Toros en Cuba, ¿por qué desaparecieron?

Gallito rumbo a América. Año 1919

Hoy publicamos este interesante y completo estudio de José Luis Rodríguez Peral, socio de «Los de José y Juan», sobre la historia de la tauromaquia en Cuba, centrándose en las causas de su prohibición y posterior desaparición. Establecer hipótesis sobre la existencia de la afición taurina cubana y su comportamiento desde la prohibición de las corridas hasta la actualidad es el objetivo de este trabajo. Para ello se han realizado comparaciones con la evolución de la afición taurina en España y con la incorporación como propia de la tauromaquia en Francia.

Rodriguez Peral establece aquí una serie de conclusiones que tratan de explicar la prohibición, hasta hoy definitiva, de las corridas de toros en Cuba.

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Premio literario taurino Paloma González del Valle (2023)

El Premio Paloma González del Valle, promovido y organizado por la Peña Los de José y Juan, ha sido fallado el 5 de octubre de 2023.

22 obras – novelas y ensayos – publicadas entre 2020 y 2022, se han presentado a esta primera edición del Premio.

Han sido seleccionadas como finalistas y propuestas a la votación del conjunto de los socios de la Peña, las tres obras siguientes:

  • Beatriz Badorrey Martín, Taurinismo/Antitaurinismo; un debate histórico, ed. Cátedra, 2022, 413p.
  • Domingo Delgado de la Cámara, La otra vida de Joselito, ed. Modus Operandi, 2021, 303p.;
  • Julio Fernández Sanz, Descubriendo al toro de lidia– Auditoría de la corrida de toros a través de sus útiles, ed. Satine, 2021, 311p.

El libro de Domingo Delgado de la Cámara, La otra vida de Joselito ha obtenido la mayoría de los votantes. Se ha destacado en el relato de esta obra el excelente acoplamiento de la ficción con la realidad histórica, y el repaso muy convincente de la evolución del toreo y de la tauromaquia en general, desde los tiempos de Joselito y Belmonte, con comentarios originales, amenos y bien escritos.

De conformidad al reglamento del Premio, la obra de Domingo Delgado de la Cámara, La otra vida de Joselito, queda galardonada con el Premio literario taurino Paloma González del Valle, en su edición de 2023.

la afición en marcha

El próximo lunes 15 de febrero a las 19:00 horas (CET) tendrá lugar la tercera mesa redonda del LXIV Ciclo de Conferencias de la Peña Taurina «Los de José y Juan».
La conferencia se podrá seguir en directo a través del siguiente enlace:
ID de reunión: 867 1857 8143
Código de acceso: 518409

Los derechos de la afición

El próximo lunes 8 de febrero a las 19:00 horas (hora de Madrid) tendrá lugar la segunda mesa redonda del LXIV  Ciclo de Conferencias de la Peña Taurina «Los de José y Juan».
La conferencia se podrá seguir en directo a través del siguiente enlace:
ID de la reunión 835 8083 5898
Código de acceso 917423

AGRADECIMIENTO A JÉRÔME PRADET

La Peña Taurina “Los de José y Juan” acordó en su Asamblea del pasado 16 de noviembre de 2020, agradecer públicamente al artista francés Jérôme Pradet, la realización del logo del Centenario Joselito y su puesta a disposición de todos los aficionados, para su uso no venal, en cualquier actividad relacionada con la conmemoración de dicho centenario.

El logo, de bello diseño, significó un impulso importante en la difusión de dicho Centenario y fue utilizado, como signo o label de adhesión, tanto en los carteles de las primeras corridas de la temporada, aunque no llegaran a celebrarse como el caso de Las Ventas o las Fallas, como en numerosos actos organizados por aficionados, peñas taurinas, así como en diversos perfiles de redes sociales.

El Centenario Joselito, truncado, como tantas otras iniciativas y actividades, por el maldito coronavirus, ha reivindicado con éxito la figura de José Gómez Ortega “Gallito” como artífice del toreo moderno e impulsor de importantes iniciativas, que han contribuido al mantenimiento de las corridas de toros hasta nuestros días.

 

EL PACTO DE LA ESTRECHA

Un artículo escrito por Juan Salazar, socio de «Los de José y Juan» para la revista TOROS.

En Madrid hay numerosos enclaves que recuerdan a Joselito: las casas próximas a la plaza de Oriente en las que vivió, los establecimientos hoteleros en los que se alojó (el Hotel Palace, el Hotel Roma, el Hotel Inglés), los cafés y restaurantes que frecuentaba (Lhardy, el Bilbaíno) e incluso los lugares de encuentro de los gallistas (Café Suizo, la tienda del Alfombrista); estos espacios dejan rastro de la estancia del gran José en la ciudad.

Pero hay un enclave, más recóndito y menos conocido, que tiene una notable relevancia en la vida del rey de los toreros y, por qué no decirlo, en su triste final. Me estoy refiriendo al restaurante en el que tuvo lugar el famoso “pacto de La Estrecha”, acuerdo del cronista Gregorio Corrochano y Gallito, por el que firmaron las paces y se convino la participación del gelveño en la corrida del 16 de mayo en Talavera. Las desavenencias entre ambos habían ido incrementándose en los últimos tiempos; el motivo parece que fue la decisión del torero de apoyar la construcción de un coso monumental en Sevilla, ciudad en la que la Real Maestranza ya disponía de una plaza que desde el siglo XVIII ofrecía festejos, y así lo sigue haciendo, para deleite de todos.

Las plazas monumentales fueron un proyecto en el que José invirtió sus energías. La idea de erigir plazas con mayor cabida suponía un negocio para todos, entre ellos los propios espectadores con menos recursos, que desde localidades más altas podían disfrutar del espectáculo. Como dice Fidel Carrasco, co-autor de dos magníficos libros sobre ese proyecto, “gracias a José y su apoyo a la construcción de un coso de estas características en Madrid,  en nuestra época estudiantil, mi hermano y yo pudimos permitirnos pagar un abono y hacernos aficionados en Las Ventas”.

Evidentemente la Maestranza no veía con buenos ojos que otra plaza amenazara con hacerle la competencia, por lo que desplegó toda su artillería. Torcuato Luca de Tena, propietario fundador del madrileño diario ABC, en el que Gregorio Corrochano ejercía la crítica taurina, había nacido en Sevilla y estaba muy vinculado a la Real Maestranza, llegando su hijo Juan Ignacio a ser nombrado Maestrante años después. En esos tiempos los comentarios del cronista contra José, en el citado periódico, eran ácidos y duros, muy duros, ¿estaban condicionados por su empleo en el ABC?

El punto de mayor tensión llegó cuando el 11 de octubre de 1919, en un artículo titulado “El Patio de la Casa de Gallito” Corrochano hablaba del apeadero de “Los Merinales” comentando:

«Recientemente, en este viaje a Sevilla, fui a ver encerrar una corrida a Los Merinales. Llamó mi atención un cajón lleno de ventanitas y compuertas diestramente colocadas. Yo había visto cajones de estos en algunos cortijos, utilizarles para curar a los toros, heridos. Nunca sospeché que tuviera otra aplicación. Pues la tiene, respetable público. Con gran asombro, y no diré indignación, porque estas cosas no son para indignarse, me enteré que en aquel cajón cortaban los pitones a los toros cuando el representante de las Empresas sospechaba que los cuernos tenían unos centímetros más de los que convenían a las intereses de su amo el torero».

Ese texto provocador, en un artículo en el que el protagonista era José, resultaba una verdadera afrenta. A José, dada su integridad y compromiso con la Fiesta, seguro que le repugnaría la velada acusación.

Joselito e Ignacio Sánchez-Mejías

Se cuenta que fue Ignacio Sánchez Mejías quien arregló el encuentro entre Corrochano y José para firmar las paces, y si así fue, tuvo sus motivos ya que, en definitiva, parece que una indiscreción del propio Ignacio resultó la causante de estos artículos demoledores titulados “El Patio de la Casa de Gallito”. Por lo visto, una tarde, Joselito estuvo hablando con su cuñado, y este le comentó que pensaba torear en la Maestranza, plaza afín a Belmonte en esos años de enfrentamiento entre cosos sevillanos. “¿En la Maestranza?, pero si eso es el “Patio de la casa de Belmonte”, respondió José.

Esa expresión tan concreta se produjo en un diálogo con Ignacio y cuando meses después Joselito leyó los artículos de Corrochano titulados “El Patio de la casa de Joselito”, evidentemente dedujo que la filtración sólo podía venir del marido de su hermana Lola.

“La Estrecha” era un restaurante recién inaugurado por la familia Redruello. Las circunstancias sobre la fundación del mismo las cuenta un descendiente y afamado chef, Nino Redruello, que entre otros locales tiene, en la actualidad, uno conocido por «La Ancha».

«Mi bisabuelo era ganadero transhumante en Asturias y dejó una braña para venirse a Madrid. En la calle Mayor montó una taberna de chatos de vinos que llamó “La Estrecha” ya que eran tiempos en los que en Madrid se pagaban impuestos por metros de fachada, con lo que los locales eran angostos. Luego, en la generación de mi abuelo, abrieron otros establecimientos y hubo una disputa familiar, por lo que mi abuelo decidió seguir con el negocio denominándolo “La Ancha”».

De esta forma, en 1919, Benigno Redruello abrió el local de «La Estrecha» en la calle de los Madrazo, actual número 12, prácticamente enfrente de la casa en la que había nacido el hermano de José,  Rafael, «el Divino Calvo». En poco tiempo el lugar se convirtió en un espacio de gran concurrencia.

En la actualidad una puerta negra, que pasa desapercibida, deja testimonio de que en su  interior José y Corrochano se reunieron, hablaron, acercaron posturas y firmaron las paces cuyas consecuencias fueron terribles para el toreo.

Juan Salazar Larraz, socio de la Peña Taurina «Los de José y Juan», es madrileño. Licenciado en Farmacia y MBA por el Instituto de Empresa, ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito de la Consultoría y de los Recursos Humanos.  Aficionado por vía paterna, es abonado a la Plaza de Las ventas y habitual de los tendidos así en las ferias como en los domingos de cemento y turistas. Es autor del libro de recuerdos taurinos “Remembranzas Imaginarias; Madrid Museo Taurino Abierto”.

Gallito, los Martínez y un Rolls-Royce

Un artículo escrito por Alberto Fernández Torres, socio de «Los de José y Juan» y descendiente directo del ganadero D. Vicente Martínez, para la revista TOROS.

Los buenos aficionados que conocen bien la historia de José Gómez, “Gallito”—es decir, los buenos aficionados “tout court”—saben que uno de sus mayores éxitos, dentro de una trayectoria que estuvo llena de ellos, se produjo el 3 de julio de 1914, cuando se encerró brillantemente en la Plaza de Las Ventas de Madrid con siete toros de la ganadería de los Herederos de D. Vicente Martínez.

He oído y leído en varias ocasiones que “Joselito” escogió este hierro para la ocasión porque, en primer lugar, quería evitar que la posible elección de ganado andaluz fuera considerada por parte de los exigentes aficionados madrileños como un inaceptable gesto de ventajismo; y porque, en segundo lugar, los “Martínez” eran una de sus ganaderías favoritas, una predilección que estaba sellada por su gran amistad con el responsable de la vacada: don Julián Fernández, mi abuelo.

Lo primero—que no quería para esta corrida ganado andaluz—parece suficientemente probado. Lo segundo, en cambio, resulta francamente improbable. Hasta aquel festejo, José solo había toreado cuatro corridas de Martínez (llegaría a torear más de 30 en adelante) y, aunque sin duda conocía a Julián Fernández por más que probables contactos establecidos en el ambiente taurino, los testimonios de la época no parecen reflejar que existiera por aquel entonces una amistad especialmente profunda entre ambos. En realidad, José toreó esos siete toros de Martínez porque así se lo recomendaron los empresarios de la Plaza, Retana y Echevarría, que basaron su consejo en el buen resultado que estaba dando ese ganado desde la cruza con un semental de Ibarra estrenada nueve años antes.

Muy probablemente, esa corrida no fue tanto el resultado, sino la causa, del marcado gusto que José tuvo desde entonces por “nuestros” toros—no solo por ellos, por descontado—y de su amistad con don Julián. Curiosa amistad, sin duda. Sincera, pero marcada por las distancias. Seguramente, más basada en el respeto que en el afecto. Jovial, dicharachero, simpático, inquieto e imaginativo, el diestro; serio, callado, circunspecto, racional y muy reflexivo, el ganadero. Este tuteaba a aquél; el torero trataba “de usted” al ganadero…

¿Cómo pudieron ser amigos dos individuos tan diferentes? El lector se dirá que, aparte de la famosa atracción de los contrarios, los dos tenían al fin y al cabo una gran pasión por la tauromaquia. Cierto, pero no suficiente. Probablemente, no solo les unía esa pasión, sino la manera de entenderla.

En el terreno artístico, porque ambos compartían que la grandeza de la Fiesta exigía pasar de lidiar toros haciendo arte, como fue habitual hasta José y Juan, a hacer arte lidiando toros, como ellos—y algunos otros desde entonces—lograron de manera canónica. Y, para ello, hacían falta toros bravos, sí; poderosos, sí;  pero también nobles, dinámicos, alegres, con carácter y que dieran juego en los tres tercios de la lidia, como era típico, entre otros, de los “Martínez”.

Pero también había una coincidencia entre ambos que afectaba a lo que acontecía fuera del ruedo: la idea de que eso exigía gestionar la Fiesta con auténtico y legítimo criterio empresarial; como un “negocio”, en el más noble sentido de la palabra.

Son conocidas—y, a veces, criticadas—las repetidas iniciativas e inquietudes de “Gallito” al respecto, de las cuales la construcción de la Monumental de Sevilla fue quizá la expresión más visible. En cuanto al ganadero…

Un día, paseando por el campo, mi abuela Carola se atrevió a preguntar a su marido: “Julián ¿por qué todos los ganaderos tienen Rolls-Royce y nosotros, en cambio, andamos en un coche tan desastrado?”. Mi abuelo, fiel a su costumbre, mantuvo silencio largo rato; pero, de pronto, al pasar junto a una finca en la que pacían sus preciosos “berrendos”, respondió a su mujer: “Mira, Carola: ahí tienes nuestro Rolls-Royce”.

Esta anécdota, que tantas veces me contó mi madre—Rita Torres, hija también de un ganadero con gran mentalidad de empresario—ilustra a mi juicio ese punto de encuentro que hizo posible que dos personas tan dispares como José y Julián pudieran fundar su amistad en cimientos sólidos, firmes y racionales: una misma concepción, seria, rigurosa, responsable y honesta de lo que debería ser la Fiesta de los Toros.

Alberto Fernández Torres es socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”. Alto ejecutivo del sector energético y especialista en comunicación, es descendiente directo de D. Vicente Martínez, creador de la famosa vacada de Colmenar Viejo que pervivió hasta la guerra civil y cuyos restos llegó a heredar Luis Fernández Salcedo.