “Los de José y Juan” este San Isidro.

Ganadero que comparte muchos criterios con los aficionados acerca del toro bravo, afirma que a sus toros hay que poderlos para torearlos y que por eso no es una ganadería favorita para las figuras. Formó la ganadería con una punta de 25 vacas y un semental de Victorino Martín, a la que añadió vacas y sementales de santacoloma de las ganaderías de Carmen Espinal y Paco Camino. Durante un tiempo los llevó por separado pero ya los tiene cruzados en la ganadería actual que cuenta con 220 vacas.

Lo de santacoloma le salía pequeño y no podía lidiar en plazas importantes y afirma que fue Joaquín Buendía quien achicó los toros de santacoloma, porque se lo pedían los toreros, en especial Paco Camino.

En contra de las opiniones más extendidas dice que en su ganadería la casta la pone santacoloma y la clase albaserrada, que son los que más humillan.

Además de Madrid ha triunfado en Pamplona donde es fijo desde su presentación en 2015 en la que consiguió el premio al toro más bravo por Costurero, lidiado por Paco Ureña. Recorre las plazas toristas de Francia, en especial Ceret, donde se recuerda la corrida de los seis toros de Robleño en 2012 y el mano a mano de éste con Aguilar en 2017, pero también Vic, Mont de Marsan y Dax entre otras.

Su yerno, el matador de toros El Fundi, colabora en el día a día de la ganadería y participa en todas las tientas, pero la esperanza secreta del ganadero es que su nieto, todavía en su juventud, sea su continuador al frente del hierro.

La comida con José Escolar el martes 21 de mayo fue otra actividad de la Peña, que también había estado en una tienta en la ganadería de Los Eulogios el domingo 19, donde el matador de toros Morenito de Aranda tentó una vaca y un eral adelantado, que fue probado para semental y en la que bajó al ruedo como si de un tapia se tratara un antiguo presidente de la Peña. En esta tienta se entregaron los premios anuales del Concurso Infantil de pintura y redacción taurina que promueve la Peña como manera de transmitir la afición entre las jóvenes generaciones de familiares y amigos de los socios.

Ramón Ramiro, antiguo Presidente de «Los de José y Juan», toreando el pasado 19 de mayo una becerra en la finca El Pecado Mortal.

La suerte de varas

José María Moreno Bermejo es un defensor de la belleza y funcionalidad del tercio de varas, tema al que ha dedicado trabajos y libros fundamentales para entender esta suerte.

En su blog La suerte de varas hace un seguimiento de esta suerte toro a toro durante la feria de San Isidro, en el que incluye fotos de cada puyazo y una valoración en la escala de 1 a 10 de todos los tercios de varas de cada toro, además de una somera reseña de los toros y las faenas de los matadores.

Es un blog de imprescindible seguimiento para tener una idea cabal del desarrollo pormenorizado de la suerte de varas durante la feria, a la vez que la puntuación permite hacer un repaso rápido de la actuación de los picadores y la situación general de esta parte fundamental de la lidia.

La suerte de varas es la piedra de toque de la bravura y de su afianzamiento como espectáculo depende en gran parte la necesaria revalorización de la corrida de toros.

José María Moreno Bermejo, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan” es un defensor apasionado de la importancia de la suerte de varas, que da nombre a su blog y sobre la que ha publicado varios libros. Bibliófilo taurino pertenece a las Uniones de España, Francia y México, así como a diversas peñas y numerosos jurados de premios taurinos. Ha publicado libros sobre la actualidad de la corrida de toros, su historia y su cultura.

LA FIESTA: MUCHO MEJOR DE LO QUE PARECE

Por Jesús Banegas.

Tanto los que la desprecian y tratan de prohibirla, como los que la critican desde dentro con una óptica integrista, están equivocados sobre la vitalidad de la fiesta que a pesar de todo –críticos internos y externos- goza de una magnífica salud, que se explica por dos poderosas razones.

La primera razón estriba en el hecho de que siga existiendo,  y que siendo una tradición centenaria fácilmente atacable por el animalismo de moda, sigue llevando una enorme cantidad de espectadores de pago a las plazas: cinco millones al año.

La segunda razón es que en contra del mundo de la cultura e incluso del futbol –ampliamente subvencionado el primero  y parcialmente el segundo- la fiesta vive de sí misma. Si desaparecieran las subvenciones, la fiesta mantendría su vitalidad mucho mejor que el resto de actividades lúdicas.

No pareciendo posible que la fiesta vaya a más, como prueba -más allá de las prohibiciones que los granujas políticos tratan de imponer en contra de la libertad de los ciudadanos– su decadencia en diversas regiones de España, sus bastiones de referencia -Madrid, Sevilla, Valencia, Pamplona,…- se mantienen muy sólidos.

La relación dialéctica entre la intransigencia  integrista  y la fiesta como tal, está siendo más fructífera que nunca. Las exigencias integristas  acabaron con las prácticas fraudulentas de los gloriosos años de El Cordobés: toros sin edad ni trapío, las caídas, el rigor en la concesión de trofeos, etc; siendo Madrid su capital.

Los toros, tienen más trapío y embisten más que nunca; apenas se caen y van al caballo y empujan –posiblemente– también más que antes. Los encastes que más transmiten –miedo al torero y al público- son los que menos embisten, con la excepción de Victorino y  últimamente Adolfo. Aunque cueste aceptarlo,  las corridas duras y supuestamente encastadas embisten muy raramente: viajan con la cara alta, aceptan muy mal los pases y todo lo mejor que puede suceder es que el diestro de turno los sortee con la mayor dignidad posible. El periódico El Mundo ilustraba la crónica de los recientes Miuras de Sevilla con una fotografía de una verónica de Octavio Chacón con los cuernos del toro a la altura de su cabeza… ¿qué verónica es esa?

Chicuelina de Octavio Chacón ante un toro de Miura. Foto: El Mundo

Si las corridas de divisas duras sustituyeran en la ferias a las llamadas comerciales, el público abandonaría la fiesta y su decadencia sería acelerada. La gente, mayormente, va la plaza y paga su localidad para pasarlo bien –por eso se llama fiesta– dejando a los sufridos entendidos -una pequeña minoría- su afición a pasarlo, normalmente, mal aunque no lo confiesen.

En este punto, es de justicia reivindicar la figura de Victorino Martín, un auténtico empresario schumpeteriano*, aunque el nunca supo quien era Joseph A. Schumpeter. Vino a reivindicar, en un territorio aparentemente muy tradicional, la innovación en el quehacer ganadero imponiendo contra viento y marea un nuevo toro que terminó -algo insólito- llenando las plazas sin necesidad de figuras del toreo. ¿Habrá existido alguna ganadería capaz de mantenerse –sin apenas decaer algunos años- más de medio siglo en la cúspide del prestigio ganadero? Claro que los victorinos, a diferencia de las demás ganaderías duras, suelen embestir humillando y con largo recorrido; al menos cuando lo hacen!

Pero además del éxito integrista que significa Victorino, otros ejemplos aún mejores como consecuencia de la libre competencia en el mercado son ganaderías como Alcurrucén y Victoriano del Río. Sus toros tienen un gran y bellísimo -armonía- trapío, no se suelen caer, van y empujan al caballo más que los toros de las ganaderías duras, suelen ser bravos y encastados y embisten sin fin. Posibilitan faenas extraordinarias que popularizan la fiesta y crean afición.

El triunfo de Alcurrucén y Victoriano no es explica sin las exigencias integristas de Las Ventas, cuyos sectores mas puritanos deberían alegrarse de su éxito, en vez de estar habitualmente en contra de la gran reconversión ganadera antes descrita.

*Un audaz e imaginativo desviador de patrones y prácticas en los negocios establecidos quien constantemente busca la oportunidad de introducir nuevos productos y nuevos procedimientos para invadir nuevos mercados y crear nuevas formas organizativas. (William Baumol)

Jesús Banegas, socio de la Peña Taurina Los de José y Juan, es doctor en ciencias económicas, ingeniero, empresario, escritor y conferenciante sobre innovación tecnológica. Tras presidir largos años el sector tecnológico y ser vicepresidente de CEOE es actualmente presidente del Foro de la Sociedad Civil. Ha sido escritor esporádico de temas taurinos, sobre todo en la reeditada -en los pasados años 80, junto con Manuel Moles- revista El Ruedo  y empresario taurino –Torifinsa––a finales del pasado siglo. Está en posesión de la Gran Cruz del Mérito Civil.

Pepe Moral con Chaparrito en el tercio de muleta.

Pablo Aguado, la gloria pura del toreo clásico

Foto: Diario ABC.

Por Andrés Amorós.

Una tarde redonda, feliz. Pablo Aguado corta cuatro orejas, abre la Puerta del Príncipe y se consagra como figura del toreo. Y lo esencial: logra todo esto con el toreo clásico, de siempre, de calidad, sin moderneces: ¡gloria pura! La gente se vuelve loca presenciando lo que hace tiempo que no veía, sale de la Plaza toreando. Y, para redondearlo, Roca Rey continúa arrollando y Morante deleita con su personalidad.

Desde que se anunciaron los carteles, éste era el preferido. ¿Se imaginan lo que hubiera sido transmitir esta corrida por Televisión Española, en abierto, como antes se hacía?

Jandilla lidia una corrida seria, encastada y noble, en general.

En el primero, Morante dibuja sólo tres verónicas solemnes, con la mano de salida alta, no más. Tragando, le saca un par de derechazos a cámara lenta y resuelve con garbo sevillano: Ha habido poco toro, para una faena completa. Pincha sin estrecharse. En el quite al cuarto –su último toro de la Feria– logra, por fin, las verónicas lentísimas, magníficas. Para asombro general, comienza de rodillas, por alto, y enlaza muletazos suaves, limpios, con naturalidad y torería. La faena tiene momentos hermosos pero se queda a medias, aunque el diestro expone y porfía. Y mata echándose de verdad. Acompaña la muerte con torería, pañuelo en mano, en una imagen para los fotógrafos. Aunque suena un aviso, la gente exige la oreja.

Roca Rey sigue arrollando en Sevilla. En el segundo, va a portagayola y ha de tirarse al albero para que el toro no lo arrolle. Rápidamente, encadena seis largas cambiadas de rodillas, en el tercio. Mi vecino comenta: «¡La revolución!» Pone a la gente en pie y suena la música. Se luce Domínguez, lidiando, y Viruta, con los palos. Brinda a Rafael Serna. Comienza con cinco muletazos de rodillas, por alto. Se lo enrosca a la cintura suavemente, aguanta parones hasta que, en uno, se lo echa a los lomos. Cuando el toro se acaba, se mete entre los pitones. Pegado a tablas, le pega un sopapo contundente: oreja y petición de la segunda. Ha sido una faena de gran emoción, ha demostrado su gran capacidad. En el quinto, comienza con péndulos; manda mucho en muletazos largos, ligados, dejándole la muleta en la cara, tirando del toro, que se queda a medias. Pierde la oreja al pinchar una vez. Pero deja gran impresión, igual que en todas las Plazas.

Pablo Aguado aporta algo importante: la ilusión por un nuevo diestro sevillano, que torea muy bien, dentro de las normas del clasicismo. Dibuja verónicas en el tercero; aguanta bien el picador Juan Carlos Sánchez. El toro espera en banderillas pero embiste con nobleza, en la muleta. Muletea con el estilo clásico sevillano, serio, sin florituras, que nunca pasará de moda. Sentencia mi vecino: «Hacía tiempo que no veíamos torear así». Tiene razón. Cuando mata de una estocada, acierta el presidente José Luque sacando, de golpe, los dos pañuelos. Las verónicas al último, jugando los brazos con naturalidad, entusiasman. El quite, también por lo clásico, hace sonar la música. Lo saca Morante del caballo con el quite del «bu», de Gallito, con el capote sobre los hombros, que sorprende al público. Iván García clava dos grandes pares y también suena la música. Con un toro algo quedado, Aguado corre la mano con suavidad y torería, a los compases de «Suspiros de España». Cuando el toro se para, recurre a los naturales de frente, uno a uno, de Manolo Vázquez. La Plaza es un corazón unánime que le está empujando, cuando entra a matar y logra la estocada. Ni el público ni el presidente lo dudan: ¡dos orejas y la Puerta del Príncipe! Castelar hubiera dicho: «¡Grande es Dios en el Sinaí!»

Sin triunfalismos, una tarde inolvidable. Lo decía Marcial Lalanda: «Con toros bravos y toreros clásicos, la Fiesta es incomparable». Salimos de la Plaza de los Toros con la gozosa plenitud y el agotamiento de haber vivido –no sólo presenciado– una experiencia estética única. Volvemos a la realidad, en esta terraza que se asoma a un panorama único. Lo dijo Romero Murube: «No creo que haya placer en el mundo comparable a esa embriaguez de los crepúsculos de Sevilla, sobre el río: es morir un poco, en la gloria». Añado yo: y una gran tarde de toros, en esta Plaza, es vivir en la gloria.

Andrés Amorós, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, es doctor en Filología Románica y catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid.  Ha publicado obras relevantes sobre la tauromaquia y actualmente ejerce la crítica taurina en el diario ABC de Madrid. Entre sus galardones destacan el Premio Nacional de Ensayo, el Premio Nacional de la Crítica Literaria, el Premio Fastenrath de la Real Academia Española y el Premio José María de Cossío.

Feria de Abril: con toros de Victorino es otra Fiesta

Emilio de Justo, en un templado derechazo al tercer toro de Victorino. Foto: ABC

Por Andrés Amorós. Artículo publicado en el diario ABC.

Vuelven a Sevilla los toros de Victorino. Con relación a lo que hemos visto, los días anteriores, es otra exigencia, otra dificultad, otro rigor. Otro mundo, dentro de los muchos que tiene la Tauromaquia. Los seis, cárdenos, encastados, exigentes, de desigual comportamiento, desde el gran cuarto hasta el segundo, la clásica alimaña. Los tres diestros aprueban con nota el difícil examen, se pierden trofeos, por la espada. Ferrera corta una oreja a su segundo, aunque su primera faena fue más redonda. Escribano “traga ricino” – como decían los antiguos – en el segundo Emilio de Justo, que se presenta en la Plaza, emociona en una gran faena al tercero pro pincha. He echado de menos las vueltas al ruedo que, ahora, casi no existen: un absurdo.

Antonio Ferrera es uno de los casos más notables de evolución estilística, para bien: de un diestro atlético y vistoso, ha pasado a ser un lidiador clásico. Últimamente, ha desarrollado un curioso estilo personal, barroco, en el que acompaña con todo el cuerpo (y el espíritu) lances y muletazos. En Sevilla, ha protagonizado ya tardes inolvidables. Al prmiero, ovacionado de salida, lo recibe con una lidia a la antigua, enseñándole a embestir. Antonio Prieto provoca bien la embestida; en banderillas, aguantan con valor Valdeoro y Fernando Sánchez. El toro es pegajoso, se acuerda de lo que deja atrás. Ferrera le da la lidia adecuada, de sabor clásico, con mucho mérito y con valor: aquí, eso se sabe apreciar. Pincha antes de agarrar la estocada y pierde el trofeo que había merecido. Ha debido dar la vuelta el ruedo: hace años, se la hubieran pedido. El encastado toro se resiste a morir, en una bella estampa, muy aplaudida. También lidia bien al cuarto. Fernando Sánchez clava un gran par y Montoliú le hace el quite, tirándole las banderillas: una estampa añeja. Brinda a la Infanta Elena. El toro embiste como una locomotora. Ferrera se dobla bien, lo va metiendo en la muleta, en una porfía vibrante, algo desigual, al son de la música. Al final, cuando el toro ya no tiene tanto gas, los naturales surgen más limpios: logra la estocada desprendida y corta la oreja de un toro de verdad importante. Toda la tarde, además, ha estado pendiente de la lidia.

El bravo Manuel Escribano conoce bien la dureza y el triunfo con estos toros. A portagayola, como suele hacer, recibe al segundo, que sale enterándose y hace por él, como un rayo. Enlaza templadas verónicas. Quiebra trasero, en el centro, el primer par y el tercero, al violín, en tablas. Brinda a Curro Romero. El toro saca guasa. Escribano, valiente, con oficio, le arranca algunos naturales hasta que el toro lo entrampilla y se libra por pelos de la cornada; un par de veces más, demuestra que es una alimaña. El público pide que lo mate, lo que hace a la segunda, mientras suena un aviso. Le ha hecho pasar un mal rato. Vuelve a irse a portagayola en el quinto, que tarda una eternidad en salir: ¡vaya trago! El toro se come los capotes pero flaquea un poco. Provoca bien la arrancada el picador Juan Francisco Peña. Vuelve Escribano a poner banderillas, con dificultades. Después de brindar a la Infanta, logra muletazos correctos pero de escaso eco: el toro tiene menos dificultades pero también transmite menos emoción. Esta vez logra una buena estocada.

El extremeño Emilio de Justo ha sido una de las grandes revelaciones de la pasada temporada, después de años de lucha. Afronta este año en mejor posición. Ha comenzado triunfando y siendo herido por un Victorino, en Vista Alegre. El cuarto embiste con fiereza. Después de brindar a la Infanta , de Justo se la juega sin trampa ni cartón; asusta al público pero sabe bien lo que hace: provoca la embestida y, luego, traza muletazos emocionantes. Sentencia mi cortés vecino: “Por ahora, los muletazos de más mérito de la Feria. El toro está pendiente hasta de lo que hace el Atlético de Bilbao…”. El toro echa la cara arriba y pincha dos veces, antes de la estocada. Ha perdido un trofeo (o dos). Debió dar la vuelta al ruedo. Al último, que pesa casi 600 kilos, lo recibe con suaves verónicas, rodilla en tierra, rematadas con dos grandes medias. Tardea el toro, en varas. Y flaquea, dice poco, pero lo alegra con la voz y lo va metiendo en la muleta. La faena va a más: a fuerza de insistir, logra naturales suaves , hasta que el toro se acobarda. Esta vez sí logra la estocada pero tarda en caer y no hay trofeo. No importa: ha tenido un excelente debut.

Aunque la corrida ha sido larga (dos horas y tres cuartos) y no ha habido gran triunfo, hemos vivido una tarde de toros de mucho interés y emoción. Un detalle: se ha atendido a la forma de desarrollar la suerte de varas y se ha aplaudido a varios picadores. (Lo contrario de lo que vemos casi todas las tardes, cuando se reduce al mínimo). Ésta es la Fiesta auténtica, con el toro auténtico y con diestros que, con mayor o menor acierto, saben lo que hacen y se entregan. La que cantó Federico García Lorca: “Y el toro solo, corazón arriba”.

Andrés Amorós, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, es doctor en Filología Románica y catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid.  Ha publicado obras relevantes sobre la tauromaquia y actualmente ejerce la crítica taurina en el diario ABC de Madrid. Entre sus galardones destacan el Premio Nacional de Ensayo, el Premio Nacional de la Crítica Literaria, el Premio Fastenrath de la Real Academia Española y el Premio José María de Cossío.