Roca Rey supera su gran prueba en San Isidro.

Roca Rey en el sexto. Foto: ABC (Paloma Aguilar)

Publicamos esta maravillosa crónica de la corrida de ayer, 30 de mayo de 2019, decimoséptima corrida de feria, escrita por Andrés Amorós, socio de esta peña taurina de Los de José y Juan con quien celebramos también, orgullosos, que la Federación Taurina de la Comunidad de Madrid, en un acto en la plaza de toros de Las Ventas, le entregará este próximo domingo dos de junio el trofeo Puerta de San Vicente destinado a premiar «La trayectoria de instituciones y personas relacionadas con el mundo taurino de la Comunidad de Madrid».

Crónica de Andrés Amorós. 

En la corrida de máxima expectación, Manuel Escribano sufre una grave cornada en el muslo; Román corta un trofeo; Roca Rey lo pierde, por la espada, pero supera con nota el examen. Los toros de Adolfo Martín dan juego variado; muy buenos, los tres últimos.

Además del cartel de «No hay billetes», la reventa por las nubes. La triple razón está clara: Roca Rey es el diestro con más «gancho», en taquilla. Además, su triunfo con el último toro de Parladé fue arrollador, de los que confirman a una primera figura y descartan cualquier duda. Todavía se añade algo y muy importante: por primera vez -si no me equivoco- se anuncia con toros de Adolfo Martín. Ya tuvo mérito que se anunciara en el sorteo de ganaderías, igual que Ponce, entre otros. La fortuna decidió que tenía que matar esos toros: ¿suerte, desgracia? Cada cual opinará. Para mí, está claro: el gesto ya merece aplauso. Creo, además, que Roca Rey está capacitado de sobra para lidiar esos toros. Pero ha de demostrarlo, delante de la afición más exigente. Y eso es lo que nadie quiere perderse.

Cierran el ciclo de Albaserrada los toros de Adolfo: todos, cárdenos; cuarto y sexto, muy abiertos de pitones. De nuevo asiste Don Juan Carlos, acompañado de la Infanta, al que brindan los tres diestros su primer toro.

Como acostumbra, Manuel Escribano va a portagayola y se luce en el par al quiebro, al violín. El toro es pastueño pero soso, paradito, no transmite nada. Mata fácil y se aplaude la voluntad. El cuarto luce dos «perchas» de aúpa: para colgar todo un vestuario, decían los revisteros. Lo recibe con buenos lances. Arriesga mucho en el segundo par, por dentro, y en el tercero, quebrando en tablas, también por dentro. El toro acude galopando a los cambiados iniciales, repite, incansable. Lo aprovecha Escribano con muletazos vibrantes, que levantan ovaciones pero también la división, habitual en estos casos, porque algunos se ponen de parte del toro. Por quedarse muy quieto, al final de la faena, sufre la grave cornada, que le atraviesa el muslo, con fuerte hemorragia. Mata al toro Román a la tercera.

Para subir peldaños, el joven Román ha de arriesgar; debe medir bien que la valentía no invada el terreno de la temeridad. Recibe con buenos lances al segundo, que pronto queda corto, pone en apuros a los banderilleros. Me cuentan, por teléfono, que ha concluido el brindis al Rey con una frase simpática: «Que disfrute de la jubilación». (¿Cuándo conectarán el micrófono de la Plaza para que se entere de los brindis el público, no sólo los que lo ven por televisión?). El toro se cuela por los dos lados; tragando mucho, Román le saca muletazos con mérito hasta que lo voltea. Mata con decisión y saluda. Brinda el acapachado quinto al ministro Ábalos: el mismo que mencionó «la caspa», en relación con la Fiesta, aunque es hijo de torero; esta tarde, acompaña en el burladero a Victorino Martín. En la muleta, el toro da buen juego. Román le va sacando muletazos, un poco embarullados pero ligados, con emoción. Tarda mucho tiempo, cuando va a coger la espada (Si la llevara en la mano, hubiera podido redondear mejor el triunfo). Se vuelca, al matar, y corta un valioso trofeo.

Roca Rey lidia con el capote al tercero, sin sus habituales alardes. El brindis al Rey incluye también a España, el Perú, la Tauromaquia y la juventud. El toro es muy decepcionante: tiene poca raza y recorrido, vuelve rápido. Por la derecha, no hay nada que hacer. Le saca algunos naturales con mérito, aunque surja en los tendidos la división, habitual en esta Plaza, con las primeras figuras. Acierta al no prolongar inútilmente una faena de imposible lucimiento pero no mata bien. Todo queda en tablas. El sexto, de nombre ilustre, «Madroñito» (El Cid indultó uno, en Santander), muy abierto de pitones, humilla mucho. Lidia Andrés con suavidad , sin quites espectaculares. Brinda al público. Dándole distancia, lo engancha en muletazos largos, mandones, «hasta allí lejos». Por la izquierda, el toro queda más corto, pero uno de pecho, que no acaba nunca, pone a la gente de pie. Pincha, antes de la gran estocada, y no le dan la oreja pero ha vuelto a armar el lío, demostrando, una vez más, su gran capacidad. Y lo ha hecho todo dentro del clasicismo, sin una sola de las «inas» a las que otras veces recurre, para calentar al público. Como Gary Cooper en el viejo «western», ha superado «La gran prueba». Tiene otras muchas, por delante.

Postdata. En muy pocos actos taurinos recuerdo tan unánime admiración y afecto como en el homenaje a El Viti. Todo eso y más se lo merece. Hablando de los toreros a los que ha conocido, ha dicho, esta mañana: «De todos he aprendido». Lo mismo que decía Marcial Lalanda, tomándolo de Goya: «Todavía aprendo». En un coloquio, en Alicante, le pregunté si era cierto que se puede amar a un toro como a una mujer. Con laconismo, sentenció: «Más». Como torero y como persona, El Viti encarna la hondura, la profundidad, la autenticidad: lo mejor de Castilla y de España.

Andrés Amorós, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, es doctor en Filología Románica y catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid.  Ha publicado obras relevantes sobre la tauromaquia y actualmente ejerce la crítica taurina en el diario ABC de Madrid. Entre sus galardones destacan el Premio Nacional de Ensayo, el Premio Nacional de la Crítica Literaria, el Premio Fastenrath de la Real Academia Española y el Premio José María de Cossío.

LA PEÑA TAURINA “LOS DE JOSÉ Y JUAN” ENTREGA EL PREMIO A LA CORRIDA MÁS ENCASTADA DE SAN ISIDRO 2018

El premio LUIS FERNÁNDEZ SALCEDO, en recuerdo al gran escritor taurino y aficionado, fundador de “Los de José y Juan”, se entrega a la corrida más encastada de la feria de San Isidro. En esta edición de 2018 el ganador fue la ganadería de Adolfo Martín Andrés y se concedió una mención especial a la ganadería de Saltillo.

Complicada y variada la definición de casta en la ganadería brava, desde la que hace referencia a su origen, a la que se refiere a su capacidad de defensa de su terreno, a su acometividad o fiereza y más se complica cuando se habla de casta buena y mala. Parece que en lo único que hay acuerdo desde el siglo XIX es que la casta está en permanente decadencia.

Adolfo Martín recibe el premio Luis Fernández Salcedo a la corrida más encastada de San Isidro 2018

Nos decantamos más bien por la casta como la cualidad de los toros que propicia, en palabras del gran aficionado integrista del siglo XIX F. Bleu, “Faenas que helaban la sangre, que transmiten al público escalofríos de emoción” o más cercano en el tiempo las palabras que utilizó el gran cronista taurino Joaquín Vidal para una novillada de Hernández Plá: “Al toro íntegro de casta brava… o se le toreaba cruzado con las de parar-templar-mandar cargando la suerte y ligando los pases, o había que salir corriendo”.

A juicio de la mayoría de los socios de la Peña, reunidos el miércoles 13 de junio, Adolfo Martín ha lidiado la corrida más encastada de San Isidro 2018, ha sido la que mejor ha demostrado el equilibrio que la casta implica entre la acometividad y la bravura. Lidió al bravo Chaparrito, y el resto de su corrida mostró las varias reacciones de la casta en el toro bravo o manso, sin que la sensación de peligro y el peligro real, estuvieran ausentes durante la corrida.

Pepe Moral con Chaparrito en el tercio de muleta.

Asimismo se ha otorgado una Mención especial a la ganadería de Saltillo, por recordarnos con su corrida que el toro bravo proviene de un animal salvaje y que la esencia de una corrida de toros consiste en domeñar esa acometividad. La corrida de Saltillo ha ejercido de espejo donde mirar el espectáculo tantas veces domesticado de numerosas corridas actuales.

José Joaquín Moreno Silva recibe de manos de Andrés de Miguel, presidente de «Los de José y Juan», una mención especial por la corrida de Saltillo.

El jueves 25 de octubre se realizó la entrega de los premios en una cena seguida de tertulia entre los premiados y los socios de la Peña, en la que los ganaderos se mostraron optimistas de cara al futuro, pues creen que las corridas de toros encastados son cada vez más valoradas por su dificultad y su capacidad de dar visibilidad a nuevos toreros. Indudablemente son más complicadas pues, como recordaba Adolfo Martín: “Casi todas las cornadas las dan los grises”, lo que indica su peligro.

La irregularidad es real, pero no ayuda que la mayoría de los toreros que se anuncian en sus corridas tengan poca experiencia, por eso coinciden en creer que la instauración del sorteo de las corridas en las ferias, el célebre bombo, sería positivo para que toreros con experiencia tuvieran que anunciarse con ellas.

Adolfo Martín Escudero tuvo palabras de agradecimiento y reconocimiento para “Los de José y Juan” de quienes recibe el premio LUIS FERNÁNDEZ SALCEDO por tercera vez y José Joaquín Moreno Silva recordó con cariño su pertenencia a la Peña, de la que también su padre fue socio.

ADOLFO MARTÍN, PREMIO A LA CORRIDA MÁS ENCASTADA Y MENCIÓN ESPECIAL A SALTILLO DE “LOS DE JOSÉ Y JUAN”

La Peña Taurina “Los de José y Juan”, creó el premio Luis Fernández Salcedo en el año 2003, que se otorga desde entonces a la corrida más encastada de la feria de San Isidro, lidiada completa.

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Chaparrito, de Adolfo Martín y lidiado por Pepe Moral, fue un toro bravo y encastado.

La casta del toro bravo es la garantía de supervivencia de la corrida y la casta además de ser la madre de la bravura, implica también la acometividad del toro y su capacidad de defender su terreno además de una capacidad imprescindible que es una cierta imprevisibilidad en sus reacciones.

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Pepe Moral y Chaparrito en el tercio de muleta.

El camino de las ganaderías que priman la nobleza en la faena de muleta, como principal componente de la bravura, está llegando a la docilidad y a la exclusión del riesgo. Dentro de las actividades artísticas, hay mejores ejemplos que la corrida de toros en los que el movimiento y la composición de la figura humana crean belleza. Lo fundamental de la corrida de toros es que esa belleza se crea con la exposición al riesgo del torero ante las reacciones de un toro de casta.

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Mentiroso, de Adolfo Martín, fue el toro de la alternativa de Ángel Sánchez.

Esta feria de San Isidro no ha sido pródiga en corridas encastadas, aunque  un amplio grupo han satisfecho las expectativas de los aficionados, sin llegar a ser brillantes.

A juicio de la mayoría de los socios de la Peña, reunidos el miércoles 13 de junio, Adolfo Martín ha lidiado la corrida más encastada de San Isidro 2018, ha sido la que mejor ha demostrado el equilibrio que la casta implica entre la acometividad y la bravura. Lidió al bravo Chaparrito, y el resto de su corrida mostró las varias reacciones de la casta en el toro bravo o manso, sin que la sensación de peligro y el peligro real, estuvieran ausentes durante la corrida.

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Asturdero, de la ganadería Saltillo, fue un toro con casta y bravura.

Asimismo se ha otorgado una Mención especial a la ganadería de Saltillo, por recordarnos con su corrida que el toro bravo proviene de un animal salvaje y que la esencia de una corrida de toros consiste en domeñar esa acometividad. La corrida de Saltillo ha ejercido de espejo donde mirar el espectáculo tantas veces domesticado de numerosas corridas actuales.

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Sebastián Ritter dominando a Galguito, de la ganadería Saltillo.

*Fotos de Andrew Moore.