Querido aficionado

Querido aficionado:

Bienvenido a la web de la Peña Taurina “Los de José y Juan”.

Desde su fundación en el año 1951, Los de José y Juan nos hemos comprometido con la defensa del toreo clásico, que estimamos la garantía de supervivencia de las corridas de toros.

Esta página web es un recipiente de información del recuerdo de las tauromaquias, que no por diferentes son contradictorias, de José Gómez Ortega “Gallito” y Juan Belmonte, los referentes del toreo clásico, de las actividades de la Peña y de sus socios. Junto a ella está el blog donde reflejamos la información de actualidad, protagonizada o impulsada por nuestros socios.

Marcial Lalanda estimaba a la Peña “Los de José y Juan” como “el mayor coso intelectual taurino del mundo” y seguimos trabajando para que esto pudiera ser un timbre de orgullo actualmente, pues la Peña cuenta con sobrados activos de capital humano.

De la lectura de los escritos de Luis Fernández Salcedo, uno de nuestros socios fundadores, aprendí que el buen humor, el amor y la comprensión de las circunstancias de la fiesta, no están reñidas con la intransigencia en la defensa de la integridad de la misma.

Permitidme que os convoque para esa defensa, disfrute y recuerdo de la tauromaquia desde la modestia de nuestras posibilidades, con el convencimiento de que la mezcla de fiesta, rito y espectáculo que son las corridas de toros, representan unos valores de defensa de la cultura y la naturaleza, que permiten enraizar mejor al hombre en la sociedad.

Andrés de Miguel

Presidente

Los toros son cultura

Pablo Picasso. Toros y Toreros

Por Juan Manuel Albendea. Artículo publicado en el diario ABC.

En la reciente comparecencia del ministro de Cultura, señor Rodríguez Uribe, en el Congreso de los Diputados para expresar los apoyos a las distintas actividades culturales con motivo de la crisis sanitaria que padecemos, no hubo la más mínima alusión a la Tauromaquia. Como si el virus no hubiera afectado al sector taurino. Ni Fallas de Valencia, ni Feria de Sevilla, ni San Isidro en Madrid y muy probablemente ni San Fermín en Pamplona.

Cuando en el Congreso de los Diputados tuve el honor de defender el proyecto de ley que declaraba los toros como bien de interés cultural manifesté que mi primer sentimiento era el de la envidia, sí envidia sana de nuestra vecina Francia que, con mucha menos tradición cultural taurina que nosotros y con muchísimas menos ciudades con plazas de toros que España, nos adelantó dos años, en hacer la declaración de los espectáculos taurinos como patrimonio cultural inmaterial.

El carácter evidentemente cultural de la fiesta de los toros y la atención que le han prestado a la misma los intelectuales españoles es abrumadora. Ortega y Gasset escribió de las corridas de toros: “Esa fiesta que durante dos siglos ha sido el hontanar de mayor felicidad para el mayor número de españoles. Afirmo de la manera más taxativa que no puede comprender bien la historia de España desde 1650 hasta hoy quien no se haya construido la historia de las corridas de toros en sentido estricto del término, no de la fiesta de los toros que vagamente ha existido en la Península desde hace tres milenios sino lo que nosotros actualmente llamamos con ese nombre”.

Otro intelectual, Enrique Tierno Galván en su ensayo “Los toros, acontecimiento nacional” escribe: “Al torero se le llama artista en el sentido de creador de belleza, y desde luego lo es teniendo plena conciencia de que la figura y la dignidad plástica prestan al lance un peculiar estilo que elevan la lidia al máximum de tensión estética, belleza y galanura ante la muerte. ¿Cabe tema estético de mayor vitalidad?”. Federico García Lorca, pocos meses antes de ser vilmente asesinado, escribió: “Creo que los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo”. Y añadió: “El toreo es probablemente la riqueza poética y vital mayor de España” También el Premio Nobel Mario Vargas Llosa hizo una admirable comparación entre el toreo y otras artes y dice así: “Para quien goza de una extraordinaria faena, los toros representan una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo”.

En las artes plásticas, podríamos centrarnos en esos dos fantásticos artistas que fueron Goya y Picasso. Sin su Tauromaquia y todo el conjunto de su pintura taurina, Goya tendría otra dimensión en el panorama artístico mundial. Más prolífica si cabe en el tema taurino fue la pintura de Picasso. El Minotauro o la simbología taurina del Guernica revelan la importancia que este artista concedía a la Tauromaquia. También, abusando del espacio podríamos detenernos en la pintura taurina de Salvador Dalí, Joan Miró, Daniel Vázquez Diaz, Ignacio Zuloaga, Gutiérrez Solana o Roberto Domingo.

¿Y cómo podemos olvidarnos en la escultura taurina de Mariano Benlliure, de Sebastián Miranda, de Juan Cristóbal o de Manuel Huguet? Tampoco podemos olvidarnos de la composición musical relacionada con los toros: Bizet, Turina , Sorozábal, Arrieta, Bretón, etc. Otra manifestación cultural es el flamenco, declarado por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y sin olvidar el cancionero popular, cuya manifestación más antigua relacionada con los toros es la Cantiga 144 de Alfonso X el Sabio. El, cine tampoco podía estar ajeno al mundo de los toros. Películas como “Sangre y Arena”, “El niño de las monjas”, “Currito de la Cruz”, “Mi tío Jacinto”, “Los clarines del miedo”, etc.

Pues, por lo visto, para el ministro de Cultura, todas estas manifestaciones culturales carecen de sentido y no quiere ni oír hablar de eso. Se salta a la torera (aunque no sea aficionado) la Ley 18/2013 de 12 de noviembre en la que se declara a la Tauromaquia como patrimonio cultural digno de protección en todo el territorio nacional.

Juan Manuel Albendea Pavón, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, ha sido Diputado por Sevilla en el Congreso de los Diputados por el Partido Popular en cinco legislaturas, fue Presidente de la Comisión de Cultura que presentó la “Ley para la regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural” en 2013. Anteriormente fue un alto ejecutivo de la banca. Ejerció la crítica taurina en el diario EL PAÍS, con el pseudónimo de Gonzalo Argote.

CARTA ABIERTA AL MINISTRO DE CULTURA

La situación social y económica derivada de la pandemia, está revelando una actitud de la Administración Pública dirigida por el actual gobierno que entendemos que discrimina negativamente a la tauromaquia, los profesionales que participan y viven de ella, e incluso al derecho de los aficionados y el público a disfrutarla.

La Peña Taurina “Los de José y Juan” hemos enviado esta Carta abierta al Ministro de Cultura, en el que reivindicamos nuestro derecho como aficionados, a la no discriminación en las medidas necesarias para preservar la Tauromaquia.

Texto de la carta entregada el miércoles 3 de junio en Registro oficial.

Excelentísimo Señor Don José Manuel Rodríguez Uribes

Ministro de Cultura y Deporte

Plaza del Rey, 1

28004 Madrid

Madrid, 1 de junio de 2020

Carta abierta al Ministro de Cultura

Excelentísimo Sr. Rodríguez Uribes, Ministro de Cultura:

La Peña Taurina “Los de José y Juan”, fundada en 1951, se suma a las numerosas declaraciones registradas en las últimas semanas que reclaman al Gobierno, en general, y al Ministerio de Cultura, en particular, la adopción de las medidas necesarias para preservar el presente y futuro de nuestra Tauromaquia y que han expresado asimismo su profunda repulsa por las muestras de dejadez e, incluso, hostilidad que el Ejecutivo está mostrando al respecto.

Es verdad que la decisión de incorporar a los profesionales del sector taurino a las ayudas CREA establecidas por el Gobierno, anunciada por usted mismo el pasado viernes en la Comisión de Cultura del Congreso, es un gesto positivo que nos gustaría interpretar como un cambio de actitud.

No obstante, hemos también de subrayar que este obligado gesto de respeto a los derechos de los profesionales del sector, en tanto que trabajadores culturales, no hace más que corregir una escandalosa situación de discriminación laboral que se había producido en fechas anteriores, sin que ello suponga la asunción por su parte de las responsabilidades que competen al Gobierno y el Ministerio de Cultura en relación con la Tauromaquia.

Porque se trata de esto: de que ambos asuman sus responsabilidades en esta materia, sobre todo en estos críticos momentos. Para el Gobierno español, para cualquier Gobierno español, la defensa de la Tauromaquia no es un una opción elegible que se pueda tomar o no en función de deseos personales, apetencias, caprichos o prejuicios ideológicos, sino una obligación legal.

Aunque debiera ser innecesario, parece forzoso recordar que la Ley 18/2013, de 12 de noviembre, para la regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural, declara en sus artículos 2 y 3 que “la Tauromaquia forma parte del patrimonio cultural digno de protección en todo el territorio nacional” y que “en su condición de patrimonio cultural, los poderes públicos garantizarán la conservación de la Tauromaquia y promoverán su enriquecimiento, de acuerdo con lo previsto en el artículo 46 de la Constitución”.

Por añadidura, Ley 10/2015, de 26 de mayo, para la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, incluye expresamente la Tauromaquia, en su disposición sexta final, entre las manifestaciones de nuestro “patrimonio cultural” y recuerda en su Preámbulo que, “para la regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural”, la legislación vigente “encomienda expresamente al Gobierno el impulso de las reformas normativas necesarias para recoger, dentro de la legislación española, el mandato y objetivos de la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial ”.

Insistimos, Sr. Ministro: lo que reclamamos es algo tan básico como que nuestro Gobierno asuma las responsabilidades que le fija la legislación española en materia de defensa e impulso de la Tauromaquia como una de las materializaciones de nuestro patrimonio cultural.

Porque también se trata de esto último; es decir, de que la Tauromaquia es cultura. Como muy bien ha declarado la Fundación Toro de Lidia —organización que agrupa a los diversos estamentos profesionales del sector— en una carta abierta dirigida al vicepresidente segundo del Gobierno español, “nosotros no reivindicamos que seamos una práctica cultural. Nosotros somos una práctica cultural. Punto”.

En este mismo sentido, debiera ser ocioso recordar que, como bien han establecido de manera repetida organizaciones y profesionales expertos en la materia, la consideración de una práctica o expresión social determinada como cultura no es algo que dependa, nuevamente, de apetencias personales o de prejuicios ideológicos, sino que es el resultado de la conjunción de una amplia variedad de factores históricos, sociales, estéticos que operan de manera objetiva y que la Tauromaquia cumple sobradamente.

Añadamos a lo anterior que más de 3 millones de ciudadanos acuden cada año a presenciar espectáculos taurinos en directo, una cantidad muy superior, por cierto, a la de otras manifestaciones culturales y deportivas que no son víctimas de la dejación del Gobierno; que a ellos hay que añadir los numerosos ciudadanos que no los contemplan en directo, sino por medios audiovisuales, o que los siguen por los medios de comunicación; que a ellos habría que sumar también cuantos sin hacer un seguimiento puntual de esos espectáculos, los consideran una legítima expresión cultural; y que, por último, habría asimismo que añadirles los millones de españoles que, sean o no aficionados, estén o no interesados por la Tauromaquia, asumen como incuestionable principio, garantizado por la Declaración universal de los derechos humanos, que cualquier ciudadano pueda ejercer libremente su derecho a asistir a los espectáculos culturales que son de su agrado, sin que ninguna decisión de carácter político pueda coartar esta libertad.

Además, es forzoso tener en cuenta que la supervivencia del propio toro bravo depende inexorablemente de la existencia de la Tauromaquia; que lo mismo le ocurre a una parte muy importante de nuestro patrimonio rural; que hay decenas de miles de españoles (profesionales de los espectáculos, ganaderos, empleados, gestores, etc.) cuyos medios de supervivencia proceden de los espectáculos taurinos; y que estos últimos hacen una elevada contribución económica a nuestro PIB y a nuestra Hacienda que muy pocas veces es suficientemente reconocida.

En definitiva, Sr. Ministro, sin necesidad de entrar en más argumentos o detalles por el momento, poderosas razones legales, culturales, sociales y económicas requieren que nuestro Gobierno y el Ministerio de Cultura asuman la protección y defensa de una de las manifestaciones culturales más genuinas de nuestro país.

Y esto han de hacerlo, más allá de los gustos personales que puedan tener algunos de sus miembros, para asumir lealmente la obligación de cumplir sus responsabilidades, evitando censurables situaciones de discriminación y corrigiendo el trato inaceptable que actualmente está recibiendo nuestra Tauromaquia por parte de ambos.

Exponemos todo lo anterior desde la humildad que corresponde a una asociación que está integrada, por decisión estatutaria de sus fundadores, por un número máximo y no superable de 50 miembros; pero que, a lo largo de sus 69 años de continua y permanente actividad, ha dado suficientes pruebas de su capacidad de recoger y defender los sentimientos, sensibilidades y convicciones de muchos aficionados españoles, pues no en balde cuenta como socios con personas pertenecientes a un amplio abanico profesional e ideológico.

Y lo hace, además, cumpliendo con el deber que le asignan sus estatutos de “contribuir con todo su entusiasmo y posibilidades al engrandecimiento, prestigio y pureza” de la Tauromaquia, “entendida como bien cultural del pueblo español”.

No otra cosa que esto, es decir, el cumplimiento de un deber, es lo que le solicitamos con nuestra mejor disposición y respeto.

Peña Taurina “Los de José y Juan”

Andrés Ignacio de Miguel González

Presidente

PASEO VIRTUAL GALLISTA POR MADRID

En la conmemoración del Centenario de la muerte de Joselito, que se ha quedado en virtual, nuestro socio Juan Salazar ha realizado, entre los distintos paseos gallistas previstos por Madrid y Sevilla, un recorrido por diferentes lugares unidos a la presencia de Joselito en Madrid.

Como buen paseo virtual se ha grabado y publicado en youtube para el Aula de Tauromaquia del CEU.

 

Juan Salazar es madrileño, licenciado en Farmacia y MBA por el Instituto de Empresa. Abonado a la Plaza de Las Ventas, es miembro de la Unión de Bibliófilos Taurinos, colaborador en la sección taurina de Radio Ya y autor del libro de recuerdos taurinos “Remembranzas Imaginarias; Madrid Museo Taurino Abierto”.

Joselito sigue vivo

Artículo publicado en «La Tercera» de ABC, el 16 de mayo de 2020, día en que se conmemora el centenario de la muerte de Joselito en Talavera de la Reina, por el profesor Andrés Amorós, socio de «Los de José y Juan».

Hace exactamente cien años, el 16 de mayo de 1920, murió Joselito El Gallo. Tenía veinticinco años. Su muerte marcó el final de la Edad de Oro de la Tauromaquia. ABC dió la mejor información de la tragedia porque su ilustre crítico, Gregorio Corrochano, fue el único que presenció la corrida.

En muchas tertulias, acabamos hablando todos de José y Juan, aunque ninguno los hayamos visto torear. No es tan raro. Una persona culta sabe cuál es el sentido de la filosofía de Platón y de Aristóteles aunque no se haya ido de copas con ellos.

Representan dos polos opuestos y complementarios: el predominio (no la exclusividad) de la técnica frente a la estética; la cabeza o el corazón; lo apolíneo o lo dionisíaco… Históricamente, el final de la lidia clásica y el comienzo del toreo moderno. Con el tiempo –como dijo Dámaso Alonso de Don Quijote y Sancho-, Joselito se «belmontiza» y Belmonte se «joselitiza»: asimilaron, los dos, muchas cosas de su rival. ¿A dónde hubiera llegado José, si no lo mata un toro? Nunca lo sabremos…

«Juan Belmonte era un personaje genial, hubiera destacado en cualquier terreno. Joselito, en cambio, no era nada más que torero»

Fueron seguidores de Joselito los grandes profesionales que yo he leído (Ignacio Sánchez Mejías, Gregorio Corrochano, Camará) o conocido: Marcial Lalanda, Domingo Ortega, Alfredo Corrochano, los Dominguín, los Vázquez, los Lozano… Se apasionaron por Belmonte los grandes escritores y artistas, a partir de Valle-Inclán y Pérez de Ayala.

Otro dato objetivo los diferencia: Juan Belmonte era un personaje genial, hubiera destacado en cualquier terreno, tenía múltiples inquietudes: soñaba con explorar África; se apasionaba por las novelas francesas… Joselito, en cambio, no era nada más que torero; no podemos imaginarlo dedicado a ninguna otra cosa.

Me contaba Marcial Lalanda que, en agosto, si le quedaba una fecha libre –por ejemplo, viajando de Almería a Bilbao-, Joselito pedía que le encerrasen un toro: no podía estar ni un día sin torear. Escribe Corrochano: «Cuando no torea, piensa y habla de toros. No sabe hablar de otra cosa ni ser otra cosa».

Eso determina el tipo de libro que se escribe sobre cada uno. Sobre Belmonte, una biografía novelada, la que redacta, casi al dictado, el gran periodista –no taurino- Chaves Nogales: «Juan Belmonte, matador de toros». Sobre Joselito, uno de los tratados de técnica taurina más completos, el de Gregorio Corrochano: «¿Qué es torear? Introducción a la Tauromaquia de Joselito». Para introducirse en la Fiesta, el libro de Chaves Nogales es apasionante. Para profundizar en su conocimiento, el de Corrochano es esencial. Lógicamente, una biografía es más atractiva, para el gran público, que un tratado técnico. (Por eso dice Antonio Burgos que Juan le ganó la batalla a José… en Alianza Editorial).

Cumbre de la lidia clásica

Los dos rivales eran también grandes amigos. Una vez, Joselito le dijo a Belmonte: «Tú puedes torear un toro mejor que yo, pero yo soy mejor torero que tú». Estaba definiendo sus Tauromaquias: él era un torero más completo, quería dominar todos los toros y todas las suertes. Ésa es la cumbre de la lidia clásica, según Corrochano: «Torear es mandar en el toro». Es la línea que siguen, hasta hoy mismo, todos los diestros poderosos, dominadores.

Había nacido Gallito –así le llamaban, al comienzo- en una ilustre dinastía de toreros, los Gallos: era hijo de Fernando y hermano menor del genial Rafael. En 1899, Victoriano de la Feria fue a hacerle una entrevista a Rafael, a la casa familiar de Gelves, y se sorprendió al ver a un niño «que cuenta cuatro años de edad, ejecutando, con una destreza impropia, varias suertes del toreo».

Una vez, Joselito le dijo a Belmonte: «Tú puedes torear un toro mejor que yo, pero yo soy mejor torero que tú»

Eduardo Miura le contó a Corrochano cómo se reveló Joselito, en un tentadero de su casa, al torear con la izquierda una becerra difícil, que había derribado a su hermano Rafael, ya matador de toros:

«José, riéndose, le hizo el quite. ‘¿Por qué habías visto que no se podía torear con la mano derecha?, le preguntaron. ‘Pues porque, desde que salió, hizo cosas de estar toreada. No pueden haberla toreado más que en el herradero y, como los muchachos que torean, al herrar las becerritas, torean con la derecha, comprendí que, al achuchar por el lado izquierdo, por el derecho no se podía ni tocar. Y ya lo han visto ustedes’. Entonces se cayó en la cuenta de que, efectivamente, la habían toreado los muchachos del herradero».

Tenía entonces Joselito trece años. Uno más tenía Mozart cuando escuchó, en la Capilla Sixtina, el «Miserere» de Allegri, una obra que estaba prohibido copiar, y, después de haberla oído sólo una vez, la transcribió entera, de memoria. No siempre degeneran los genios precoces…

Innumerables anécdotas

Esa capacidad para ver al toro la mantuvo José toda su vida y le permitió dominar a las reses más difíciles. Son innumerables las anécdotas que lo prueban. Toreaba un Miura que parecía imposible y un espectador le gritó que, con ése, no iba a poder. Contestó: «A ver si se deja picar». Cuando lo picaron, añadió: «Ya puedo con él. Al quinto pase, le cojo el pitón». Y así lo hizo. Por eso decían que le había parido una vaca; que un toro no le podía coger, si no le tiraba un cuerno…

En siete años de alternativa, toreó veintidós corridas como único espada (en casi todas, además, estoqueó el sobrero). A lo largo de toda su carrera, mató más de mil quinientos toros; sólo en Madrid, ochenta y una corridas…

Tenía el orgullo profesional que todo gran torero necesita.

Toreaba seis toros en Valencia y un espectador le gritó: «Eso, con Miuras». Contestó: «Al año próximo». Y así exigió que se anunciara. Cuando le hablaban de que, en Madrid, despuntaba un joven, pedía: «¡Que me lo pongan!» Así acabó con más de uno.

Además de torear, se preocupaba por todos los aspectos de la Fiesta: inspiró las Plazas Monumentales -la de Sevilla, la de Madrid- para que las entradas no fueran demasiado caras y no se perdiera la raíz popular. Vio claro que el toro debía evolucionar, para permitir un toreo más perfecto.

«Bach es la música; Cervantes, la novela; Shakespeare; el teatro; Joselito, el toreo»

Todo esto son, como pedía Stendhal, «detalles exactos», indiscutibles. Añado mi opinión personal. Hay artistas que se identifican tanto con su arte que acaban encarnándolo (y así lo reconocen los profesionales): Bach es la música; Cervantes, la novela; Shakespeare; el teatro; Joselito, el toreo.

Acercó la lidia a una ciencia exacta… hasta donde eso es posible. Lo reconoció Corrochano, consternado: «¿Qué es torear? Yo no lo sé. Creí que lo sabía Joselito y vi cómo lo mató un toro».

Cuando murió, sentenció El Guerra: «Se acabaron los toros». Se equivocaba: mueren los artistas pero el arte nunca se acaba. Lo decía Valle-Inclán: «Sirve para pasar el invierno: es la eterna primavera».

Acertó Ignacio Sánchez Mejías, que lo adoraba: «El torero no tiene más peligro que dejar de existir. Su muerte no está en la Plaza, sino en la casa. Joselito está vivo, más vivo que nunca».

Totalmente vivo sigue su legado, cien años después.

Andrés Amorós, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, es doctor en Filología Románica y catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid.  Ha publicado obras relevantes sobre la tauromaquia y actualmente ejerce la crítica taurina en el diario ABC de Madrid. Entre sus galardones destacan el Premio Nacional de Ensayo, el Premio Nacional de la Crítica Literaria, el Premio Fastenrath de la Real Academia Española y el Premio José María de Cossío.

El análisis de Andrés Amorós: el toreo no existe para el Gobierno

Artículo escrito por Andrés Amorós.

Un ataque radical a la Tauromaquia de Pablo Iglesias ha indignado a aficionados y profesionales taurinos. Ya había dicho cosas parecidas pero esta vez ha sido en el Senado y como vicepresidente del Gobierno. A la vez, los toreros denuncian la discriminación del Gobierno al denegarles las prestaciones por desempleo, concedidas a otros artistas. Una vez más, les han tomado el pelo de una manera lamentable, abusando de su buena fe.

1. Ni nombrarlos

Al presentar las ayudas a los artistas, el ministro de Cultura ni siquiera mencionó la Tauromaquia. No fue un lapsus oral sino algo deliberado: en el Real Decreto tampoco aparece esa palabra. ¿Cabe mayor desprecio? Se trata a los profesionales taurinos como a apestados o leprosos, en su lazareto, que no merecen ni siquiera ser mencionados: es lógico que el funcionario que recibe su solicitud la deniegue. Para el Ministerio de Cultura, los toros no existen.

2. Las causas

El Gobierno trata así a los toreros por varias causas: 1/ Porque no tiene dinero suficiente. 2/ Porque, preso en su supuesto «progresismo», no quiere nada con la Fiesta. 3/ Porque teme las reacciones de los antitaurinos. 4/ Porque no quiere disgustar a su vicepresidente segundo.

3. ¿Tiene arreglo?

¡Por supuesto! Igual que tantas medidas anunciadas por el Gobierno y, luego, corregidas. La ambigüedad del Decreto lo permite perfectamente. Lo que hace falta es querer hacerlo. ¿Por qué lo harían? Solamente si se produce una reacción social fuerte. Ya lo hemos visto: bastaron las declaraciones de Juan Echanove y Lluís Pasqual para que el ministro de Cultura se apresurara a recibir a los actores. Se han equivocado los profesionales taurinos, confiando en las buenas palabras y creyendo que era mejor callarse, esperando que les concedieran alguna ayuda. Lo único que moverá al Gobierno es una movilización amplia de todo el mundo taurino, profesionales y aficionados, advirtiendo que, si tratan así a la Fiesta, ninguno volverá a votar al PSOE: esto sí lo entenderían. Por este camino comienza a ir, tímidamente, el comunicado de la Unión de Toreros: «Quizá haya llegado el momento de posicionarnos frente a quienes nos niegan el derecho a existir».

4. Al fondo, Pablo Iglesias

Aclaran este conflicto las frases de Pablo Iglesias sobre la Fiesta, en el Senado: «Me incomoda enormemente que se reivindiquen las corridas como una práctica cultural». Y propone un referéndum sobre su pervivencia. Le ha dado ya cumplida respuesta Victorino Martín, desde la Fundación del Toro de Lidia. Su conclusión es indiscutible: «La cultura no es cómoda, la cultura es libre». ¡Qué triste tener que recordarle esto a un vicepresidente del Gobierno! Él está obligado a conocer que, por ley, la Tauromaquia forma parte de nuestro patrimonio cultural y que las autoridades están obligadas a defenderla y promoverla.

Tan cultos, por lo menos, como es Pablo Iglesias –y, alguno de ellos, tan comunista como él–, fueron algunos apasionados de los toros como Rafael Alberti, Miguel Hernández, Goya, Picasso, Hemingway, Orson Welles, Francis Bacon, Tierno Galván… Supongo que recuerda Iglesias una famosa frase de Federico García Lorca: «Es la Fiesta más culta que hay hoy en el mundo». Quizá él opine que Lorca era un inculto y un facha…

Pablo Iglesias tiene derecho a que le incomode enormemente el hecho indiscutible de que la Tauromaquia forma parte de la cultura popular de nuestro pueblo. A algunos españoles, aficionados o no a los toros, les incomoda enormemente que alguien como él sea vicepresidente del Gobierno de España.

Andrés Amorós, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, es doctor en Filología Románica y catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid.  Ha publicado obras relevantes sobre la tauromaquia y actualmente ejerce la crítica taurina en el diario ABC de Madrid. Entre sus galardones destacan el Premio Nacional de Ensayo, el Premio Nacional de la Crítica Literaria, el Premio Fastenrath de la Real Academia Española y el Premio José María de Cossío.