La Peña Taurina “Los de José y Juan” acordó en su Asamblea del pasado 16 de noviembre de 2020, agradecer públicamente al artista francés Jérôme Pradet, la realización del logo del Centenario Joselito y su puesta a disposición de todos los aficionados, para su uso no venal, en cualquier actividad relacionada con la conmemoración de dicho centenario.
El logo, de bello diseño, significó un impulso importante en la difusión de dicho Centenario y fue utilizado, como signo o label de adhesión, tanto en los carteles de las primeras corridas de la temporada, aunque no llegaran a celebrarse como el caso de Las Ventas o las Fallas, como en numerosos actos organizados por aficionados, peñas taurinas, así como en diversos perfiles de redes sociales.
El Centenario Joselito, truncado, como tantas otras iniciativas y actividades, por el maldito coronavirus, ha reivindicado con éxito la figura de José Gómez Ortega “Gallito” como artífice del toreo moderno e impulsor de importantes iniciativas, que han contribuido al mantenimiento de las corridas de toros hasta nuestros días.
Un artículo escrito por Juan Salazar, socio de «Los de José y Juan» para la revista TOROS.
En Madrid hay numerosos enclaves que recuerdan a Joselito: las casas próximas a la plaza de Oriente en las que vivió, los establecimientos hoteleros en los que se alojó (el Hotel Palace, el Hotel Roma, el Hotel Inglés), los cafés y restaurantes que frecuentaba (Lhardy, el Bilbaíno) e incluso los lugares de encuentro de los gallistas (Café Suizo, la tienda del Alfombrista); estos espacios dejan rastro de la estancia del gran José en la ciudad.
Pero hay un enclave, más recóndito y menos conocido, que tiene una notable relevancia en la vida del rey de los toreros y, por qué no decirlo, en su triste final. Me estoy refiriendo al restaurante en el que tuvo lugar el famoso “pacto de La Estrecha”, acuerdo del cronista Gregorio Corrochano y Gallito, por el que firmaron las paces y se convino la participación del gelveño en la corrida del 16 de mayo en Talavera. Las desavenencias entre ambos habían ido incrementándose en los últimos tiempos; el motivo parece que fue la decisión del torero de apoyar la construcción de un coso monumental en Sevilla, ciudad en la que la Real Maestranza ya disponía de una plaza que desde el siglo XVIII ofrecía festejos, y así lo sigue haciendo, para deleite de todos.
Las plazas monumentales fueron un proyecto en el que José invirtió sus energías. La idea de erigir plazas con mayor cabida suponía un negocio para todos, entre ellos los propios espectadores con menos recursos, que desde localidades más altas podían disfrutar del espectáculo. Como dice Fidel Carrasco, co-autor de dos magníficos libros sobre ese proyecto, “gracias a José y su apoyo a la construcción de un coso de estas características en Madrid,en nuestra época estudiantil, mi hermano y yo pudimos permitirnos pagar un abono y hacernos aficionados en Las Ventas”.
Evidentemente la Maestranza no veía con buenos ojos que otra plaza amenazara con hacerle la competencia, por lo que desplegó toda su artillería. Torcuato Luca de Tena, propietario fundador del madrileño diario ABC, en el que Gregorio Corrochano ejercía la crítica taurina, había nacido en Sevilla y estaba muy vinculado a la Real Maestranza, llegando su hijo Juan Ignacio a ser nombrado Maestrante años después. En esos tiempos los comentarios del cronista contra José, en el citado periódico, eran ácidos y duros, muy duros, ¿estaban condicionados por su empleo en el ABC?
El punto de mayor tensión llegó cuando el 11 de octubre de 1919, en un artículo titulado “El Patio de la Casa de Gallito” Corrochano hablaba del apeadero de “Los Merinales” comentando:
«Recientemente, en este viaje a Sevilla, fui a ver encerrar una corrida a Los Merinales. Llamó mi atención un cajón lleno de ventanitas y compuertas diestramente colocadas. Yo había visto cajones de estos en algunos cortijos, utilizarles para curar a los toros, heridos. Nunca sospeché que tuviera otra aplicación. Pues la tiene, respetable público. Con gran asombro, y no diré indignación, porque estas cosas no son para indignarse, me enteré que en aquel cajón cortaban los pitones a los toros cuando el representante de las Empresas sospechaba que los cuernos tenían unos centímetros más de los que convenían a las intereses de su amo el torero».
Ese texto provocador, en un artículo en el que el protagonista era José, resultaba una verdadera afrenta. A José, dada su integridad y compromiso con la Fiesta, seguro que le repugnaría la velada acusación.
Se cuenta que fue Ignacio Sánchez Mejías quien arregló el encuentro entre Corrochano y José para firmar las paces, y si así fue, tuvo sus motivos ya que, en definitiva, parece que una indiscreción del propio Ignacio resultó la causante de estos artículos demoledores titulados “El Patio de la Casa de Gallito”. Por lo visto, una tarde, Joselito estuvo hablando con su cuñado, y este le comentó que pensaba torear en la Maestranza, plaza afín a Belmonte en esos años de enfrentamiento entre cosos sevillanos. “¿En la Maestranza?, pero si eso es el “Patio de la casa de Belmonte”, respondió José.
Esa expresión tan concreta se produjo en un diálogo con Ignacio y cuando meses después Joselito leyó los artículos de Corrochano titulados “El Patio de la casa de Joselito”, evidentemente dedujo que la filtración sólo podía venir del marido de su hermana Lola.
“La Estrecha” era un restaurante recién inaugurado por la familia Redruello. Las circunstancias sobre la fundación del mismo las cuenta un descendiente y afamado chef, Nino Redruello, que entre otros locales tiene, en la actualidad, uno conocido por «La Ancha».
«Mi bisabuelo era ganadero transhumante en Asturias y dejó una braña para venirse a Madrid. En la calle Mayor montó una taberna de chatos de vinos que llamó “La Estrecha” ya que eran tiempos en los que en Madrid se pagaban impuestos por metros de fachada, con lo que los locales eran angostos. Luego, en la generación de mi abuelo, abrieron otros establecimientos y hubo una disputa familiar, por lo que mi abuelo decidió seguir con el negocio denominándolo “La Ancha”».
De esta forma, en 1919, Benigno Redruello abrió el local de «La Estrecha» en la calle de los Madrazo, actual número 12, prácticamente enfrente de la casa en la que había nacido el hermano de José,Rafael, «el Divino Calvo». En poco tiempo el lugar se convirtió en un espacio de gran concurrencia.
En la actualidad una puerta negra, que pasa desapercibida, deja testimonio de que en suinterior José y Corrochano se reunieron, hablaron, acercaron posturas y firmaron las paces cuyas consecuencias fueron terribles para el toreo.
Juan Salazar Larraz, socio de la Peña Taurina «Los de José y Juan», es madrileño. Licenciado en Farmacia y MBA por el Instituto de Empresa, ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito de la Consultoría y de los Recursos Humanos. Aficionado por vía paterna, es abonado a la Plaza de Las ventas y habitual de los tendidos así en las ferias como en los domingos de cemento y turistas. Es autor del libro de recuerdos taurinos “Remembranzas Imaginarias; Madrid Museo Taurino Abierto”.
La revista TOROS editada en Nîmes, decana internacional de la prensa taurina, ha dedicado su número extra de noviembre al Centenario Joselito. Una cuidada edición, cuya portada es un retrato de Gallito realizado para la ocasión por Luis Francisco Esplá, quien une su demostrado interés por la tauromaquia clásica a su inspiración artística para el diseño y cuyo sumario es una muestra del impacto que el Centenario Joselito ha tenido entre los aficionados.
Cuenta con interesantes colaboraciones de aficionados franceses y españoles. Entre los franceses, las de Joel Bartolotti, anterior director de la revista y autor de una biografía de Joselito, Jean-Pierre Hedoin, presidente del Club Taurino de París o Francis Fabre, el actual director de TOROS. Entre los españoles hay dos aportaciones de socios de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, además del editorial, que me han cedido amablemente y he tenido la enorme satisfacción y honor de escribir. La participación española se completa con artículos de Manuel Fernández Leal, autor del blog “Los leales del toreo”, Antonio Fernández Casado, ex presidente del Club Cocherito de Bilbao y el escritor taurino Domingo Delgado de la Cámara. Todas las aportaciones de aficionados españoles están cuidadosamente publicadas en español y francés, como una muestra de hermandad entre ambas aficiones, que estando unidas por su común interés por la tauromaquia, a veces el idioma ejerce de barrera para la comunicación.
Sirve, este número extraordinario, de colofón del Centenario Joselito, que lanzamos a finales del año pasado y que, truncado como tantas otras cosas, por el maldito coronavirus, ha reivindicado el papel de Joselito en la historia de la tauromaquia y en la sociedad de su época y que tendrá continuidad el año próximo con diferentes iniciativas, especialmente de entidades públicas, que quedaron pendientes de realización.
Publicamos en esta entrada el editorial en español junto con las fotos de las páginas de la revista donde se reproduce en español y francés.
Las próximas entradas estarán dedicadas a los artículos de los socios de “Los de José y Juan”. Juan Salazar: El pacto de “La Estrecha” y Alberto Fernández Torres: Gallito, los Martínez y un Rolls Royce.
Andrés de Miguel
Presidente de la Peña Taurina «Los de José y Juan».
TENDIDO CERO, que ha vuelto a la programación de la televisión pública nacional, tras el parón debido a la pandemia, dedicó un espacio en su programa del sábado 31 de octubre, a la conmemoración del Centenario de Joselito, con un paseo por los lugares que guardan huellas con el recuerdo de Gallito en Madrid.
El paseo dirigido por el periodista Javier Hurtado, fue comentado por nuestros socios Juan Salazar y Andrés de Miguel.
Juan Salazar Larraz, socio de la Peña Taurina «Los de José y Juan», es madrileño. Licenciado en Farmacia y MBA por el Instituto de Empresa, ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito de la Consultoría y de los Recursos Humanos. Es autor de los libros “Remembranzas Imaginarias; Madrid Museo Taurino Abierto” y “Toros sin complejos”. Es responsable del programa radiofónico “Los Toros, nuestra Historia” de Radio Ya.
Andrés de Miguel, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, que preside desde marzo de 2018, es sociólogo y aparejador.
Colaborador en diversos medios escritos en soporte papel y electrónico, impulsor de la Tertulia de Jordán, y editor del blog de toros ADIÓS MADRID, cuyo nombre viene del libro del mismo título, escrito en colaboración con José Ramón Márquez. Es autor del ensayo Los aficionados integristas.
El paseo gallista se puede ver pinchando en el siguiente enlace al programa.
Reproducimos a continuación la histórica entrevista del cronista taurino Manuel Sánchez del Arco, más conocido como Giraldillo, a Juan Belmonte celebrada en el año 1943.
Fue en Sevilla, en una tarde de otoño cuando Giraldillo había coincidido con Juan Belmonte en una fiesta. Una hija de la ilustre actriz Carmen Díaz se había casado con un hijo del ganadero Campos Varela y en el Aljarafe, en un «bello mirador de su meseta, como en un palco que se asoma a la escena de gracia y amor que son Sevilla y Triana», ambos conversaron «nada menos que de Joselito».
Años atrás, en una tarde cordobesa, Giraldillo había escuchado de labios del « Guerra» la evocación de su época y, sobre todo, el juicio que mereció a Rafael la figura del « Espartero». Y evocando aquella crónica nació ésta que publicó en 1943 y que tituló «Belmonte me habla de Joselito».
A juicio del veterano periodista, Juan Belmonte era «un héroe de la vida española, en el sentido profundo y clásico de lo heroico». Representaba la pena y la gloria de las ascensiones. Su vida había tenido «buen periodismo y mejor literatura», pero Belmonte, «héroe de un arte y de una sociedad, en su camino desde la servidumbre al señorío, desde el drama jornalero al poderío económico», estaba «por encima de las exégesis». «Y, acaso, lo mismo que como hombre, como torero esté por encima de elogios y definiciones», añadía Giraldillo.
El cronista taurino pensaba que su figura se escaparía siempre de los críticos de toros. «En Belmonte no había que describir una faena, sino más bien que entender a un hombre», decía.
En esa tarde sevillana, Belmonte le habló así a Giraldillo de José Gómez Ortega, Joselito El Gallo, de cuya muerte se ha cumplido un siglo este año.
«-¿Cuándo habló usted por primera vez con Joselito?»
-Fue el año 11, por los primeros meses del invierno. Yo estaba trabajando en la recolección de la naranja, cuando unos amigos me invitaron para ir a torear unas vacas en el cortijo de Hato Blanco, en la Marisma, propiedad de Carlos Vázquez. Joselito iba a ir a aquella fiesta, también invitado por Carlos. Antes de conocer yo personalmente a Joselito, surgió en mis amigos trianeros la idea de oponerme a él. «Vas a ir porque también va «Gallito»», me dijeron. Dejé mi trabajo y fui. Aquella tarde conocí a «Gallito». Éramos dos chiquillos. Yo abrí mi capote y me fui para la vaca que me habían reservado. «¡Juan! ¡Ahí, no! ¡Ahí, no!», me gritó José. Yo no le hice caso. Insistí, un poco picado por la advertencia, que parecía una lección, que yo no tenía por qué recibir. Se arrancó la vaca y yo sufrí una terrible voltereta. José tenía razón. ¡La tuvo siempre ante los toros!
-¿Y cuándo vio usted torear por primera vez a Joselito?
-El año 12, en Valencia. Toreó con «Limeño», y se habló de si yo iba a acompañarlos aquella tarde.
-¿Qué recuerdo conserva de la primera vez que ustedes torearon juntos?
-Fue en Cádiz, el año 12. Cierta noche dormía yo profundamente en mi casa. Noté que me zarandeaban y abrí los ojos. Sentados al pie de la cama estaban dos amigos. «Juan -me dijeron-, quieren que vayas a torear a Cádiz, mano a mano con Joselito. Es una corrida de Miura. Limeño está cogido, y han pensado que vayas tú». «Bueno, pues que cuenten conmigo», respondí, volviendo tranquilamente para seguir mi sueño. «Pero, ¿estás dormido o despierto? -insistieron-. ¿Tú sabes lo que es ir a torear miuras con Joselito?». «He dicho que iré», repetí. Y fui.
-¿Y qué ocurrió en aquella corrida?, preguntó Giraldillo.
-Era la primera de Miura que yo toreaba y la primera vez que me enfrentaba con el formidable torero. Joselito estuvo maravilloso, como él era. Leyendo las reseñas que reflejaban lo que allí ocurrió, me reía luego. Resultaba, y ésta fue la verdad y no pasión de los revisteros, que yo había tenido muchas más ovaciones y vueltas al ruedo que José. ¡Pero Joselito había estado mejor que yo!, dijo Belmonte en la serenidad de esa tarde tan lejana de aquella.
-¿Qué juicio formó de la manera de concebir y desarrollar el toreo que caracterizó a Joselito?
Juan le contestó rápido y seguro en el juicio:
–Yo nunca vi un toro que pudiera más que él. Él pudo siempre más que todos los toros. ¿Es esto suficiente para expresar mi juicio sobre Joselito? Porque Joselito conocía no sólo lo malo de toros, sino lo que había que hacer para tornarlos en buenos, y lo que era adecuado, en forma y lugar, para cada toro.
-Entre todas las corridas que ustedes torearon juntos, ¿cuál recuerda de mayor relieve para José?
-Fue en Valencia. Toreábamos mano a mano reses de Campos Varela. Como yo para las fechas no tengo mucha seguridad, no recuerdo si fue el año 16 o 17. Y otra vez ocurrió lo que en Cádiz, la primera vez que toreamos juntos. Fueron para mí las mayores ovaciones. Yo corté orejas, y Joselito, no. Pero él estuvo soberbio, insuperable. Estuvo, sencillamente, mejor que yo. Entre todas las tardes que toreé con él, ésa fue la que mejor estuvo. Esto, visto en torero y junto a él, y no en público.
-¿Y en qué tarde lo vio con peor fortuna?
-Fue en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre quiero acordarme, pero no puedo. Fue en Manzanares o en Valdepeñas. El enemigo era un toro de Guadalets, de la cruza con Miura.
-¿Cree que la manera de torear de usted influyó en «Gallito», determinando una mejor ejecución de las suertes, en cuanto a la distancia y la lentitud?
-El estilo no se varía. Joselito empezó como acabó. Fue un caso de formación perfecta desde el primer momento, y no se hizo por agregaciones. De lo que sí se habló entonces, y aún hoy se discute, es del acortamiento de la distancia, o sea, de la posibilidad de ejecutar las suertes, con sus tiempos y estilos, en menos terreno, aumentando la emoción sin variar la técnica.
-¿Recibió usted en su arte peculiar influencias del de José?
-Ya le digo que no se influye en el estilo propio por la contemplación, ni aún por el estudio, del ajeno; pero es inevitable que en el desarrollo del propio estilo se tengan presentes las observaciones que se hacen en la plaza.
-¿Era conveniente para la fiesta la división y el encono entre los aficionados y la existencia de los partidos personalistas?
-El auge de la fiesta de los toros se señala por las competencias y los partidos. Un solo torero, por grande que sea, no interesa al público si no halla figura que oponerle. En esto, tanto le debo yo a Joselito como Joselito me debió a mí y a los dos juntos, la fiesta.
-¿Recibió agravios del partido gallista?
-Si los hubo, no me di cuenta. Yo seguí siempre mi camino, sin ocuparme de lo que ocurriera por el camino de los demás.
-¿Pero no le preocupaba la certeza de que existía una opinión decididamente contraria a usted?
-Si he de decirle la verdad, me preocupaban más, en el sentido de temerles, los propios partidarios que los partidarios de José. Para mí eran más temibles los belmontistas que los gallistas. En mi partido existía una especie de consejo disciplinario que se imponía a mí. ¡Las noches que yo les he visto pasar, metidos en las fondas o en sus casas, jugando al jiley, sin atreverse a salir a la calle, por temor a los gallistas, como conseuencia de las tardes en que yo no tenía fortuna ni había posible excusa! «¡Esto no puede continuar así, Juan -me decían, autoritarios y terribles-. ¡Esto no puede continuar así! ¡Ya estamos hartos de jugar al jiley…! ¡Conque tú verás si podemos salir esta noche a hablar de toros!» Y yo comprendía la tragedia de aquellos buenos amigos, cansados del jiley, y hacía lo posible por que salieran a discutir, victoriosos, aquella noche.
-¿Cómo entiende usted que debe determinarse la rivalidad? ¿Por oposición de estilos o, dentro de un mismo estilo y concepción del toreo, por oposiciones personalistas?
-Lo personal siempre existe, y, por ello, siempre habrá rivalidad. Aún hoy, cuando Rafael el Gallo y yo toreamos juntos en los festivales, Rafael se enfada si ve que yo tengo más aplausos. Y, naturalmente, sobre este fondo preponderante de lo personal está el contraste de los estilos.
-Comparando época con época, ¿en qué considera usted superior la suya y la de José a la época presente?
-No sé si la nuestra fue superior. Desde luego, fundamentalmente distinta sí lo fue. ¿Qué pasaría ahora si saliera Joselito toreando ante el público de hoy, tal como son los gustos de hoy? Yo no lo sé. Pero también, ¿qué ocurriría hoy si saliera un toro de aquel tiempo? Aquellos toros tenían un poder y un nervio que hoy no se conocen. El toro tenía en aquella época otro sentido, y poco a poco hemos visto cómo se ha ido eliminando el toro «bronco». Además, hoy el castigo es mayor, por razón de los petos, y el toro se rompe contra esas corazas. Aparte esto, vemos qeu en algunos toros de ahora es bastante la «reserva» a picarlos, por su evidente debilidad. Y ante esto, repito: ¿Qué ocurriría si saliera un toro de aquellos? Desde luego, afirmo que hoy no veo que se haga variar a un toro. Tal como sale al ruedo se va de él. Todo lo más que se hace es adaptar la lidia a la condición del toro, pero no variar éste que es lo que hizo José, y en lo que, a mi juicio, fue único.
-En la época presente, ¿ve algo que supere a lo que José y usted representaron?
-Hoy se torea con un temple superior, y en cuanto a terreno, o sea, a colocación del torero en todas las fases del lance, no creo que haya posibilidad de mejorar lo que hoy se hace, ¡cuando se hace bien!
-Entonces, ¿cree usted que el toreo ha llegado a un punto de máxima perfección en cuanto a técnica y a valor estético de esa técnica?
-¡Hombre, yo no me atrevería a decir tanto! Sobre todo, sobre la técnica y el estilo está lo que yo llamo «el sentimiento del toreo». Es decir, realizarlo con emoción, sentirlo muy hondo y ejecutarlo como un rito…
Belmonte hizo una pausa. Estaba atardeciendo. Pronto se haría de noche. Juan volvió a hablar. Lento, solemne, con emoción.
-Yo pongo sobre todo el sentimiento del toreo. Ante el toro, respondemos con nuestra manera y estilo a un estado del alma. Hacerlo coincidir con el de las multitudes es el éxito. Yo le definiría a usted lo que he llamado toreo del «nudo en la garganta». Torear como si fuéramos a hablar enamorados, como si la lidia fuera un diálogo de pasión.
Rompió el hilo de su discurso y añadió:
-Permítame usted que me reserve esta teoría. Es inoportuna. La esbocé en una entrevista destinada al extranjero y no puede usted figurarse el número de cartas que he recibido para que amplíe esta definición, que algunos entienden pudiera ser una doctrina. Yo no lo sé. Lo que sí digo es que así concebí el toreo y así lo desarrollé junto a Joselito; así lo practicamos, él y yo, juntos, todas las tardes, en una época que ya es historia, y que puede ser superada, porque yo respeto las posibilidades todas, y no tengo la soberbia de creer que el toreo concluyó con mi época.
El Club Taurino de Pamplona, en este San Fermín sin fiestas, no ha faltado a la cita anual de su revista, que este año ha estado dedicada a la conmemoración del centenario de la muerte de Gallito.
Ya dedicó los coloquios de sus jueves taurinos al recuerdo de Joselito, aunque por culpa del maldito coronavirus no se pudieron realizar.
El amplio dossier gallista de la revista está formado por artículos de María Luisa Sala Redín, Domingo Delgado de la Cámara, Koldo Larrea, Rafa, Cecilio Vierge, José Luis Cantos y Andrés de Miguel, además de numerosas fotos recopiladas por Ángel Erro.
Es reconfortante que un Club de la solera del Taurino de Pamplona, mantenga el recuerdo gallista en la conmemoración del centenario de su muerte, a pesar del descalabro que ha supuesto la supresión de los sanfermines y que lo haga con tan interesantes y singulares participaciones en la que se incluye la de la Peña Taurina “Los de José y Juan”.
Esta es la colaboración de Andrés de Miguel.
JOSELITO EL GALLO, ORGANIZADOR DEL TOREO DEL SIGLO XX
El 16 de mayo se cumplieron 100 años de la muerte, en una infausta corrida en Talavera de la Reina, de José Gómez Ortega, “Gallito” en los carteles y Joselito en la sociedad y la prensa de su época, y numerosos aficionados y organizaciones taurinas estábamos realizando actos para recordar la fecha y la importancia en la historia del toreo de Joselito. Actos que como tantas cosas en la sociedad española y mundial, se han visto truncados por el maldito coronavirus.
El recuerdo, no obstante, sigue y en los actos y escritos ya realizados, la figura de Joselito emergía como lo que fue: un gran torero, “El rey de los toreros” tituló Paco Aguado su completa biografía, en estos días reeditada por El Paseo Editorial. Pero además de un gran torero, Joselito fue el impulsor de numerosas iniciativas que han vertebrado el espectáculo de los toros durante el siglo XX, hasta nuestros días en el ya entrado siglo XXI.
Nos podemos remontar a la sociedad de los inicios del siglo XX, una época de importantes cambios sociales, para entender su importancia. El año de la alternativa de Gallito, 1912, es también el año en el que se implanta la primera cadena de montaje de Henry Ford que transformará la producción industrial y posibilitará el consumo de masas. Las “vanguardias” adquieren gran importancia en el arte moderno y es el año en el que Kandinsky pinta la llamada “Primera acuarela abstracta”. Scott y Admunsen alcanzarán el Polo Sur, aunque sólo este último consiguiera regresar, enel último gran hito de la exploración mundial. Años de cambios que verán la Gran Guerra Europea que devendría en 1ª Guerra Mundial y la Revolución rusa, que ha marcado la historia del siglo XX. Son los años de la gran pandemia de la llamada “gripe española”, tan de moda actualmente, que arrasará entre 1918 y 1919, con la vida de 200.000 personas en España (el 1% de la población) y más de 50 millones en todo el mundo. Época de grandes cambios.
Los toros no son ajenos a dichos cambios y la aparición de Joselito como novillero se saluda como la culminación de la perfección en las corridas de toros. Pero la época no es proclive a la estabilidad y frente a la perfección y la belleza aparece la sorpresa, la ruptura, lo inexplicable que personalizará Juan Belmonte. Juntos protagonizarán la llamada “Edad de oro del toreo”, que acabará a la muerte de Gallito.
Más que repetir las fechas de alternativa, confirmación, toros y faenas para la historia, me parece interesante señalar unos referentes biográficos que ayudan a entender el personaje.
Joselito es un torero de dinastía. Su padre Fernando Gómez El Gallo, comenzó de banderillero en la época de Lagartijo y Frascuelo con quienes alternó a gran nivel después de tomar la alternativa. Llevó en su propia cuadrilla a Guerrita, lo que da idea de su importancia. Su hermano Rafael El Gallo, fue el gran torero mágico de la historia, su otro hermano Fernando, también torero, fue un gran Think Tank taurino que inventaba suertes e innovaciones, de quien aprendió mucho Joselito. Sus tres hermanas se casaron con toreros, Martín Vázquez, Sánchez Mejías y El Cuco. Curiosamente las tres tendrán hijos toreros. Está, pues, inmerso en un ambiente puramente taurino. Joselito sólo se dedica al toreo y desde sus inicios es saludado como un grande del toreo, agrada como becerrista, sorprende como novillero y es saludado como gran torero desde su misma alternativa el 28 de septiembre de 1912 y cuya consagración definitiva será el 3 de julio de 1914 en la corrida de los 7 toros de Martínez en Madrid. En Pamplona llegó a torear en 18 tardes, compartiendo cartel con todos los toreros de su época y siendo la base de las temporadas del 17, 18 y 19, en las que toreó las cinco corridas que entonces tenía la feria.
Es importante reseñar que Joselito es muy joven. Toma la alternativa con 17 años y muere con 25. Creo que la temprana edad ayuda a valorar su importancia, pues toma las riendas del mundo de los toros muy joven, con menos de 20 años. La combinación de haber nacido y vivido en un mundo tan marcadamente taurino, con el empuje de la juventud y, por supuesto, la capacidad personal y el interés por mejorar y difundir el mundo de los toros, explican mejor que la usual combinación de fechas y efemérides la biografía de Joselito.
Su importancia no es solo la de ser un gran torero, el torero que llevó a la perfección el toreo clásico y permitió explorar nuevas vías de expresión de suertes y dominios. Su trascendencia viene dada porque sentó las bases de la posterior evolución del toreo que, de alguna manera han sido las que han servido para que las corridas de toros se mantuvieran y desarrollaran durante estos cien años, cuya efemérides conmemoramos. Las voy a resumir en tres puntos principales, a los que se podría añadir algún otro de menor importancia, como la organización de la temporada taurina para lograr una continuidad, el papel del veedor e incluso el cambio en la labor de los apoderados que protagonizarían dos de los toreros a los que dio la alternativa, como fueron Dominguín y Camará.
Una de ellas ha sido la racional selección de los toros. Aunque ya en aquel momento había ganaderos interesados en mejorar el repertorio de la bravura y se habían realizado numerosos cruces, especialmente en las ganaderías cuyo comportamiento de los toros era menos adecuado para la progresiva importancia de la faena de muleta en la lidia, Joselito impulsó una preferencia por la bravura que permitía alargar el espectáculo de la lidia hasta la faena de muleta e impulsó una mayor racionalidad en la selección de los toros y organización de la reproducción para mejorar el espectáculo; el posterior establecimiento de criterios científicos ha sido ya en tiempos muy cercanos. Inevitablemente las ganaderías que no se adecuaron a ese cambio, que se inició a finales del siglo XIX y que no fue promovido pero sí impulsado por Joselito, languidecieron o desaparecieron, como es el caso de las ganaderías de toros de casta navarra, de mayor viveza y menor continuidad en la embestida, que ahora están ensayando un proceso de adecuación.
El impulso dado a la creación de las plazas monumentales significó la apertura a todos los grupos sociales de la popularización de las corridas de toros. Al aumentar el número de asistentes, se podían bajar los precios de las localidades y la gradación de los precios convertía a las plazas monumentales en una reproducción microcósmica de la sociedad, donde tenían cabida desde los que pagaban una cara barrera de sombra, hasta los que asistían desde las últimas filas de sol. La plaza Monumental de Barcelona, ampliada sobre la antigua plaza del Sport en 1916 y la llamada Monumental de Sevilla, inaugurada en 1918, con más de 20.000 localidades en una ciudad que no llegaba a los 200.000 habitantes, tuvieron una gran importancia para conseguir colocar las corridas de toros como un espectáculo de masas. Como curiosidad, la plaza de toros de Pamplona es obra de Francisco Urcola, el mismo arquitecto que diseñó la Monumental sevillana y cuya semejanza es evidente. Las Ventas se inauguró 11 años después de la muerte de Gallito en Talavera, pero no hay duda que él impulsó su concepción y recientemente se han encontrado los primitivos planos, que el arquitecto Espeliú trazó y comentó con Joselito, como queda constancia en una célebre foto.
El cine era todavía incipiente en los años 10 del siglo pasado, pero Joselito supo ver su importancia como medio de difusión social y le dedicó gran atención e interés. Está grabada su alternativa en Sevilla, el viaje en tren ese mismo día desde Madrid, donde estaba prevista la alternativa que atrasada tras una cogida en Bilbao el primer día de septiembre, tuvo que suspenderse por lluvia, la corrida posterior de confirmación en Madrid, cuatro de la corrida de los siete toros de Martínez en Madrid, otros cuatro de una corrida benéfica de Contreras en Valencia y numerosos trozos de faenas en Madrid, Sevilla, Barcelona, Zaragoza, entre otras plazas. La difusión social que el cine empezaba a dar fue aprovechada por Joselito, quien no descuidó a la prensa diaria, ni a la especializada, todas cuyas atenciones parece que sumaban una importante cantidad por temporada. Para lo que nos interesa aquí, quedémonos con la importancia de las nuevas tecnologías, pues vivimos un momento en el que las actuales tienen un gran impacto social.
Estos tres temas: mejorar la calidad del espectáculo, ampliar la base social de sus asistentes y gestionar los medios de comunicación adecuados para difundirla, llevados a cabo por un hombre joven, gran conocedor del mundo del toreo pues era un torero de dinastía, son una gran aportación al mundo del toreo. En definitiva difundió de una manera adecuada a la sociedad de su tiempo un espectáculo abierto a las mayorías sociales.
Este es, sin duda, el motivo por el que debemos conmemorar el centenario de la muerte de José Gómez Ortega “Gallito” en la plaza de Talavera de la Reina, porque fue capaz de elevar el arte de torear a la cumbre del clasicismo, como base para la renovación, consolidación y difusión de las corridas de toros. Todo ello con el completo compromiso personal con su arte, que le condujo, de manera sorprendente para sus seguidores, a su propia muerte en el ruedo.
Madrid, 16 de mayo de 2020
Andrés de Miguel
Presidente de la Peña Taurina “Los de José y Juan”