Pablo Aguado, la gloria pura del toreo clásico

Foto: Diario ABC.

Por Andrés Amorós.

Una tarde redonda, feliz. Pablo Aguado corta cuatro orejas, abre la Puerta del Príncipe y se consagra como figura del toreo. Y lo esencial: logra todo esto con el toreo clásico, de siempre, de calidad, sin moderneces: ¡gloria pura! La gente se vuelve loca presenciando lo que hace tiempo que no veía, sale de la Plaza toreando. Y, para redondearlo, Roca Rey continúa arrollando y Morante deleita con su personalidad.

Desde que se anunciaron los carteles, éste era el preferido. ¿Se imaginan lo que hubiera sido transmitir esta corrida por Televisión Española, en abierto, como antes se hacía?

Jandilla lidia una corrida seria, encastada y noble, en general.

En el primero, Morante dibuja sólo tres verónicas solemnes, con la mano de salida alta, no más. Tragando, le saca un par de derechazos a cámara lenta y resuelve con garbo sevillano: Ha habido poco toro, para una faena completa. Pincha sin estrecharse. En el quite al cuarto –su último toro de la Feria– logra, por fin, las verónicas lentísimas, magníficas. Para asombro general, comienza de rodillas, por alto, y enlaza muletazos suaves, limpios, con naturalidad y torería. La faena tiene momentos hermosos pero se queda a medias, aunque el diestro expone y porfía. Y mata echándose de verdad. Acompaña la muerte con torería, pañuelo en mano, en una imagen para los fotógrafos. Aunque suena un aviso, la gente exige la oreja.

Roca Rey sigue arrollando en Sevilla. En el segundo, va a portagayola y ha de tirarse al albero para que el toro no lo arrolle. Rápidamente, encadena seis largas cambiadas de rodillas, en el tercio. Mi vecino comenta: «¡La revolución!» Pone a la gente en pie y suena la música. Se luce Domínguez, lidiando, y Viruta, con los palos. Brinda a Rafael Serna. Comienza con cinco muletazos de rodillas, por alto. Se lo enrosca a la cintura suavemente, aguanta parones hasta que, en uno, se lo echa a los lomos. Cuando el toro se acaba, se mete entre los pitones. Pegado a tablas, le pega un sopapo contundente: oreja y petición de la segunda. Ha sido una faena de gran emoción, ha demostrado su gran capacidad. En el quinto, comienza con péndulos; manda mucho en muletazos largos, ligados, dejándole la muleta en la cara, tirando del toro, que se queda a medias. Pierde la oreja al pinchar una vez. Pero deja gran impresión, igual que en todas las Plazas.

Pablo Aguado aporta algo importante: la ilusión por un nuevo diestro sevillano, que torea muy bien, dentro de las normas del clasicismo. Dibuja verónicas en el tercero; aguanta bien el picador Juan Carlos Sánchez. El toro espera en banderillas pero embiste con nobleza, en la muleta. Muletea con el estilo clásico sevillano, serio, sin florituras, que nunca pasará de moda. Sentencia mi vecino: «Hacía tiempo que no veíamos torear así». Tiene razón. Cuando mata de una estocada, acierta el presidente José Luque sacando, de golpe, los dos pañuelos. Las verónicas al último, jugando los brazos con naturalidad, entusiasman. El quite, también por lo clásico, hace sonar la música. Lo saca Morante del caballo con el quite del «bu», de Gallito, con el capote sobre los hombros, que sorprende al público. Iván García clava dos grandes pares y también suena la música. Con un toro algo quedado, Aguado corre la mano con suavidad y torería, a los compases de «Suspiros de España». Cuando el toro se para, recurre a los naturales de frente, uno a uno, de Manolo Vázquez. La Plaza es un corazón unánime que le está empujando, cuando entra a matar y logra la estocada. Ni el público ni el presidente lo dudan: ¡dos orejas y la Puerta del Príncipe! Castelar hubiera dicho: «¡Grande es Dios en el Sinaí!»

Sin triunfalismos, una tarde inolvidable. Lo decía Marcial Lalanda: «Con toros bravos y toreros clásicos, la Fiesta es incomparable». Salimos de la Plaza de los Toros con la gozosa plenitud y el agotamiento de haber vivido –no sólo presenciado– una experiencia estética única. Volvemos a la realidad, en esta terraza que se asoma a un panorama único. Lo dijo Romero Murube: «No creo que haya placer en el mundo comparable a esa embriaguez de los crepúsculos de Sevilla, sobre el río: es morir un poco, en la gloria». Añado yo: y una gran tarde de toros, en esta Plaza, es vivir en la gloria.

Andrés Amorós, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, es doctor en Filología Románica y catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid.  Ha publicado obras relevantes sobre la tauromaquia y actualmente ejerce la crítica taurina en el diario ABC de Madrid. Entre sus galardones destacan el Premio Nacional de Ensayo, el Premio Nacional de la Crítica Literaria, el Premio Fastenrath de la Real Academia Española y el Premio José María de Cossío.

Algeciras 2018. Un canto a la libertad.

Me pide Andrés unas líneas sobre los sucedidos de Algeciras, ocurridos los pasados días 28 y 29 de Junio en los que, de una u otra forma, me he visto involucrado. Los sucedidos de marras fueron dos: la presentación en la zona de las Crónicas Volcánicas de Vicente Zabala de la Serna y la tercera corrida de toros de feria en Las Palomas, en la que contendieron mano a mano José Tomás y Miguel Ángel Perera.

Libro crónicas volcánicas

El libro de Vicente, que servidor llevaba leído y bien leído, es una joya. Un manojo de cartas de amor a la Fiesta herida, escritas con el ruego de que no se muera nunca. Una expresión cabal de la pasión de Vicente por el toro y el toreo. Y para contar sobre todo ello nos llamaron a Álvaro Núñez Benjumea y a servidor, que escoltamos al autor en presencia del editor, el magistrado Sánchez Magro, quien despejó la plaza con buen tino y donosura.

Abrí turno yo por edad y antigüedad. Y hablé de Vicente, de nuestra amistad, de los premios Biarritz- Bayona, del Paquiro y de la vida. Mi colofón, la frase de las cartas de amor arriba transcrita. Voluntad no me faltó. Acierto, no lo sé. Con cariño, lo hice. Me ovacionaron.

Crónicas volcánicas

La intervención de Álvaro Benjumea fue colosal. Concluyó que Vicente sabe ver al toro como ellos, como los profesionales. No cupo mayor elogio, viniendo de quien venía. Y lo hizo de corazón. Triunfo de ley.

La asistencia, nutrida y cualificada. Ganaderos toreros, gente del sector. Me alegró que Tomás Campos se acercara a saludarme. Me pareció hombre prudente, serio y que sabe lo que quiere. Al día siguiente, después de la faena de José Tomás a su primero, nos volvimos a encontrar en la plaza. El juicio que me hizo del trasteo del Monstruo fue preciso, sentido, profesional. Elogioso al máximo. Que la suerte te acompañe, Tomás Campos. Me hablaron muy bien de tu tarde de Madrid. A seguir en esa línea. Te mereces lo mejor.

Y de aquí paso a la tarde de San Pedro. Algeciras, a reventar. Sin sitio donde aparcar, donde comer, y casi por donde andar. La reventa, a 1000 € tendido de sombra. Ilusión a raudales. Gentes de toda clase y condición, con las expectativas por las nubes. De medio mundo llegaban unos y otros. El paseo, un clamor. Y el saludo de los toreros, una explosión de júbilo.

Cada torero llevó sus toros. Cuvillos para José Tomás, jandillas para su compañero de cartel. Los seis por encima de lo habitual en la plaza, según dijeron, y los primeros por encima de los segundos. Con mención especial para el quinto, que hubiera pasado, creo yo, en Bilbao.

El primor del toreo de capote de José Tomás al primero no se borrará de las retinas de nadie que sepa de qué va esto en los días de su vida. La faena, un alarde de personalidad, de sapiencia y de cómo remediar la carencia de fuerzas de un toro a la hora de crear una obre de arte. El tercero, simplemente, no sirvió. Y al calafate quinto le endosó José Tomás un faenón que yo creo que se lo dedicó a sí mismo. Técnica para dar y tomar. Valor a espuertas, superlativo.

jose tomas (1)
Foto: El Estoconazo

Las distancias, mínimas y el logro, máximo. No lo mató bien. Pero tanto dio, después de cuanto habíamos visto.

Perera quiso en todo momento dar generosamente cuanto atesora. Anduvo bien en su primero. Inmóvil, quieto como un palo, valiente a más no poder, en el del inmerecido indulto. Y a la altura de la tarde en el sexto, que brindó a José Tomás. La mejor tarde del año, dijeron, del extremeño, que valoró cabalmente cuanto había ocurrido en la jornada triunfal en El Mundo al día siguiente, hablando de independencia y de libertad en tiempos de adocenamiento y de una cierta esclavitud.

Un canto a la libertad recorría la plaza cuando, a noche caída, los dos toreros salían por la puerta grande. La tarde, para recordar. Los ánimos de la afición, por las nubes. El cuándo otra vez, entre interrogantes. Pero yo creo que todos valoramos más la existencia que la frecuencia. El saber que esto se puede repetir basta, quizás, para mantener la ilusión. Así que más vale que nadie nos frustre esa esperanza.

Así lo viví yo. Las reseñas las tenéis en los periódicos. Unánimes en el elogio para los dos toreros. José Tomás como siempre y Perera como nunca, dijo Zabala en su crónica. Servidor se lo firma. De la cruz, a la raya. Y amén.

Paquiro 2008
Premios Paquiro 2008
Paquiro 2009
Premios Paquiro 2009
Paquiro 2012
Premios Paquiro 2012

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Luis Abril Pérez, socio de la peña Taurina “Los de José y Juan”, es un alto ejecutivo que ha sido asesor de los presidentes de BBVA, Banesto, BSCH, Telefónica y ahora Iberdrola. Impulsor y animador del Premio Paquiro, de cuyo jurado fue secretario. Admirador declarado de José Tomás a quién sigue permanentemente y divulga su obra.