Por François Zumbiehl, socio de «Los de José y Juan».
La tarde de Azpeitia del 31 de julio, con el triunfo de la terna Morante de la Puebla, Daniel Luque y Juan Ortega, nos ha hecho vivir un extraño y entrañable choque cultural. Uno no se puede sentir más en tierra vasca en esta plaza dominada por un inmenso y verde cerro, en el alto del cual asoma un caserón sometido al capricho de las nubes. Aquí los rituales genuinos se observan con religioso rigor: tercio de banderillas amenizado por los txistus, zortziko en honor a un banderillero muerto en el siglo XIX, cantado antes del arrastre del tercer toro con el público en pie y descubierto, cánticos entonados por el respetable a plena voz…Sin embargo, ni un ole falta al menor lance realizado con torería, ni un abanico recogido en el ruedo por el diestro en su vuelta triunfal. Cuando una faena, que ha tomado su vuelo, merece ser acompañada por la banda, ésta no tiene ningún escrúpulo en cambiar las jotas, regaladas entre toro y toro, por los pasodobles con filigranas de fandangos de Huelva, que cobran en este entorno un sabor particular. En ese norte vascuence las tonalidades del sur están acogidas e incluidas en el jolgorio festivo sin el menor reparo.
En esa tarde de Azpeitia, y en esas fiestas de San Ignacio, el empaque sevillano tocó todas las fibras de la afición, que brindó a los toreros un triunfo sonado y dejó en nada las cuatro voces de los antitaurinos de turno, manifestando también su ritual presencia a la puerta de la plaza. La intensidad escultural de los pases dibujados por Morante como un cante jondo, la verticalidad quieta de Luque aspirando las embestidas y arrimándose entre los pitones al final, las lentísimas caricias de Juan Ortega en el manejo de los trastos – ¡esa media verónica que planeó en el aire como una nube serena, enterísima y no media! – iluminaron la tarde y despejaron lo que quedaba de gris en la meteorología.Hasta la blancura del caserón, cercado por la niebla en el alto del cerro, acabó por resplandecer. Azpeitia en fiestas, celebrando con orgullo y alegría su cultura vasca en un clima de convivencia, sin menoscaba su entusiasmo por todo lo que Sevilla ha aportado al mundo de los toros, para mí fue una revelación.
Hoy publicamos este interesante y completo estudio de José Luis Rodríguez Peral, socio de «Los de José y Juan», sobre la historia de la tauromaquia en Cuba, centrándose en las causas de su prohibición y posterior desaparición. Establecer hipótesis sobre la existencia de la afición taurina cubana y su comportamiento desde la prohibición de las corridas hasta la actualidad es el objetivo de este trabajo. Para ello se han realizado comparaciones con la evolución de la afición taurina en España y con la incorporación como propia de la tauromaquia en Francia.
Rodriguez Peral establece aquí una serie de conclusiones que tratan de explicar la prohibición, hasta hoy definitiva, de las corridas de toros en Cuba.
Un artículo escrito por Juan Salazar, socio de «Los de José y Juan» para la revista TOROS.
En Madrid hay numerosos enclaves que recuerdan a Joselito: las casas próximas a la plaza de Oriente en las que vivió, los establecimientos hoteleros en los que se alojó (el Hotel Palace, el Hotel Roma, el Hotel Inglés), los cafés y restaurantes que frecuentaba (Lhardy, el Bilbaíno) e incluso los lugares de encuentro de los gallistas (Café Suizo, la tienda del Alfombrista); estos espacios dejan rastro de la estancia del gran José en la ciudad.
Pero hay un enclave, más recóndito y menos conocido, que tiene una notable relevancia en la vida del rey de los toreros y, por qué no decirlo, en su triste final. Me estoy refiriendo al restaurante en el que tuvo lugar el famoso “pacto de La Estrecha”, acuerdo del cronista Gregorio Corrochano y Gallito, por el que firmaron las paces y se convino la participación del gelveño en la corrida del 16 de mayo en Talavera. Las desavenencias entre ambos habían ido incrementándose en los últimos tiempos; el motivo parece que fue la decisión del torero de apoyar la construcción de un coso monumental en Sevilla, ciudad en la que la Real Maestranza ya disponía de una plaza que desde el siglo XVIII ofrecía festejos, y así lo sigue haciendo, para deleite de todos.
Las plazas monumentales fueron un proyecto en el que José invirtió sus energías. La idea de erigir plazas con mayor cabida suponía un negocio para todos, entre ellos los propios espectadores con menos recursos, que desde localidades más altas podían disfrutar del espectáculo. Como dice Fidel Carrasco, co-autor de dos magníficos libros sobre ese proyecto, “gracias a José y su apoyo a la construcción de un coso de estas características en Madrid,en nuestra época estudiantil, mi hermano y yo pudimos permitirnos pagar un abono y hacernos aficionados en Las Ventas”.
Evidentemente la Maestranza no veía con buenos ojos que otra plaza amenazara con hacerle la competencia, por lo que desplegó toda su artillería. Torcuato Luca de Tena, propietario fundador del madrileño diario ABC, en el que Gregorio Corrochano ejercía la crítica taurina, había nacido en Sevilla y estaba muy vinculado a la Real Maestranza, llegando su hijo Juan Ignacio a ser nombrado Maestrante años después. En esos tiempos los comentarios del cronista contra José, en el citado periódico, eran ácidos y duros, muy duros, ¿estaban condicionados por su empleo en el ABC?
El punto de mayor tensión llegó cuando el 11 de octubre de 1919, en un artículo titulado “El Patio de la Casa de Gallito” Corrochano hablaba del apeadero de “Los Merinales” comentando:
«Recientemente, en este viaje a Sevilla, fui a ver encerrar una corrida a Los Merinales. Llamó mi atención un cajón lleno de ventanitas y compuertas diestramente colocadas. Yo había visto cajones de estos en algunos cortijos, utilizarles para curar a los toros, heridos. Nunca sospeché que tuviera otra aplicación. Pues la tiene, respetable público. Con gran asombro, y no diré indignación, porque estas cosas no son para indignarse, me enteré que en aquel cajón cortaban los pitones a los toros cuando el representante de las Empresas sospechaba que los cuernos tenían unos centímetros más de los que convenían a las intereses de su amo el torero».
Ese texto provocador, en un artículo en el que el protagonista era José, resultaba una verdadera afrenta. A José, dada su integridad y compromiso con la Fiesta, seguro que le repugnaría la velada acusación.
Se cuenta que fue Ignacio Sánchez Mejías quien arregló el encuentro entre Corrochano y José para firmar las paces, y si así fue, tuvo sus motivos ya que, en definitiva, parece que una indiscreción del propio Ignacio resultó la causante de estos artículos demoledores titulados “El Patio de la Casa de Gallito”. Por lo visto, una tarde, Joselito estuvo hablando con su cuñado, y este le comentó que pensaba torear en la Maestranza, plaza afín a Belmonte en esos años de enfrentamiento entre cosos sevillanos. “¿En la Maestranza?, pero si eso es el “Patio de la casa de Belmonte”, respondió José.
Esa expresión tan concreta se produjo en un diálogo con Ignacio y cuando meses después Joselito leyó los artículos de Corrochano titulados “El Patio de la casa de Joselito”, evidentemente dedujo que la filtración sólo podía venir del marido de su hermana Lola.
“La Estrecha” era un restaurante recién inaugurado por la familia Redruello. Las circunstancias sobre la fundación del mismo las cuenta un descendiente y afamado chef, Nino Redruello, que entre otros locales tiene, en la actualidad, uno conocido por «La Ancha».
«Mi bisabuelo era ganadero transhumante en Asturias y dejó una braña para venirse a Madrid. En la calle Mayor montó una taberna de chatos de vinos que llamó “La Estrecha” ya que eran tiempos en los que en Madrid se pagaban impuestos por metros de fachada, con lo que los locales eran angostos. Luego, en la generación de mi abuelo, abrieron otros establecimientos y hubo una disputa familiar, por lo que mi abuelo decidió seguir con el negocio denominándolo “La Ancha”».
De esta forma, en 1919, Benigno Redruello abrió el local de «La Estrecha» en la calle de los Madrazo, actual número 12, prácticamente enfrente de la casa en la que había nacido el hermano de José,Rafael, «el Divino Calvo». En poco tiempo el lugar se convirtió en un espacio de gran concurrencia.
En la actualidad una puerta negra, que pasa desapercibida, deja testimonio de que en suinterior José y Corrochano se reunieron, hablaron, acercaron posturas y firmaron las paces cuyas consecuencias fueron terribles para el toreo.
Juan Salazar Larraz, socio de la Peña Taurina «Los de José y Juan», es madrileño. Licenciado en Farmacia y MBA por el Instituto de Empresa, ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito de la Consultoría y de los Recursos Humanos. Aficionado por vía paterna, es abonado a la Plaza de Las ventas y habitual de los tendidos así en las ferias como en los domingos de cemento y turistas. Es autor del libro de recuerdos taurinos “Remembranzas Imaginarias; Madrid Museo Taurino Abierto”.
Con respecto a la polémica acerca de la UNESCO y su falso rechazo de la candidatura de la Tauromaquia como Patrimonio cultural inmaterial, François Zumbiehl publica este artículo en el diario EL MUNDO del miércoles 2 de diciembre
Cuando cuestiones culturales se resuelven a golpe de ideologías y planteamientos políticos, la realidad se tuerce según los imperativos de la propaganda. Es lo que acaba de pasar con la victoria cantada por los grupos animalistas. Se han congratulado por el hecho de que la solicitud de inscripción por la Unesco de la tauromaquia en la lista del patrimonio cultural inmaterial “necesitando una salvaguarda urgente” no haya pasado la primera barrera administrativa, y no haya sido sometida a examen por el comité intergubernamental competente. No fue por una razón de fondo sino de forma. La propia Unesco lo ha aclarado. Tal solicitud se saltó un poco a la torera las reglas del juego: no se había rellenado el formulario correspondiente con los datos y argumentos exigidos; no se había producido un acuerdo previo con las autoridades de un estado miembro para que respaldaran la candidatura, y la situación de peligro inminente y excepcional de extinción en que se encontraría la fiesta de los toros no se sostenía con toda claridad. Por los desastres de la pandemia todas las actividades culturales están en realidad en peligro, y no se puede esperar que la Unesco lo remedie. Por lo tanto, convenía recorrer la otra vía, más ordinaria: la inscripción en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
La tauromaquia cumple con los cinco criterios marcados en el artículo 2 de la Convención de la Unesco para la salvaguarda de dicho patrimonio. Es un hecho objetivo, fácilmente demostrable.
La tauromaquia cumple con los cinco criterios marcados en el artículo 2 de la Convención de la Unesco para la salvaguarda de dicho patrimonio. Es un hecho objetivo, fácilmente demostrable. No reconocerlo es incurrir en un acto de censura ideológica, la misma que prohibió en su tiempo las teorías de Galileo. El lema gritado por los animalistas, aprovechándose de las rimas, forma parte también de las “fake news”, y es un insulto además para todas las víctimas reales y humanas de las torturas a lo largo de la historia. Un “torturador” que asume el riesgo en cada minuto de convertirse en víctima a su vez, y de ser cazado por el “torturado”, eso atropella la razón.
¿Qué lecciones, los que buscamos el reconocimiento de las tradiciones taurinas por la Unesco, podemos sacar de esta situación y de las falsas noticias que ocasiona?
Que hay que encaminarse en el asunto, con humildad y método, sin pausa pero sin prisa, recorriendo todos los pasos y logrando todos los consensos necesarios, en particular con las autoridades competentes, a nivel nacional e internacional.
Que la candidatura de la fiesta de los toros al reconocimiento por la Unesco tiene más oportunidades de prosperar si se presenta, de forma consensuada, por el conjunto de los ocho países que comparten esa tradición. Yo que tengo el honor de coordinar un grupo de trabajo internacional a tal efecto, en relación estrecha con las plataformas afines, puedo certificar la gran riqueza de esta reflexión compartida. Y todo hay que decirlo: el contexto actual no pone a España en la mejor posición para encabezar esta dinámica.Aquí, más que en otros países, la fiesta taurina, desgraciadamente, está siendo tomada como rehén por duros enfrentamientos políticos e ideológicos. Buena prueba es que son algunos eurodiputados españoles y la propia dirección general de los derechos de los animales del gobierno de España los que han alimentado las protestas de las asociaciones antitaurinas, si damos fe a las declaraciones de éstas, en la solicitud que acaba de ser descartada.
Que, considerando la dimensión antropológica del concepto de patrimonio cultural inmaterial, sería contraproducente desvincular la tauromaquia formal del conjunto de las innumerables y muy diversas fiestas populares en torno al toro (más de 2000 en España, y unas tantas en países como México o Perú). Convendría por lo tanto en una candidatura abarcar un conjunto extenso que podría titularse, como el magnífico libro del historiador Álvarez de miranda, Ritos y juegos del toro. La amplitud de estas fiestas, su vigencia en los pueblos, y la participación entusiasta en ellas de niños, jóvenes y ancianos, son el argumento más convincente para lograr el reconocimiento de las tradiciones taurinas como patrimonio cultural inmaterial por la Unesco.
François Zumbiehl, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan” es catedrático de Letras clásicas y doctor en Antropología Cultural. Coordinador del comité científico del «Observatorio francés de las culturas taurinas» ha sido parte fundamental en la aprobación por el Senado francés de la Tauromaquia como Bien Cultural Inmaterial de Francia. Tiene publicados en español los siguientes libros: Mañana toreo en Linares, El discurso de la corrida, La voz del toreo y El torero y su sombra.
José Joaquín Moreno Silva analiza el momento de la fiesta y el protagonismo de sus toros en una entrevista de Antonio Lorca para El País.
«Nunca creí que llegaríamos a la situación actual. Esta pandemia me ha descolocado. De momento, la broma me 250.000 euros. Y digo más: si la próxima temporada no comienza en Castellón y Valencia, estamos muertos».
Ganadero propietario del hierro de Saltillo, José Joaquín es socio de la Peña Taurina Los de José y Juan, a la que también perteneció su padre, el ganadero Alonso Moreno de la Cova.
Su afición taurina le llevó a ser rejoneador. Ganadero desde su juventud a cargo de las ganaderías de la familia, en 1992 heredó el hierro de Charco Blanco cuyo nombre cambió a Moreno Silva y en 2013 compró el histórico hierro de Saltillo que da nombre a la ganadería y al encaste.
TENDIDO CERO, que ha vuelto a la programación de la televisión pública nacional, tras el parón debido a la pandemia, dedicó un espacio en su programa del sábado 31 de octubre, a la conmemoración del Centenario de Joselito, con un paseo por los lugares que guardan huellas con el recuerdo de Gallito en Madrid.
El paseo dirigido por el periodista Javier Hurtado, fue comentado por nuestros socios Juan Salazar y Andrés de Miguel.
Juan Salazar Larraz, socio de la Peña Taurina «Los de José y Juan», es madrileño. Licenciado en Farmacia y MBA por el Instituto de Empresa, ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito de la Consultoría y de los Recursos Humanos. Es autor de los libros “Remembranzas Imaginarias; Madrid Museo Taurino Abierto” y “Toros sin complejos”. Es responsable del programa radiofónico “Los Toros, nuestra Historia” de Radio Ya.
Andrés de Miguel, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, que preside desde marzo de 2018, es sociólogo y aparejador.
Colaborador en diversos medios escritos en soporte papel y electrónico, impulsor de la Tertulia de Jordán, y editor del blog de toros ADIÓS MADRID, cuyo nombre viene del libro del mismo título, escrito en colaboración con José Ramón Márquez. Es autor del ensayo Los aficionados integristas.
El paseo gallista se puede ver pinchando en el siguiente enlace al programa.
Reproducimos a continuación la histórica entrevista del cronista taurino Manuel Sánchez del Arco, más conocido como Giraldillo, a Juan Belmonte celebrada en el año 1943.
Fue en Sevilla, en una tarde de otoño cuando Giraldillo había coincidido con Juan Belmonte en una fiesta. Una hija de la ilustre actriz Carmen Díaz se había casado con un hijo del ganadero Campos Varela y en el Aljarafe, en un «bello mirador de su meseta, como en un palco que se asoma a la escena de gracia y amor que son Sevilla y Triana», ambos conversaron «nada menos que de Joselito».
Años atrás, en una tarde cordobesa, Giraldillo había escuchado de labios del « Guerra» la evocación de su época y, sobre todo, el juicio que mereció a Rafael la figura del « Espartero». Y evocando aquella crónica nació ésta que publicó en 1943 y que tituló «Belmonte me habla de Joselito».
A juicio del veterano periodista, Juan Belmonte era «un héroe de la vida española, en el sentido profundo y clásico de lo heroico». Representaba la pena y la gloria de las ascensiones. Su vida había tenido «buen periodismo y mejor literatura», pero Belmonte, «héroe de un arte y de una sociedad, en su camino desde la servidumbre al señorío, desde el drama jornalero al poderío económico», estaba «por encima de las exégesis». «Y, acaso, lo mismo que como hombre, como torero esté por encima de elogios y definiciones», añadía Giraldillo.
El cronista taurino pensaba que su figura se escaparía siempre de los críticos de toros. «En Belmonte no había que describir una faena, sino más bien que entender a un hombre», decía.
En esa tarde sevillana, Belmonte le habló así a Giraldillo de José Gómez Ortega, Joselito El Gallo, de cuya muerte se ha cumplido un siglo este año.
«-¿Cuándo habló usted por primera vez con Joselito?»
-Fue el año 11, por los primeros meses del invierno. Yo estaba trabajando en la recolección de la naranja, cuando unos amigos me invitaron para ir a torear unas vacas en el cortijo de Hato Blanco, en la Marisma, propiedad de Carlos Vázquez. Joselito iba a ir a aquella fiesta, también invitado por Carlos. Antes de conocer yo personalmente a Joselito, surgió en mis amigos trianeros la idea de oponerme a él. «Vas a ir porque también va «Gallito»», me dijeron. Dejé mi trabajo y fui. Aquella tarde conocí a «Gallito». Éramos dos chiquillos. Yo abrí mi capote y me fui para la vaca que me habían reservado. «¡Juan! ¡Ahí, no! ¡Ahí, no!», me gritó José. Yo no le hice caso. Insistí, un poco picado por la advertencia, que parecía una lección, que yo no tenía por qué recibir. Se arrancó la vaca y yo sufrí una terrible voltereta. José tenía razón. ¡La tuvo siempre ante los toros!
-¿Y cuándo vio usted torear por primera vez a Joselito?
-El año 12, en Valencia. Toreó con «Limeño», y se habló de si yo iba a acompañarlos aquella tarde.
-¿Qué recuerdo conserva de la primera vez que ustedes torearon juntos?
-Fue en Cádiz, el año 12. Cierta noche dormía yo profundamente en mi casa. Noté que me zarandeaban y abrí los ojos. Sentados al pie de la cama estaban dos amigos. «Juan -me dijeron-, quieren que vayas a torear a Cádiz, mano a mano con Joselito. Es una corrida de Miura. Limeño está cogido, y han pensado que vayas tú». «Bueno, pues que cuenten conmigo», respondí, volviendo tranquilamente para seguir mi sueño. «Pero, ¿estás dormido o despierto? -insistieron-. ¿Tú sabes lo que es ir a torear miuras con Joselito?». «He dicho que iré», repetí. Y fui.
-¿Y qué ocurrió en aquella corrida?, preguntó Giraldillo.
-Era la primera de Miura que yo toreaba y la primera vez que me enfrentaba con el formidable torero. Joselito estuvo maravilloso, como él era. Leyendo las reseñas que reflejaban lo que allí ocurrió, me reía luego. Resultaba, y ésta fue la verdad y no pasión de los revisteros, que yo había tenido muchas más ovaciones y vueltas al ruedo que José. ¡Pero Joselito había estado mejor que yo!, dijo Belmonte en la serenidad de esa tarde tan lejana de aquella.
-¿Qué juicio formó de la manera de concebir y desarrollar el toreo que caracterizó a Joselito?
Juan le contestó rápido y seguro en el juicio:
–Yo nunca vi un toro que pudiera más que él. Él pudo siempre más que todos los toros. ¿Es esto suficiente para expresar mi juicio sobre Joselito? Porque Joselito conocía no sólo lo malo de toros, sino lo que había que hacer para tornarlos en buenos, y lo que era adecuado, en forma y lugar, para cada toro.
-Entre todas las corridas que ustedes torearon juntos, ¿cuál recuerda de mayor relieve para José?
-Fue en Valencia. Toreábamos mano a mano reses de Campos Varela. Como yo para las fechas no tengo mucha seguridad, no recuerdo si fue el año 16 o 17. Y otra vez ocurrió lo que en Cádiz, la primera vez que toreamos juntos. Fueron para mí las mayores ovaciones. Yo corté orejas, y Joselito, no. Pero él estuvo soberbio, insuperable. Estuvo, sencillamente, mejor que yo. Entre todas las tardes que toreé con él, ésa fue la que mejor estuvo. Esto, visto en torero y junto a él, y no en público.
-¿Y en qué tarde lo vio con peor fortuna?
-Fue en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre quiero acordarme, pero no puedo. Fue en Manzanares o en Valdepeñas. El enemigo era un toro de Guadalets, de la cruza con Miura.
-¿Cree que la manera de torear de usted influyó en «Gallito», determinando una mejor ejecución de las suertes, en cuanto a la distancia y la lentitud?
-El estilo no se varía. Joselito empezó como acabó. Fue un caso de formación perfecta desde el primer momento, y no se hizo por agregaciones. De lo que sí se habló entonces, y aún hoy se discute, es del acortamiento de la distancia, o sea, de la posibilidad de ejecutar las suertes, con sus tiempos y estilos, en menos terreno, aumentando la emoción sin variar la técnica.
-¿Recibió usted en su arte peculiar influencias del de José?
-Ya le digo que no se influye en el estilo propio por la contemplación, ni aún por el estudio, del ajeno; pero es inevitable que en el desarrollo del propio estilo se tengan presentes las observaciones que se hacen en la plaza.
-¿Era conveniente para la fiesta la división y el encono entre los aficionados y la existencia de los partidos personalistas?
-El auge de la fiesta de los toros se señala por las competencias y los partidos. Un solo torero, por grande que sea, no interesa al público si no halla figura que oponerle. En esto, tanto le debo yo a Joselito como Joselito me debió a mí y a los dos juntos, la fiesta.
-¿Recibió agravios del partido gallista?
-Si los hubo, no me di cuenta. Yo seguí siempre mi camino, sin ocuparme de lo que ocurriera por el camino de los demás.
-¿Pero no le preocupaba la certeza de que existía una opinión decididamente contraria a usted?
-Si he de decirle la verdad, me preocupaban más, en el sentido de temerles, los propios partidarios que los partidarios de José. Para mí eran más temibles los belmontistas que los gallistas. En mi partido existía una especie de consejo disciplinario que se imponía a mí. ¡Las noches que yo les he visto pasar, metidos en las fondas o en sus casas, jugando al jiley, sin atreverse a salir a la calle, por temor a los gallistas, como conseuencia de las tardes en que yo no tenía fortuna ni había posible excusa! «¡Esto no puede continuar así, Juan -me decían, autoritarios y terribles-. ¡Esto no puede continuar así! ¡Ya estamos hartos de jugar al jiley…! ¡Conque tú verás si podemos salir esta noche a hablar de toros!» Y yo comprendía la tragedia de aquellos buenos amigos, cansados del jiley, y hacía lo posible por que salieran a discutir, victoriosos, aquella noche.
-¿Cómo entiende usted que debe determinarse la rivalidad? ¿Por oposición de estilos o, dentro de un mismo estilo y concepción del toreo, por oposiciones personalistas?
-Lo personal siempre existe, y, por ello, siempre habrá rivalidad. Aún hoy, cuando Rafael el Gallo y yo toreamos juntos en los festivales, Rafael se enfada si ve que yo tengo más aplausos. Y, naturalmente, sobre este fondo preponderante de lo personal está el contraste de los estilos.
-Comparando época con época, ¿en qué considera usted superior la suya y la de José a la época presente?
-No sé si la nuestra fue superior. Desde luego, fundamentalmente distinta sí lo fue. ¿Qué pasaría ahora si saliera Joselito toreando ante el público de hoy, tal como son los gustos de hoy? Yo no lo sé. Pero también, ¿qué ocurriría hoy si saliera un toro de aquel tiempo? Aquellos toros tenían un poder y un nervio que hoy no se conocen. El toro tenía en aquella época otro sentido, y poco a poco hemos visto cómo se ha ido eliminando el toro «bronco». Además, hoy el castigo es mayor, por razón de los petos, y el toro se rompe contra esas corazas. Aparte esto, vemos qeu en algunos toros de ahora es bastante la «reserva» a picarlos, por su evidente debilidad. Y ante esto, repito: ¿Qué ocurriría si saliera un toro de aquellos? Desde luego, afirmo que hoy no veo que se haga variar a un toro. Tal como sale al ruedo se va de él. Todo lo más que se hace es adaptar la lidia a la condición del toro, pero no variar éste que es lo que hizo José, y en lo que, a mi juicio, fue único.
-En la época presente, ¿ve algo que supere a lo que José y usted representaron?
-Hoy se torea con un temple superior, y en cuanto a terreno, o sea, a colocación del torero en todas las fases del lance, no creo que haya posibilidad de mejorar lo que hoy se hace, ¡cuando se hace bien!
-Entonces, ¿cree usted que el toreo ha llegado a un punto de máxima perfección en cuanto a técnica y a valor estético de esa técnica?
-¡Hombre, yo no me atrevería a decir tanto! Sobre todo, sobre la técnica y el estilo está lo que yo llamo «el sentimiento del toreo». Es decir, realizarlo con emoción, sentirlo muy hondo y ejecutarlo como un rito…
Belmonte hizo una pausa. Estaba atardeciendo. Pronto se haría de noche. Juan volvió a hablar. Lento, solemne, con emoción.
-Yo pongo sobre todo el sentimiento del toreo. Ante el toro, respondemos con nuestra manera y estilo a un estado del alma. Hacerlo coincidir con el de las multitudes es el éxito. Yo le definiría a usted lo que he llamado toreo del «nudo en la garganta». Torear como si fuéramos a hablar enamorados, como si la lidia fuera un diálogo de pasión.
Rompió el hilo de su discurso y añadió:
-Permítame usted que me reserve esta teoría. Es inoportuna. La esbocé en una entrevista destinada al extranjero y no puede usted figurarse el número de cartas que he recibido para que amplíe esta definición, que algunos entienden pudiera ser una doctrina. Yo no lo sé. Lo que sí digo es que así concebí el toreo y así lo desarrollé junto a Joselito; así lo practicamos, él y yo, juntos, todas las tardes, en una época que ya es historia, y que puede ser superada, porque yo respeto las posibilidades todas, y no tengo la soberbia de creer que el toreo concluyó con mi época.
Continuamos este ciclo sobre la historia de la Peña con otra interesante entrega, la continuación a la salida de Don Joaquín Casas Vierna como presidente de «Los de José y Juan».
Tras la dimisión de Don Joaquín se eligió como Presidente a Don José Montes Iñiguez con Sebastián Rodríguez Correa como Vicepresidente. Poco tiempo tuvo Don José ya que el 15 de octubre de ese mismo año (1984) fallece dejando como Presidente en funciones a Don Sebastián Rodríguez Correa.
Fue Don José Montes un hombre polifacético. Catedrático de Siderurgia de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales, gran aficionado, fue conocido como «El ingeniero del nueve» en toda la plaza. Sus comentarios en plenas faenas fueron gratamente acogidas por la afición, su tremenda simpatía y sus profundos conocimientos le hicieron algo así como el paradigma del aficionado. Parecía que Don José estaba llamado a continuar la labor emprendida por Don Joaquín, pero el destino lo impidió y dejo a la Peña huérfana y sin Presidente a los pocos meses de su nombramiento.
El único ciclo de conferencias organizado por José Montes fue el siguiente:
El 23 de noviembre de 1984 se producen elecciones para elegir nueva Junta Directiva. Sale elegido Don Adolfo Bollaín Lirón, manteniéndose como vicepresidente Don Sebastián Rodríguez Correa.
Nuevamente la desgracia cae sobre nuestra Peña, a los pocos meses de su nombramiento fallece Don Adolfo Bollaín Lirón, no dándole tiempo más que a organizar el ciclo de conferencias de 1985, que fueron:
Fue Don Adolfo Bollaín un gran aficionado y un profesional de gran prestigio. Su notaria era de las más conocidas de Madrid.
El 10 de noviembre de 1985 se producen nuevas elecciones a Presidente, acordándose mantener en el mismo a quien ya lo ejercía en funciones: Don Sebastián Rodríguez Correa nombrándose para la vicepresidencia a Don Luis García Lemus. Se acuerda instituir un premio anual a lo que como aficionados más nos guste de lo visto en la Feria de Otoño con el nombre de «Trofeo Adolfo Bollaín», otorgándose el primero a Pepe Luis Vázquez. Desde entonces se ha otorgado todos los años.
En el mes de julio de este año fallece nuestro compañero, fundador, buen amigo y maestro Don Luis Fernández Salcedo, que tantas conferencias dio y libros sobre la Fiesta escribió. La Peña le dio un sentido homenaje.
La asamblea de socios del 27 de noviembre de 1987 se nombra Presidenta Honoraria Perpetua de la Peña a S. A. R. Doña Mercedes de Borbón Condesa de Barcelona, madre de S. M. El Rey, así como nuevo vicepresidente a Don Juan Pablo Fernández Salcedo.
El 11 de mayo de 1989 se nombra a nuestro consocio Pedro López Ramírez presidente de la Federación Nacional Taurina.