Hoy publicamos el tercer y último escrito de esta trilogía que nuestro socio Jesús Banegas dedica a «La Fiesta».
Por Jesús Banegas.
La fiesta tiene muy arraigada una función redentora. Después de sufrir penurias de todo tipo, es frecuente que un torero poco conocido o insuficientemente reconocido, gracias a una circunstancial demostración de sus méritos alcance notoriedad y dé un salto en su valoración por los públicos y por tanto los empresarios. Se trata de una justicia innata que siempre ha estado vigente en la fiesta. Todas las temporadas asistimos a fenómenos redentoristas: Diego Urdiales, Octavio Chacón y Pablo Aguado son recientes ejemplos.
Aquí, Las Ventas se lleva la palma.
Si la fiesta se mantiene en vigor es gracias a su larga tradición y la capacidad – a pesar de todo- de toreros, ganaderos y empresarios de adaptarse a los nuevos tiempos. Sólo una muy pequeña parte de cada gremio gana dinero, unos cuantos más se sostienen con dificultades y el resto lo pasa mal. La teoría económica no puede explicar la vigencia de la fiesta; hacen falta consideraciones sentimentales para entenderla.
Curiosamente y a diferencia de otros ámbitos económicos y culturales la capacidad lobística de la fiesta es paupérrima. Ninguno de sus tres ámbitos –ganaderos, toreros, empresarios- se ha caracterizado nunca por preocuparse seriamente por sus intereses corporativos Es ridículo que los toreros reclamen a los ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas la subvención de escuelas taurinas, cuando lo serio sería que fueran sufragadas con su propias aportaciones -un pequeñísimo porcentaje de sus ingresos-, que con una adecuada acción de lobby podrían ser deducibles como gasto en el IRPF.
Es asombroso que no haya una estructura representativa -una federación– de toreros, ganaderos y empresarios taurinos que con un staff profesional adecuado al caso vele, seria y permanentemente, por los intereses del sector.
Finalmente, la fiesta mantiene una genuina vitalidad en cuanto a la conservación y la transmisión de valores morales de tan grande vigencia como necesaria reivindicación en la España de nuestro tiempo.
Todos los toreros -incluyendo los novilleros– sin excepción, ofrecen en la calle una pulcrísima imagen, moderna pero ajena por completo a esas modas ¡postmodernas! –piercing, tatuajes, estilo cantinflesco… – que se han adueñado del futbol y la música pop, por ejemplo. Pero, además de sus impecables aspectos físicos, todos ellos se suelen expresar con claridad, rigor y respeto a lo sucedido en las plazas. Los valores que subyacen en todas las declaraciones de los toreros están enraizados en el aprendizaje, el respeto a los maestros a los que llaman de usted, el esfuerzo –nada viene dado, hay que esforzarse en conseguirlo–, el mérito –obtenido en la cara del toro que pone a cada uno en su sitio –, el trabajo bien hecho –no de cualquier manera sino sujeto a cánones–, el reconocimiento de los demás, la mejora constante, el sobreponerse a las dificultades, el compañerismo –ningún torero habla mal de otro, el sentido de la responsabilidad -la culpa si las cosas no salen bien no es de los demás-, la valentía para enfrentarse a las dificultades -de los toros y hasta del viento-, la fe hasta el final en sus posibilidades –que permite levantar faenas imposible–, la capacidad de superación de todo tipo de dificultades -ante el toro, los empresarios, el público-, el trabajo de entrenamiento incluso cuando vienen mal dadas, el volver a empezar olvidando las amarguras de los fracasos, ….
Si echamos una mirada a nuestro alrededor, vemos pocos ejemplos de este tipo de ética antigua y seria, antaño asociada a las más diversas prácticas profesionales. Nuestro toreros nos recuerdan que es posible una educación con valores, y un desarrollo profesional basado en el respeto al maestro, el esfuerzo, la superación de dificultades y la creatividad. Si necesitamos ejemplos de cómo se puede alcanzar el éxito por los caminos derechos y sin atajos, es en esos ámbitos donde los toreros tienen mucho que enseñar.
Jesus Banegas, socio de la Peña, es doctor en ciencias económicas, ingeniero, empresario, escritor y conferenciante sobre innovación tecnológica. Tras presidir largos años el sector tecnológico y ser vicepresidente de CEOE es actualmente presidente del Foro de la Sociedad Civil. Ha sido escritor esporádico de temas taurinos, sobre todo en la reeditada -en los pasados años 80, junto con Manuel Moles- revista El Ruedo y empresario taurino –Torifinsa––a finales del pasado siglo. Está en posesión de la Gran Cruz del Mérito Civil.