Naturales mandones de Perera a un encastado Victorino

Crónica de la última de feria escrita por Andrés Amorós, socio de «Los de José y Juan», para el diario El Debate.

Por la mañana, la lluvia no puede con el desfile de la Hispanidad: aguantan, impertérritos, las tropas que desfilan y el público, que los aclaman. Aunque algunos políticos puedan creerlo, el patriotismo no ha muerto del todo en España. Cesa la lluvia y, por la tarde, se celebra la corrida de la Hispanidad. Me lo decía con acierto mi amigo Antonio Gala: la lengua y los toros son dos de los mayores vínculos que continúan uniendo a España con Hispanoamérica.

Los toros de Victorino Martín tienen casta, fuerza y buenos pitones. Con estos toros, presenciamos otra Fiesta, muy distinta de la de tantas tardes. Los lidian dos diestros poderosos; los dos, extremeños, Miguel Ángel Perera y Emilio de Justo. Los dos cortan un trofeo; en el caso de Emilio, pierde alguno más por la espada, pero lo más destacado de la tarde lo ha hecho Perera en el tercer toro, con naturales clásicos de categoría.

Por su capacidad y valor sereno, a Miguel Ángel Perera lo respetan mucho los profesionales. Sus dos lunares son alargar las faenas y la espada. El primero, veleto, humilla pero flaquea, cumple en varas. Quita de Justo por ceñidas chicuelinas. Con oficio, Perera lo va metiendo en la muleta, aunque el toro es pegajosito y humilla poco. Mata sin convicción, a la tercera. No ha pasado nada.

Reciben con aplausos al tercero, abierto de pitones, que sale con pies y humilla. Perera juega bien los brazos a la verónica. El toro empuja con los riñones, en varas; acude pronto a la muleta y repite. Los derechazos de mano baja tienen hondura. Los naturales suaves, impecables, levantan un clamor, aunque el toro entrampilla al torero. Un gran toro este Escusano, bravo y noble, y un excelente toreo al natural. Faena clásica, de torero maduro, rematada con un gran volapié hasta la mano: justa oreja y gran ovación a un bravo toro.

Foto: EFE

Echa las manos por delante y no se entrega el quinto. Perera lo va metiendo en la muleta con más oficio que brillo porque el toro embiste con sosería y eso es lo que menos se espera de un Victorino. El trasteo de Perera es correcto, sin más: le piden que no lo alargue. Mata caído.

Emilio de Justo ha mostrado esta temporada estar totalmente recuperado de su terrible percance del año pasado. Eso le ha permitido torear con más naturalidad, sin rigidez. Lidia bien al segundo, lo deja lejos del caballo, como aquí gusta, y el toro va a más, aunque le pican trasero. Los derechazos tienen emoción pero, por la izquierda, el toro queda corto, tiene peligro. Una faena valiente, que queda a medias, y mata a la tercera. Aplauden algo al toro y el diestro saluda.

Foto: EFE

El cuarto embiste con codicia de salida pero se va del caballo; se viene arriba en banderillas. Emilio corre la mano, tragando mucho. ( Los «¡vivas!» a la Virgen del Pilar, en medio de una faena emocionante, son inoportunos). El toro se cierne cada vez más, acaba enganchándolo. Visiblemente dolorido, vuelve a la cara del toro, echándole lo que hay que echar. Citando muy de frente, logra naturales lucidos, aunque el toro acaba queriendo irse. Ha sido una faena de torero macho, decían antes de la dictadura de la corrección política. Pierde el trofeo por pinchar seis veces, entrando de lejos (parece que ha perdido el sitio con la espada).

El último sale suelto, le dan demasiados capotazos. En la muleta, en cambio, saca nobleza, repite con clase, le permite a Emilio trazar muletazos con gusto. La gente está con él, en esta faena ardorosa. Esta vez sí acierta en la estocada. Aunque el bravo toro tarda en caer, como sus hermanos, y suenan dos avisos, el público exige la oreja.

No ha sido mal final de temporada: toros encastados, que permiten el buen toreo. Lo peor, la duración, dos horas y media, y el número de avisos (ocho). Parece que estas dos cosas no tienen remedio.

Es de noche cerrada cuando salimos de Las Ventas. Ha sido la última corrida del año en Madrid, se acerca el invierno. Debería ser tiempo para reflexionar y que todos los profesionales se unieran, para resolver los problemas pendientes. Entre otras cosas, sería muy malo que no volviera a haber un canal taurino de televisión. Pero, a pesar de los políticos sectarios e ignorantes, que odian a España y a la Tauromaquia, ésta no está en peligro porque es un arte y el arte nunca muere: como decía Valle-Inclán, nos ayuda a pasar el frío del invierno.

Si Dios quiere, seguiremos hablando de toros con los lectores de El Debate, hasta que llegue de nuevo la primavera y, con ella, los festejos taurinos.

LECCIONES ECONÓMICAS DE LA FIESTA

Hoy publicamos la segunda parte de esta lúcida trilogía que nuestro socio Jesús Banegas dedica a «La Fiesta».

Por Jesús Banegas.

Los padres escolásticos de la Universidad de Salamanca -pioneros de la ciencia económica- dejaron establecida con una gran vigencia doctrinal la teoría del valor, según la cual el precio de las cosas no depende de los costes de producción, sino de la apreciación subjetiva del mercado, es decir, del público.

Si la fiesta mantiene su vigor es porque el valor subjetivo de la gente por la faena de Manzanares en la corrida de Beneficiencia de 2017 y la reciente en Sevilla de Pablo Aguado es muy alto;  mientras que el que otorgan a las divisas duras y los toreros valientes -no siempre bien dotados- es muy bajo. Como empresario, aprendí -perdiendo dinero- que la gente va a los toros por dos muy poderosas razones: en las fiestas –por tradición– y a las corridas que puedan ofrecer grandes faenas las figuras. Fuera de los días de fiesta y sin contar con los toreros de moda, la gente simplemente no va a los toros. Y sin gente, no hay fiesta.

Un curioso y mayúsculo ejemplo de la teoría económica del valor -de enorme importancia doctrinal para explicar la riqueza de las naciones- que la fiesta puede dar al mundo son los precios relativos de las localidades. Sólo muy recientemente, algunas -poquísimas- salas de espectáculos –futbol, conciertos, teatros–  en el mundo discriminan el precio de las entradas más allá de tres o cuatro categorías, dentro de la cuales todas cuestan lo mismo. En las plazas de toros la variedad es casi tan grande como la apreciación subjetiva del público: sol, sombra, proximidad a los toriles, barreras, palcos, delanteras, filas, etc. En Las Ventas hay casi un centenar de precios distintos para elegir: varias decenas de veces más que en cualquier otro espectáculo.

Sin  embargo, a pesar de la descrita lección de discriminación de precios que la fiesta puede dar a todos los demás espectáculos, conserva una limitación anacrónica en las plazas –casi todas- de propiedad pública: en las ferias las entradas cuestan lo mismo con independencia de los carteles y no se pueden plantear corridas con precios libres. Lo razonable sería que el abono consistiera en un pago fijo asociado al valor de cada localidad, que daría derecho preferente dentro de un plazo a adquirir en cada corrida la/las entradas abonadas. Además los precios deberían abaratarse en las corridas con menos demanda –para incentivarla– y encarecerlos en las de mayores expectativas de los aficionados, en una escala de cuatro niveles; al que cabría añadir, por supuesto, corridas de precios libres. El mero anuncio de estas crearía gran expectación mediática que favorecería la popularidad de la fiesta. ¿Qué tal el regreso de José Tomás a Las Ventas con entradas subastadas por Internet?

Jesús Banegas, socio de la Peña Taurina Los de José y Juan, es doctor en ciencias económicas, ingeniero, empresario, escritor y conferenciante sobre innovación tecnológica. Tras presidir largos años el sector tecnológico y ser vicepresidente de CEOE es actualmente presidente del Foro de la Sociedad Civil. Ha sido escritor esporádico de temas taurinos, sobre todo en la reeditada -en los pasados años 80, junto con Manuel Moles- revista El Ruedo  y empresario taurino –Torifinsa––a finales del pasado siglo. Está en posesión de la Gran Cruz del Mérito Civil.

Juan Manuel Albendea: «Pepe Luis era la naturalidad en esencia y una persona excepcional»

Entrevista a Juan Manuel Albendea, socio de la Peña Taurina «Los de José y Juan» publicada en el diario ABC.

«Pepe Luis Vázquez. La naturalidad en el toreo» es el número 22 de la colección Tauromaquias (Editorial Universidad de Sevilla). El volumen, que cuenta con prestigiosas firmas, es el cuarto título dedicado a un torero sevillano. Juan Manuel Albendea, coordinador junto a Rogelio Reyes Cano y Carlos del Barco, nos descubre las claves de una obra imprescindible y repasa la actualidad taurina en su condición de gran aficionado.

Ya existe bibliografía sobre Pepe Luis, ¿por qué un nuevo libro?

La Fundación de Estudios Taurinos quiere hacer libros de los toreros que han sido máximas figuras. Ya hicimos el de Joselito, Juan Belmonte e Ignacio Sánchez Mejías. Creo que era necesario y no va a ser el último. Pepe Luis Vázquez es una de las máximas figuras de la tauromaquia y además es sevillano. Estamos encantados con el libro.

No es el primer homenaje al torero.

En el 50 aniversario de su alternativa, se organizó un ciclo de conferencias y mesas redondas. Y en la Maestranza se celebró un homenaje, siendo Luis Manuel Halcón teniente de hermano mayor y yo presidente de la Fundación. Fue una noche muy emotiva. Le propuse cenar en el ruedo y me contestó que no era el lugar decuado porque allí había habido mucha sangre y mucho dolor.

¿Es la naturalidad el rasgo que define a Pepe Luis?

Sin duda alguna. Es un artista. Hay quien ha comparado su toreo con la música de Mozart.

Y naturalidaden su forma de ser.

Así es, era muy sencillo. Tuve muchas conversaciones con él y nunca le escuché presumir de nada, ni siquiera lo hacía en la plaza a pesar de tener motivos. Todo en él era de verdad. Era la naturalidad en esencia y una persona excepcional con mucha modestia a pesar de tener una gran personalidad.

¿Ha sido difícil reunir tantas firmas?

Hemos estado trabajando tres o cuatro meses pero ha sido una tarea gratificante. No quiero olvidarme de nadie sino más bien agradecer a todos su trabajo: catedráticos y académicos, toreros y hasta ex ministros como Manuel Clavero. Y quiero agradecer a la familia de Pepe Luis por cedernos material gráfico, el trabajo de Rogelio Reyes Cano y Carlos del Barco como coordinadores y cómo no a la Real Maestranza que lo hace posible con su apoyo económico.

La obra tiene el valor añadido de los testimonios de quienes lo conocieron.

Contamos con una carta que escribe su hijo Pepe Luis, Curro Romero, los hermanos Miura, Enriqueta Vila, Carlos Urquijo… y en la primera parte, destaca el artículo de Nicolás Salas, que nos entregó su texto días antes de morir. Aporta datos de la Sevilla de su tiempo.

El suyo habla del toreo en la época de Pepe Luis, ¿qué nos puede avanzar?

Al empezar Pepe Luis los toros no tenían cuatro años porque durante la guerra se había matado muchos a causa del hambre, sobre todo en la zona republicana. En los años 40 las ganaderías no podían esperar a que los toros cumplieran los cuatro años. Se lidiaron toros con menos edad y menos quilos.

¿Qué ha supuesto Pepe Luis en la historia del toreo?

Pepe Luis por ser de Sevilla tenía gracia, sin duda, aunque sobre todo era la naturalidad y un conocimiento inmediato y sorprendente de las características de los toros. Era inteligente y natural en todo. Estuvo muchos años toreando a diario en el matadero, ahí fomentó su afición y allí había de todo.

¿Hay diferencias con el toreo de hoy?

El toreo actual lo veo más homogéneo, me da la impresión de que hay muchos toreros que torean igual. No sé si es por las escuelas taurinas.

Su opinión tiene la perspectiva de haber conocido muchas épocas.

Llevo 42 años de abonado en Sevilla y otros tantos en Madrid donde tuve la fortuna de formar parte del Club Taurino Madrileño. Tenía 16 años y había tertulia casi todos los días. Había socios que habían visto torear a Guerrita.

Fue pionero en defender la Fiesta.

Tuve la suerte de defenderla en el Congreso de los Diputados y de ser el ponente de la Ley que declaró los Toros Patrimonio Cultural Inmaterial que hizo que fueran competencia del Estado y no de las Comunidades Autónomas.

¿Cómo ve el momento actual?

No le veo peligro a la Fiesta pero sí excesiva homogeneidad. No es que no haya figuras pero tienen que salir otras nuevas. Si lo consideramos un arte lo lógico sería que tuviera ayudas como la música, el teatro o el cine para poder bajar el precio de las entradas. Otro gran problema que veo es que la televisión pública no se ocupa de los toros. La juventud, que es el futuro de la Fiesta, lo tiene que ver en televisión para aficionarse y conocerla. Hay que fomentarlo

¿Hace falta un Pepe Luis en 2019?

Haría falta un presidente del Gobierno aficionado a los toros.

¿Le sorprende que la tauromaquia de Pepe Luis siga estando vigente?

Bueno… los dos mejores toreros que he visto y con los que he disfrutado son Pepe Luis y Antonio Bienvenida.

Juan Manuel Albendea Pavón, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, ha sido Diputado por Sevilla en el Congreso de los Diputados por el Partido Popular en cinco legislaturas, fue Presidente de la Comisión de Cultura que presentó la “Ley para la regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural” en 2013. Anteriormente fue un alto ejecutivo de la banca. Ejerció la crítica taurina en el diario EL PAÍS, con el pseudónimo de Gonzalo Argote.

JOSE LUIS PALOMAR, UN TORERO SOBRIO, PRECISO Y CERTERO.

José Luis Palomar, Andrés de Miguel y Gonzalo Bienvenida

José Luis Palomar, torero soriano, como le gusta recalcar, haciendo hincapié en la dificultad de ser torero en una ciudad y provincia donde hay escaso ambiente taurino y ninguna ganadería brava, protagonizó un enjundioso coloquio con el joven periodista Gonzalo Bienvenida en la última sesión del LXII Ciclo de conferencias de la Peña Taurina “Los de José y Juan”.

Protagonista de la “corrida del siglo del 1 de junio de 1982” junto a Ruiz Miguel y Esplá con los toros de Victorino Martín, volvió a salir por la Puerta Grande de Madrid 16 días más tarde en la corrida de Beneficencia con toros de la misma ganadería. Tuvo una exitosa carrera en la que toreó 24 veces en Las Ventas durante los años 80 y primeros 90.

El torero José Luis Palomar

Ha vuelto a la actualidad gracias a sus comentarios en las transmisiones televisivas, primero en TauroCast y ahora en Telemadrid, donde explica con sencillez y claridad los momentos y situaciones de la lidia. Sobrio, preciso, sin tapujos, con conocimiento y respeto, tanto a los profesionales como al público.

Tiene la virtud, tanto en la entrevista que sabiamente condujo Gonzalo Bienvenida, como lo tenía en su toreo, de ir de frente, sin ponerse de perfil ante las preguntas, como no se ponía ante el toro. Aduce que el riesgo en el toreo está en adelantar la pierna de salida puesto que es cuando el toro puede coger, pero es como se le puede dominar. La largura del pase ya depende de la calidad del toro y el torero, pero el riesgo está hasta que el toro pasa la pierna de salida, es decir desde el cite hasta el final del embroque. Plantea que la lidia es demostración de quién manda, si el toro o el torero y que la emoción está cuando el toro pone problemas a dicho dominio.

No es, ni fue, partidario de los engaños grandes, pues dice que son más complicados de manejar y que no dan más defensa al torero, pues con un capote o muleta más pequeño se puede pasar al toro todo lo lejos que se quiera. Un purista de la estocada, mataba a los toros despacio y por derecho, y en esto, como en muchos otros conceptos recuerda a Rafael Ortega, cuyas maneras inspiraron la obra fundamental titulada “El toreo puro”.

Ponía las banderillas de poder a poder, dejándose ver, también en esta suerte que tanto se presta al adorno y el artificio.

El periodista Gonzalo Bienvenida

Palomar se retiró, sin ruido, en el año 1996, pero su recuerdo es importante porque durante su carrera representó una versión personal del toreo clásico, del toreo puro que va de frente al toro, gusta de su dominio y se adorna con sobriedad, como remate de una faena. Eficaz con el capote, sobrio con las banderillas, cruzado en la muleta, toreando por abajo y matando despacio, su toreo es un compendio de clasicismo y pureza, sobriedad y dominio, respeto y conocimiento, que ahora demuestra en las transmisiones televisivas que se reciben de buen grado entre los aficionados.

Conferencia completa en el siguiente enlace:

Grabación de vídeo por cortesía de Carmen del Castillo y Fidel Carrasco (Autores del libro La Monumental de Sevilla). 

UN GANADERO DE CARÁCTER

Ricardo Gallardo, ganadero de Fuente Ymbro es una persona de convicciones fuertes, se expresa con claridad y reparte sus opiniones allá donde le preguntan. Ganadero de éxito, no rehúye venir a Madrid donde traerá este año tres corridas de toros y tres novilladas, superando sus participaciones en la temporada pasada, donde presentó el 8 de octubre la gran corrida en la que Diego Urdiales, pleno de clasicismo, realizó la inolvidable faena a Hurón-120, Octavio Chacón se enfrentó en una dura pelea a Soplón-68 y David Mora sorteó al bravo Laminado-184.

En una muestra de su carácter poco amigo de componendas, criticó a la afición torista de Madrid por no haber pedido la vuelta al ruedo de Laminado, para su criterio el toro más bravo que ha lidiado en su carrera de ganadero.

En conversación con José Joaquín Moreno Silva, ganadero de Saltillo y socio de “Los de José y Juan” quien le presentó en la conferencia, fue comentando  distintos aspectos de su ganadería, en la segunda conferencia del LXII Ciclo de conferencias de la Peña Taurina “Los de José y Juan”.

Obtenida en el año 96 por la compra de una parte de Jandilla, siempre tiene unas palabras de agradecimiento para su propietario Borja Domecq, quien le apoyó en las labores de la ganadería y para “el tío Perico”, Pedro Domecq y Díez. No tarda en lidiar en Madrid y toma antigüedad en 2002, para extender sus corridas por las principales plazas de España y Francia.

Es fijo en Pamplona donde ha ganado numerosos premios y habla de Valencia como la plaza con la que está más identificado, Sevilla, Bilbao, Málaga, Logroño, Zaragoza, Nimes además de Madrid son plazas habituales, lo que quiere decir que está en las ferias más importantes de la temporada.

Lidia unos veinte festejos, entre corridas y novilladas, cada año, suficientes para una camada de vacas de unas 525, para las que tiene más de 60 sementales. Afirma que la regularidad de la ganadería se establece precisamente por el gran número de sementales y se muestra orgulloso de haber recibido el premio “Hierro de oro”, de Radio Nacional de España, en tres ocasiones desde su creación hace cinco años, como una constatación de su trabajo.

Es protagonista de dos innovaciones que han influido grandemente en la moderna ganadería: Las fundas y el tauródromo.

Debido a las características de las tierras de su finca, las fundas le permiten que los toros lleguen a las plazas con sus pitones sin desgastar, lo que aumenta el rendimiento de la cría, aunque dice que un inconveniente es que se aumentan las peleas entre los toros. Hoy las fundas están extendidas entre la gran mayoría de las ganaderías.

El primer tauródromo que vio, fue el de Juan Pedro Domecq, pero él lo organizó y sistematizó para poder hacer correr a los toros con regularidad y mejorar su rendimiento físico, aunque los toros además de preparación física necesitan casta, pues si no quieren embestir no hay fuerzas que valgan.

Con el nuevo aspecto que le da la barba, tan habitual en los toreros en invierno y que en su caso quizá obedezca a disimular una cicatriz de una reciente intervención quirúrgica, Ricardo Gallardo no rehuyó ningún tema de conversación, habló de su buena relación personal con Finito de Córdoba y Miguel Ángel Perera, y se mostró partidario del bombo para la feria de San Isidro, cuya fórmula se difundió, precisamente cuando empezábamos el coloquio con los asistentes, por parte de Gonzalo Bienvenida quien estaba entre los asistentes y nos dio la primicia.

 

Escuchando a los maestros.

Bajo el lema «Culturas del toro» se abría el pasado 27 de septiembre, con la plaza de Las Ventas al fondo, un espacio público de reflexión donde pensar en común la emoción del toreo. En un tiempo en que el arte de torear es incomprendido, cuando no vilipendiado, no basta con repetir que la tauromaquia es cultura. Preciso es saber en qué sentido lo es, qué paradigma concreto de vida late en ella, por qué, citando el bello título de Víctor Gómez Pin, constituye «la escuela más sobria de vida». Desde perspectivas filosóficas, antropológicas y artísticas diversas, como también desde la experiencia de matadores y aficionados, estos encuentros quieren seguir dando forma, vigencia y vitalidad al universo simbólico que soporta al toro de lidia.

La conferencia inaugural corrió a cargo de François Zumbiehl, quien ha tenido la gentileza de resumir por escrito su intervención.

Alejandro del Río Herrmann

Escuchando a los maestros.

Por François Zumbiehl

Si tuve tal ansia de acercarme a la palabras de los toreros es porque desde mi primera corrida en la infancia me impactó su silencio. Ellos, en el ruedo, callaban por obligación mientras en los tendidos prosperaban un sinfín de comentarios, recomendaciones y a veces reprobaciones. También me parecía una cortina de humo muchas declaraciones suyas, estereotipadas y complacientes para los lectores, en las revistas especializadas. Quise entonces pasar con ellos al otro lado de esa cortina y recoger sobre su práctica y su sentimiento del toreo una palabra más auténtica y liberada del peso de las circunstancias. ¿qué verdad o verdades me parece haber podido recoger[1] de ellos cuando logré colocarles a una distancia suficiente con respecto a la presión de su recorrido por el planeta de los toros durante la temporada?

En primer lugar que están obsesionados por el trabajo de memoria. “Los toros son el recuerdo” declaró un día, y con razón, el maestro Antoñete. El problema es que ese recuerdo para ellos – como para muchos de nosotros, simples aficionados – es incapaz de restituir el conjunto de su más sublime faena, sino tan sólo detalles o momentos aislados que se alzan en el primer plano de su conciencia. Muchos viven esos estragos del tiempo como una frustración, y algunos con una resignación sonriente. Tal es caso de Pepe Luis Vázquez, quien evocando su obra maestra en Valladolid con el toro de Villagodio, en 1951, me confesó al final : “Sí, quizá sea esa faena que más me ha llenado, por ese motivo, porque no me acuerdo. Sería porque estaba fuera de lugar.”

Pepe Luis Vázquez, en un lance a pies juntos. Foto ABC.

La segunda revelación es que mientras están en activo se sienten sometidos a un inacabable camino de perfección. Estos “héroes” de los que la afición celebra con justicia los triunfos entienden que nunca han llegado ni llegarán a la cúspide de lo que querían expresar en el ruedo. “Mi mejor faena está por realizar, la guardo todavía en mis entrañas” aseguran muchos de ellos, y esta vez la frase no es sólo un estereotipo. Está dictada por la humildad y la permanente insatisfacción – salvo cuando se sienten sobrevolados por la gracia o poseídos por el duende – que supone la creación en el acto, en la arena, con muchos tanteos y casi con imposibilidad de enmienda, de una obra avocada a morir a poco de haber nacido. De ahí su envidia confesada con los pintores y escultores que pueden crear cuando les viene en gana, que tienen la posibilidad de enmendar su obra hasta el final, y que la dejan al alcance de los tiempos futuros. Por eso para la mayoría de ellos el temple, entendido como la capacidad de apaciguar la violenta embestida del toro y de conjurar aunque sea durante unos segundos el inapelable desvanecimiento de la belleza suscitada, es el núcleo del arte de torear. Pero ¡ojo!, sobre la técnica del temple como sobre la ortodoxia de otros conceptos tan fundamentales como el hecho de cruzarse o de cargar la suerte, sus opiniones e interpretaciones son muy variadas. Se expresan con la misma libertad con que otros artistas – los de los pinceles o buriles -, explican su particular manera de tratar los colores o las formas. Escuchándoles más de una vez me he convencido de que nosotros los aficionados deberíamos ser más cautos y resistir a la tentación de dogmatizar sobre tales conceptos.

Joselito y Juan Belmonte. Colección Los de José y Juan

La última verdad que creo haber captado es el excepcional valor de sus palabras. Son el fiel reflejo de su estilo, de su manera de seguir siendo toreros cuando se encuentran provisionalmente o definitivamente alejados de los ruedos. Reflejan su incesante búsqueda – o su añoranza de ella cuando están retirados – para “gustarse”, o sea sentir la emoción de emocionarse con el toro y de emocional al público, de ser el motor de esta onda de felicidad que se extiende por toda la plaza en algunos momentos privilegiados. Este discurso no me ha parecido ser menos intenso o deformado con respecto a la realidad de lo que han dibujado en el ruedo. Es un auténtico corpus artístico, tan valioso y significativo como el que han evidenciado cuando estaban en activo, y que sobrevive cuando el otro se ha apagado. Es su manera de triunfar– esta vez de forma más certera – del tiempo y de la muerte.

[1] En los libros El torero y su sombra, La Voz del ToreoEl Discurso de la Corrida.

François Zumbiehl (París, 1944), es catedrático de Lenguas Clásicas, doctor en Antropología Cultural y militante taurino. Socio de la Peña Taurina Los de José y Juan.

Alejandro del Río Herrmann, filósofo, es doctor por la Universidad de Valencia. Trabaja como editor en Editorial Trotta y es profesor de la Escuela de Filosofía de Madrid.