Andrés Amorós, socio de «Los de José y Juan», ensayista y crítico taurino recibe el Premio Literario «Joaquín Romero Murube» durante una cena en la Casa de ABC de Sevilla.
El ensayista, doctor en Filología y crítico taurino de ABC Andrés Amorós ha recibido este jueves de manos del alcalde de Sevilla, Juan Espadas, y en presencia del presidente de Vocento, Ignacio Ybarra Aznar, y del director de ABC de Sevilla, Álvaro Ybarra, el galardón que le acredita como ganador del XX Premio Joaquín Romero Murube.
El acto de entrega del galardón, que premia artículos sobre Sevilla escritos en español, tuvo lugar en la Casa de ABC de Sevilla durante una atípica cena respecto a otras ediciones a causa del Covid-19, en la que se extremaron las medidas higiénico-sanitarias y de aforo, por lo que solo asistieron personalidades relacionadas con las artes y las letras.
El jurado de esta edición, que organiza ABC y patrocina CaixaBank, premió a Andrés Amorós por la Tercera «Manuel y Antonio, de Sevilla», publicada en ABC el 13 de abril de 2019 y en el que reivindicaba a los hermanos como dos grandes poetas, más allá de los vaivenes políticos que han mediatizado la recepción de sus respectivas obras.
«No hay un Machado ‘bueno’ y uno, ‘malo’. Los dos, Manuel y Antonio, son buenos: grandes poetas y entrañables personajes», escribió Andrés Amorós en el artículo premiado.
El escritor, columnista de ABC y numerario de al Real Academia Sevillana de Buenas Letras Antonio Burgos fue el encargado de presidir el jurado de esta XX edición, del que también formaron parte la directora territorial de Andalucía Occidental y Extremadura de CaixaBank, María Jesús Catalá; la directora general de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, Isabel Ojeda; el periodista y columnista de ABC, Ignacio Camacho; y el periodista y adjunto al director de ABC de Sevilla, Alberto García Reyes.
El crítico taurino valenciano se suma así a una nómina de ganadores que inició Ignacio Camacho y al que le siguieron Manuel Ramírez, Antonio Burgos, Joaquín Caro Romero, Francisco Pleguezuelo, Carlos Colón, Arturo Pérez-Reverte, Juan Manuel de Prada, Carlos Herrera, Manuel Alcántara, Alberto García Reyes, Enriqueta Vila, Hugh Thomas, Francisco Robles, Javier Cercas, José Antonio Gómez Marín, Carmen Posadas, Rogelio Reyes Cano y Juan Eslava Galán.
El premiado destacó en su discurso que su guía en la capital andaluza ha sido, además de su esposa Auxi, «Romero Murube, que siempre llevaba ‘Sevilla en los labios’: él me enseñó a buscar una Sevilla clásica, universal». Porque, añadió posteriormente, son «los poetas los que nos ayudan a sentir mejor a Sevilla: Cervantes, Bécquer, Salinas, Cernuda… y, por supuesto, los Machado».
«Dos figuras universales»
Por su parte, el director de ABC de Sevilla, Álvaro Ybarra, reclamó para esta cabecera haber sido un «fondeadero» durante más de un siglo un «frente a las marejadas» de la historia, «actuando siempre conforme a su espíritu liberal, su humanismo de inspiración cristiana y su defensa de la monarquía constitucional», «señas de identidad a las que no vamos a renunciar».
María Jesús Catalá reivindicó a los Machado como «dos figuras universales de la literatura en castellano» unidos por «esa luz única que tiene Sevilla» a la que hacía referencia Amorós en su artículo. Una «luz única», señaló la directiva de CaixaBank, «capaz de romper todas las barreras» en los tiempos difíciles que se avecinan.
Finalmente, el alcalde de Sevilla tuvo palabras de reconocimiento para Amorós, por una vida «dedicada a la cultura», de quien es un «evidente amante de Sevilla» y que aspira a ser un «sevillano serio», como lo fue en su día Romero Murube y lo sigue siendo Antonio Burgos.
Reproducimos a continuación la histórica entrevista del cronista taurino Manuel Sánchez del Arco, más conocido como Giraldillo, a Juan Belmonte celebrada en el año 1943.
Fue en Sevilla, en una tarde de otoño cuando Giraldillo había coincidido con Juan Belmonte en una fiesta. Una hija de la ilustre actriz Carmen Díaz se había casado con un hijo del ganadero Campos Varela y en el Aljarafe, en un «bello mirador de su meseta, como en un palco que se asoma a la escena de gracia y amor que son Sevilla y Triana», ambos conversaron «nada menos que de Joselito».
Años atrás, en una tarde cordobesa, Giraldillo había escuchado de labios del « Guerra» la evocación de su época y, sobre todo, el juicio que mereció a Rafael la figura del « Espartero». Y evocando aquella crónica nació ésta que publicó en 1943 y que tituló «Belmonte me habla de Joselito».
A juicio del veterano periodista, Juan Belmonte era «un héroe de la vida española, en el sentido profundo y clásico de lo heroico». Representaba la pena y la gloria de las ascensiones. Su vida había tenido «buen periodismo y mejor literatura», pero Belmonte, «héroe de un arte y de una sociedad, en su camino desde la servidumbre al señorío, desde el drama jornalero al poderío económico», estaba «por encima de las exégesis». «Y, acaso, lo mismo que como hombre, como torero esté por encima de elogios y definiciones», añadía Giraldillo.
El cronista taurino pensaba que su figura se escaparía siempre de los críticos de toros. «En Belmonte no había que describir una faena, sino más bien que entender a un hombre», decía.
En esa tarde sevillana, Belmonte le habló así a Giraldillo de José Gómez Ortega, Joselito El Gallo, de cuya muerte se ha cumplido un siglo este año.
«-¿Cuándo habló usted por primera vez con Joselito?»
-Fue el año 11, por los primeros meses del invierno. Yo estaba trabajando en la recolección de la naranja, cuando unos amigos me invitaron para ir a torear unas vacas en el cortijo de Hato Blanco, en la Marisma, propiedad de Carlos Vázquez. Joselito iba a ir a aquella fiesta, también invitado por Carlos. Antes de conocer yo personalmente a Joselito, surgió en mis amigos trianeros la idea de oponerme a él. «Vas a ir porque también va «Gallito»», me dijeron. Dejé mi trabajo y fui. Aquella tarde conocí a «Gallito». Éramos dos chiquillos. Yo abrí mi capote y me fui para la vaca que me habían reservado. «¡Juan! ¡Ahí, no! ¡Ahí, no!», me gritó José. Yo no le hice caso. Insistí, un poco picado por la advertencia, que parecía una lección, que yo no tenía por qué recibir. Se arrancó la vaca y yo sufrí una terrible voltereta. José tenía razón. ¡La tuvo siempre ante los toros!
-¿Y cuándo vio usted torear por primera vez a Joselito?
-El año 12, en Valencia. Toreó con «Limeño», y se habló de si yo iba a acompañarlos aquella tarde.
-¿Qué recuerdo conserva de la primera vez que ustedes torearon juntos?
-Fue en Cádiz, el año 12. Cierta noche dormía yo profundamente en mi casa. Noté que me zarandeaban y abrí los ojos. Sentados al pie de la cama estaban dos amigos. «Juan -me dijeron-, quieren que vayas a torear a Cádiz, mano a mano con Joselito. Es una corrida de Miura. Limeño está cogido, y han pensado que vayas tú». «Bueno, pues que cuenten conmigo», respondí, volviendo tranquilamente para seguir mi sueño. «Pero, ¿estás dormido o despierto? -insistieron-. ¿Tú sabes lo que es ir a torear miuras con Joselito?». «He dicho que iré», repetí. Y fui.
-¿Y qué ocurrió en aquella corrida?, preguntó Giraldillo.
-Era la primera de Miura que yo toreaba y la primera vez que me enfrentaba con el formidable torero. Joselito estuvo maravilloso, como él era. Leyendo las reseñas que reflejaban lo que allí ocurrió, me reía luego. Resultaba, y ésta fue la verdad y no pasión de los revisteros, que yo había tenido muchas más ovaciones y vueltas al ruedo que José. ¡Pero Joselito había estado mejor que yo!, dijo Belmonte en la serenidad de esa tarde tan lejana de aquella.
-¿Qué juicio formó de la manera de concebir y desarrollar el toreo que caracterizó a Joselito?
Juan le contestó rápido y seguro en el juicio:
–Yo nunca vi un toro que pudiera más que él. Él pudo siempre más que todos los toros. ¿Es esto suficiente para expresar mi juicio sobre Joselito? Porque Joselito conocía no sólo lo malo de toros, sino lo que había que hacer para tornarlos en buenos, y lo que era adecuado, en forma y lugar, para cada toro.
-Entre todas las corridas que ustedes torearon juntos, ¿cuál recuerda de mayor relieve para José?
-Fue en Valencia. Toreábamos mano a mano reses de Campos Varela. Como yo para las fechas no tengo mucha seguridad, no recuerdo si fue el año 16 o 17. Y otra vez ocurrió lo que en Cádiz, la primera vez que toreamos juntos. Fueron para mí las mayores ovaciones. Yo corté orejas, y Joselito, no. Pero él estuvo soberbio, insuperable. Estuvo, sencillamente, mejor que yo. Entre todas las tardes que toreé con él, ésa fue la que mejor estuvo. Esto, visto en torero y junto a él, y no en público.
-¿Y en qué tarde lo vio con peor fortuna?
-Fue en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre quiero acordarme, pero no puedo. Fue en Manzanares o en Valdepeñas. El enemigo era un toro de Guadalets, de la cruza con Miura.
-¿Cree que la manera de torear de usted influyó en «Gallito», determinando una mejor ejecución de las suertes, en cuanto a la distancia y la lentitud?
-El estilo no se varía. Joselito empezó como acabó. Fue un caso de formación perfecta desde el primer momento, y no se hizo por agregaciones. De lo que sí se habló entonces, y aún hoy se discute, es del acortamiento de la distancia, o sea, de la posibilidad de ejecutar las suertes, con sus tiempos y estilos, en menos terreno, aumentando la emoción sin variar la técnica.
-¿Recibió usted en su arte peculiar influencias del de José?
-Ya le digo que no se influye en el estilo propio por la contemplación, ni aún por el estudio, del ajeno; pero es inevitable que en el desarrollo del propio estilo se tengan presentes las observaciones que se hacen en la plaza.
-¿Era conveniente para la fiesta la división y el encono entre los aficionados y la existencia de los partidos personalistas?
-El auge de la fiesta de los toros se señala por las competencias y los partidos. Un solo torero, por grande que sea, no interesa al público si no halla figura que oponerle. En esto, tanto le debo yo a Joselito como Joselito me debió a mí y a los dos juntos, la fiesta.
-¿Recibió agravios del partido gallista?
-Si los hubo, no me di cuenta. Yo seguí siempre mi camino, sin ocuparme de lo que ocurriera por el camino de los demás.
-¿Pero no le preocupaba la certeza de que existía una opinión decididamente contraria a usted?
-Si he de decirle la verdad, me preocupaban más, en el sentido de temerles, los propios partidarios que los partidarios de José. Para mí eran más temibles los belmontistas que los gallistas. En mi partido existía una especie de consejo disciplinario que se imponía a mí. ¡Las noches que yo les he visto pasar, metidos en las fondas o en sus casas, jugando al jiley, sin atreverse a salir a la calle, por temor a los gallistas, como conseuencia de las tardes en que yo no tenía fortuna ni había posible excusa! «¡Esto no puede continuar así, Juan -me decían, autoritarios y terribles-. ¡Esto no puede continuar así! ¡Ya estamos hartos de jugar al jiley…! ¡Conque tú verás si podemos salir esta noche a hablar de toros!» Y yo comprendía la tragedia de aquellos buenos amigos, cansados del jiley, y hacía lo posible por que salieran a discutir, victoriosos, aquella noche.
-¿Cómo entiende usted que debe determinarse la rivalidad? ¿Por oposición de estilos o, dentro de un mismo estilo y concepción del toreo, por oposiciones personalistas?
-Lo personal siempre existe, y, por ello, siempre habrá rivalidad. Aún hoy, cuando Rafael el Gallo y yo toreamos juntos en los festivales, Rafael se enfada si ve que yo tengo más aplausos. Y, naturalmente, sobre este fondo preponderante de lo personal está el contraste de los estilos.
-Comparando época con época, ¿en qué considera usted superior la suya y la de José a la época presente?
-No sé si la nuestra fue superior. Desde luego, fundamentalmente distinta sí lo fue. ¿Qué pasaría ahora si saliera Joselito toreando ante el público de hoy, tal como son los gustos de hoy? Yo no lo sé. Pero también, ¿qué ocurriría hoy si saliera un toro de aquel tiempo? Aquellos toros tenían un poder y un nervio que hoy no se conocen. El toro tenía en aquella época otro sentido, y poco a poco hemos visto cómo se ha ido eliminando el toro «bronco». Además, hoy el castigo es mayor, por razón de los petos, y el toro se rompe contra esas corazas. Aparte esto, vemos qeu en algunos toros de ahora es bastante la «reserva» a picarlos, por su evidente debilidad. Y ante esto, repito: ¿Qué ocurriría si saliera un toro de aquellos? Desde luego, afirmo que hoy no veo que se haga variar a un toro. Tal como sale al ruedo se va de él. Todo lo más que se hace es adaptar la lidia a la condición del toro, pero no variar éste que es lo que hizo José, y en lo que, a mi juicio, fue único.
-En la época presente, ¿ve algo que supere a lo que José y usted representaron?
-Hoy se torea con un temple superior, y en cuanto a terreno, o sea, a colocación del torero en todas las fases del lance, no creo que haya posibilidad de mejorar lo que hoy se hace, ¡cuando se hace bien!
-Entonces, ¿cree usted que el toreo ha llegado a un punto de máxima perfección en cuanto a técnica y a valor estético de esa técnica?
-¡Hombre, yo no me atrevería a decir tanto! Sobre todo, sobre la técnica y el estilo está lo que yo llamo «el sentimiento del toreo». Es decir, realizarlo con emoción, sentirlo muy hondo y ejecutarlo como un rito…
Belmonte hizo una pausa. Estaba atardeciendo. Pronto se haría de noche. Juan volvió a hablar. Lento, solemne, con emoción.
-Yo pongo sobre todo el sentimiento del toreo. Ante el toro, respondemos con nuestra manera y estilo a un estado del alma. Hacerlo coincidir con el de las multitudes es el éxito. Yo le definiría a usted lo que he llamado toreo del «nudo en la garganta». Torear como si fuéramos a hablar enamorados, como si la lidia fuera un diálogo de pasión.
Rompió el hilo de su discurso y añadió:
-Permítame usted que me reserve esta teoría. Es inoportuna. La esbocé en una entrevista destinada al extranjero y no puede usted figurarse el número de cartas que he recibido para que amplíe esta definición, que algunos entienden pudiera ser una doctrina. Yo no lo sé. Lo que sí digo es que así concebí el toreo y así lo desarrollé junto a Joselito; así lo practicamos, él y yo, juntos, todas las tardes, en una época que ya es historia, y que puede ser superada, porque yo respeto las posibilidades todas, y no tengo la soberbia de creer que el toreo concluyó con mi época.
Continuamos este ciclo sobre la historia de la Peña con otra interesante entrega, la continuación a la salida de Don Joaquín Casas Vierna como presidente de «Los de José y Juan».
Tras la dimisión de Don Joaquín se eligió como Presidente a Don José Montes Iñiguez con Sebastián Rodríguez Correa como Vicepresidente. Poco tiempo tuvo Don José ya que el 15 de octubre de ese mismo año (1984) fallece dejando como Presidente en funciones a Don Sebastián Rodríguez Correa.
Fue Don José Montes un hombre polifacético. Catedrático de Siderurgia de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales, gran aficionado, fue conocido como «El ingeniero del nueve» en toda la plaza. Sus comentarios en plenas faenas fueron gratamente acogidas por la afición, su tremenda simpatía y sus profundos conocimientos le hicieron algo así como el paradigma del aficionado. Parecía que Don José estaba llamado a continuar la labor emprendida por Don Joaquín, pero el destino lo impidió y dejo a la Peña huérfana y sin Presidente a los pocos meses de su nombramiento.
El único ciclo de conferencias organizado por José Montes fue el siguiente:
El 23 de noviembre de 1984 se producen elecciones para elegir nueva Junta Directiva. Sale elegido Don Adolfo Bollaín Lirón, manteniéndose como vicepresidente Don Sebastián Rodríguez Correa.
Nuevamente la desgracia cae sobre nuestra Peña, a los pocos meses de su nombramiento fallece Don Adolfo Bollaín Lirón, no dándole tiempo más que a organizar el ciclo de conferencias de 1985, que fueron:
Fue Don Adolfo Bollaín un gran aficionado y un profesional de gran prestigio. Su notaria era de las más conocidas de Madrid.
El 10 de noviembre de 1985 se producen nuevas elecciones a Presidente, acordándose mantener en el mismo a quien ya lo ejercía en funciones: Don Sebastián Rodríguez Correa nombrándose para la vicepresidencia a Don Luis García Lemus. Se acuerda instituir un premio anual a lo que como aficionados más nos guste de lo visto en la Feria de Otoño con el nombre de «Trofeo Adolfo Bollaín», otorgándose el primero a Pepe Luis Vázquez. Desde entonces se ha otorgado todos los años.
En el mes de julio de este año fallece nuestro compañero, fundador, buen amigo y maestro Don Luis Fernández Salcedo, que tantas conferencias dio y libros sobre la Fiesta escribió. La Peña le dio un sentido homenaje.
La asamblea de socios del 27 de noviembre de 1987 se nombra Presidenta Honoraria Perpetua de la Peña a S. A. R. Doña Mercedes de Borbón Condesa de Barcelona, madre de S. M. El Rey, así como nuevo vicepresidente a Don Juan Pablo Fernández Salcedo.
El 11 de mayo de 1989 se nombra a nuestro consocio Pedro López Ramírez presidente de la Federación Nacional Taurina.
Juan Salazar, socio de «Los de José y Juan», ha escrito el libro TOROS sin complejos en el que realiza un detallado análisis y defensa de la Tauromaquia.
La cultura de un país se define por sus tradiciones, su arte y su lengua. Los toros son una de las raíces que más identifican el espíritu español y su legado centenario.
El festejo taurino es una expresión cultural milenaria, que cuenta con numerosos aficionados que exigen respeto a sus gustos y tradiciones. Nadie tiene la obligación de participar ni asistir, pero tampoco se pueden plantear demandas prohibicionistas limitando el acceso a los que disfrutan de su celebración.
En el texto se realiza una defensa de la Tauromaquia desde la vertiente histórica, artística, cultural, legal y de los derechos individuales, exponiendo los razonamientos que permiten colocarla en el lugar que siempre ha estado, y que la corresponde; también quedan recogidos una pléyade de escritores, pintores, escultores y artistas de diferentes ámbitos que han plasmado en sus obras los valores culturales de la corrida de toros. Así mismo se presentan los valores humanos inherentes que la califican como una actividad destacada, provechosa, positiva y de la que nos sentimos orgullosos.
¿Se trata de un espectáculo minoritario?, ¿vive la Fiesta de las subvenciones?, ¿se pueden dictar leyes prohibicionistas?, ¿es la Tauromaquia un foco de maltratadores de animales?, ¿son los toros cultura?, ¿respetan los taurinos a los toros?, ¿se puede hablar de «derechos de los animales»?, son algunas de las preguntas a las que se aportan respuestas, pudiendo encontrar el lector argumentos para comprender, querer y defender la Tauromaquia.
Juan Salazar Larraz, socio de la Peña Taurina «Los de José y Juan», es madrileño. Licenciado en Farmacia y MBA por el Instituto de Empresa, ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito de la Consultoría y de los Recursos Humanos. Es autor de los libros “Remembranzas Imaginarias; Madrid Museo Taurino Abierto” y “Toros sin complejos”. Es responsable del programa radiofónico “Los Toros, nuestra Historia” de Radio Ya.
Con el título: “Financiación, impuestos y precios de las entradas como factores para la subsistencia de la Fiesta”, presentó el jurado del premio literario taurino “Doctor Zumel”, el tema de los trabajos a presentar en la convocatoria del año 2020, que corresponde con la XXXII edición de este prestigio premio que financia el mecenas D. David Shohet Elías.
En esta edición, y por primera vez, se han concedido dos primeros premios, ex aequo, uno a D. Vicente Royuela y otro a nuestro socio D. José Mª Moreno Bermejo. El segundo premio se otorgó a D. Diego Sánchez.
El trabajo por el que ha sido premiado José Mª Moreno, lleva por título: “Economía de la Corrida. Sus componentes”, repasa los antecedentes económicos de los festejos taurinos a partir del 2º tercio del siglo XVIII, la gestión de los mismos por parte de los ayuntamientos o de las Juntas de Hospitales; los haberes que percibían los lidiadores, tanto en dineros como en caballos, ropas o en el valor de la carne de las reses. La forma de fijar los precios de los asistentes desde los balcones de las plazas públicas, y los de la plebe que ocupaba los tablados preparados al efecto.
Las exigencias de los matadores respecto a emolumentos y al ganado a lidiar. El cómo se contrataba a los líderes con efectos de toda una temporada en una plaza. Las informaciones sobre las corridas, tanto en periódicos como en revistas especializadas. Los intelectuales que se ocupaban en la información taurina.
En el trabajo se destaca los comienzos de los empresarios taurinos a principio del siglo XX. La importancia del empresariado, apoderados y gestores de los cosos de propiedad pública. Se constata cómo los festejos de máximo interés resultaban siempre rentables, aún con los precios de los boletos altos. Aparecen el trabajo la diversidad de precios de las corridas en las ferias, llegando a tener 4 precios diferentes en un mismo serial.
Se defiende como importante el que los emolumentos de los toreros se correspondan con los precios de lo boletos y con la aportación de otros ingresos que cada uno de ellos genere por sí. Se escruta sobre la aportación que daría a la economía de la Corrida la explotación de los nuevos medios de comunicación, Internet, TV, merchandising, etc.
Y se dilucida sobre la importancia de los pliegos de condiciones de las principales ferias españolas, muchas de propiedad pública. Sobre la exigencia del sector a unos impuestos acordes con el hecho de ser la Tauromaquia un patrimonio cultural inmaterial de los españoles.
Por último, en el trabajo se pregunta el autor si la composición de las cuadrillas podría reducirse; le parece que no es necesaria la aportación de dos picadores por coleta; ni 3 banderilleros. Tres picadores, más uno de reserva; 6 banderillero, más un puntillero…
En el desenlace final se explica que cada festejo debe ser rentabilizado por sí mismo. Que lograr el interés del espectador y motivar su emoción es el mejor camino para conseguir la asistencia a los festejos, no siendo tan importante el precio de las entradas; sólo deben ser justo, equiparables al interés que ofrezcan.
José María Moreno Bermejo, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan” es un defensor apasionado de la importancia de la suerte de varas, que da nombre a su blog y sobre la que ha publicado varios libros. Bibliófilo taurino pertenece a las Uniones de España, Francia y México, así como a diversas peñas y numerosos jurados de premios taurinos. Ha publicado libros sobre la actualidad de la corrida de toros, su historia y su cultura.
El Club Taurino de Pamplona, en este San Fermín sin fiestas, no ha faltado a la cita anual de su revista, que este año ha estado dedicada a la conmemoración del centenario de la muerte de Gallito.
Ya dedicó los coloquios de sus jueves taurinos al recuerdo de Joselito, aunque por culpa del maldito coronavirus no se pudieron realizar.
El amplio dossier gallista de la revista está formado por artículos de María Luisa Sala Redín, Domingo Delgado de la Cámara, Koldo Larrea, Rafa, Cecilio Vierge, José Luis Cantos y Andrés de Miguel, además de numerosas fotos recopiladas por Ángel Erro.
Es reconfortante que un Club de la solera del Taurino de Pamplona, mantenga el recuerdo gallista en la conmemoración del centenario de su muerte, a pesar del descalabro que ha supuesto la supresión de los sanfermines y que lo haga con tan interesantes y singulares participaciones en la que se incluye la de la Peña Taurina “Los de José y Juan”.
Esta es la colaboración de Andrés de Miguel.
JOSELITO EL GALLO, ORGANIZADOR DEL TOREO DEL SIGLO XX
El 16 de mayo se cumplieron 100 años de la muerte, en una infausta corrida en Talavera de la Reina, de José Gómez Ortega, “Gallito” en los carteles y Joselito en la sociedad y la prensa de su época, y numerosos aficionados y organizaciones taurinas estábamos realizando actos para recordar la fecha y la importancia en la historia del toreo de Joselito. Actos que como tantas cosas en la sociedad española y mundial, se han visto truncados por el maldito coronavirus.
El recuerdo, no obstante, sigue y en los actos y escritos ya realizados, la figura de Joselito emergía como lo que fue: un gran torero, “El rey de los toreros” tituló Paco Aguado su completa biografía, en estos días reeditada por El Paseo Editorial. Pero además de un gran torero, Joselito fue el impulsor de numerosas iniciativas que han vertebrado el espectáculo de los toros durante el siglo XX, hasta nuestros días en el ya entrado siglo XXI.
Nos podemos remontar a la sociedad de los inicios del siglo XX, una época de importantes cambios sociales, para entender su importancia. El año de la alternativa de Gallito, 1912, es también el año en el que se implanta la primera cadena de montaje de Henry Ford que transformará la producción industrial y posibilitará el consumo de masas. Las “vanguardias” adquieren gran importancia en el arte moderno y es el año en el que Kandinsky pinta la llamada “Primera acuarela abstracta”. Scott y Admunsen alcanzarán el Polo Sur, aunque sólo este último consiguiera regresar, enel último gran hito de la exploración mundial. Años de cambios que verán la Gran Guerra Europea que devendría en 1ª Guerra Mundial y la Revolución rusa, que ha marcado la historia del siglo XX. Son los años de la gran pandemia de la llamada “gripe española”, tan de moda actualmente, que arrasará entre 1918 y 1919, con la vida de 200.000 personas en España (el 1% de la población) y más de 50 millones en todo el mundo. Época de grandes cambios.
Los toros no son ajenos a dichos cambios y la aparición de Joselito como novillero se saluda como la culminación de la perfección en las corridas de toros. Pero la época no es proclive a la estabilidad y frente a la perfección y la belleza aparece la sorpresa, la ruptura, lo inexplicable que personalizará Juan Belmonte. Juntos protagonizarán la llamada “Edad de oro del toreo”, que acabará a la muerte de Gallito.
Más que repetir las fechas de alternativa, confirmación, toros y faenas para la historia, me parece interesante señalar unos referentes biográficos que ayudan a entender el personaje.
Joselito es un torero de dinastía. Su padre Fernando Gómez El Gallo, comenzó de banderillero en la época de Lagartijo y Frascuelo con quienes alternó a gran nivel después de tomar la alternativa. Llevó en su propia cuadrilla a Guerrita, lo que da idea de su importancia. Su hermano Rafael El Gallo, fue el gran torero mágico de la historia, su otro hermano Fernando, también torero, fue un gran Think Tank taurino que inventaba suertes e innovaciones, de quien aprendió mucho Joselito. Sus tres hermanas se casaron con toreros, Martín Vázquez, Sánchez Mejías y El Cuco. Curiosamente las tres tendrán hijos toreros. Está, pues, inmerso en un ambiente puramente taurino. Joselito sólo se dedica al toreo y desde sus inicios es saludado como un grande del toreo, agrada como becerrista, sorprende como novillero y es saludado como gran torero desde su misma alternativa el 28 de septiembre de 1912 y cuya consagración definitiva será el 3 de julio de 1914 en la corrida de los 7 toros de Martínez en Madrid. En Pamplona llegó a torear en 18 tardes, compartiendo cartel con todos los toreros de su época y siendo la base de las temporadas del 17, 18 y 19, en las que toreó las cinco corridas que entonces tenía la feria.
Es importante reseñar que Joselito es muy joven. Toma la alternativa con 17 años y muere con 25. Creo que la temprana edad ayuda a valorar su importancia, pues toma las riendas del mundo de los toros muy joven, con menos de 20 años. La combinación de haber nacido y vivido en un mundo tan marcadamente taurino, con el empuje de la juventud y, por supuesto, la capacidad personal y el interés por mejorar y difundir el mundo de los toros, explican mejor que la usual combinación de fechas y efemérides la biografía de Joselito.
Su importancia no es solo la de ser un gran torero, el torero que llevó a la perfección el toreo clásico y permitió explorar nuevas vías de expresión de suertes y dominios. Su trascendencia viene dada porque sentó las bases de la posterior evolución del toreo que, de alguna manera han sido las que han servido para que las corridas de toros se mantuvieran y desarrollaran durante estos cien años, cuya efemérides conmemoramos. Las voy a resumir en tres puntos principales, a los que se podría añadir algún otro de menor importancia, como la organización de la temporada taurina para lograr una continuidad, el papel del veedor e incluso el cambio en la labor de los apoderados que protagonizarían dos de los toreros a los que dio la alternativa, como fueron Dominguín y Camará.
Una de ellas ha sido la racional selección de los toros. Aunque ya en aquel momento había ganaderos interesados en mejorar el repertorio de la bravura y se habían realizado numerosos cruces, especialmente en las ganaderías cuyo comportamiento de los toros era menos adecuado para la progresiva importancia de la faena de muleta en la lidia, Joselito impulsó una preferencia por la bravura que permitía alargar el espectáculo de la lidia hasta la faena de muleta e impulsó una mayor racionalidad en la selección de los toros y organización de la reproducción para mejorar el espectáculo; el posterior establecimiento de criterios científicos ha sido ya en tiempos muy cercanos. Inevitablemente las ganaderías que no se adecuaron a ese cambio, que se inició a finales del siglo XIX y que no fue promovido pero sí impulsado por Joselito, languidecieron o desaparecieron, como es el caso de las ganaderías de toros de casta navarra, de mayor viveza y menor continuidad en la embestida, que ahora están ensayando un proceso de adecuación.
El impulso dado a la creación de las plazas monumentales significó la apertura a todos los grupos sociales de la popularización de las corridas de toros. Al aumentar el número de asistentes, se podían bajar los precios de las localidades y la gradación de los precios convertía a las plazas monumentales en una reproducción microcósmica de la sociedad, donde tenían cabida desde los que pagaban una cara barrera de sombra, hasta los que asistían desde las últimas filas de sol. La plaza Monumental de Barcelona, ampliada sobre la antigua plaza del Sport en 1916 y la llamada Monumental de Sevilla, inaugurada en 1918, con más de 20.000 localidades en una ciudad que no llegaba a los 200.000 habitantes, tuvieron una gran importancia para conseguir colocar las corridas de toros como un espectáculo de masas. Como curiosidad, la plaza de toros de Pamplona es obra de Francisco Urcola, el mismo arquitecto que diseñó la Monumental sevillana y cuya semejanza es evidente. Las Ventas se inauguró 11 años después de la muerte de Gallito en Talavera, pero no hay duda que él impulsó su concepción y recientemente se han encontrado los primitivos planos, que el arquitecto Espeliú trazó y comentó con Joselito, como queda constancia en una célebre foto.
El cine era todavía incipiente en los años 10 del siglo pasado, pero Joselito supo ver su importancia como medio de difusión social y le dedicó gran atención e interés. Está grabada su alternativa en Sevilla, el viaje en tren ese mismo día desde Madrid, donde estaba prevista la alternativa que atrasada tras una cogida en Bilbao el primer día de septiembre, tuvo que suspenderse por lluvia, la corrida posterior de confirmación en Madrid, cuatro de la corrida de los siete toros de Martínez en Madrid, otros cuatro de una corrida benéfica de Contreras en Valencia y numerosos trozos de faenas en Madrid, Sevilla, Barcelona, Zaragoza, entre otras plazas. La difusión social que el cine empezaba a dar fue aprovechada por Joselito, quien no descuidó a la prensa diaria, ni a la especializada, todas cuyas atenciones parece que sumaban una importante cantidad por temporada. Para lo que nos interesa aquí, quedémonos con la importancia de las nuevas tecnologías, pues vivimos un momento en el que las actuales tienen un gran impacto social.
Estos tres temas: mejorar la calidad del espectáculo, ampliar la base social de sus asistentes y gestionar los medios de comunicación adecuados para difundirla, llevados a cabo por un hombre joven, gran conocedor del mundo del toreo pues era un torero de dinastía, son una gran aportación al mundo del toreo. En definitiva difundió de una manera adecuada a la sociedad de su tiempo un espectáculo abierto a las mayorías sociales.
Este es, sin duda, el motivo por el que debemos conmemorar el centenario de la muerte de José Gómez Ortega “Gallito” en la plaza de Talavera de la Reina, porque fue capaz de elevar el arte de torear a la cumbre del clasicismo, como base para la renovación, consolidación y difusión de las corridas de toros. Todo ello con el completo compromiso personal con su arte, que le condujo, de manera sorprendente para sus seguidores, a su propia muerte en el ruedo.
Madrid, 16 de mayo de 2020
Andrés de Miguel
Presidente de la Peña Taurina “Los de José y Juan”
El pasado 5 de julio el crítico taurino del diario EL PAÍS, Antonio Lorca, publicó en su blog “El toro, por los cuernos” una recopilación de las reflexiones de cinco significativos aficionados, acerca del a situación actual de la tauromaquia y su próximo futuro.
Uno de esos aficionados era el socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, François Zumbiehl.
Publicamos, a continuación, el extracto de sus reflexiones, junto al artículo completo que se publicó en la edición digital del diario.
La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto los males de los que sufre la fiesta de los toros, pero permite también vislumbrar las vías de su salvación.
Los males: es un espectáculo casi insostenible en su economía actual, encorsetado en su organización y en su desarrollo, con pocas posibilidades de hacer surgir nuevos talentos. Es además desfasado con respecto al sentir de buena parte de la sociedad, ignorado cuando no criticado por la gran mayoría de los medios de comunicación, y desgraciadamente un blanco cómodo para las controversias y los estereotipos de las luchas políticas.
El remedio económico parece fácil de enunciar si no de aplicar: adecuarse urgentemente en este campo a las realidades de la sociedad afectada por la crisis, reduciendo en lo posible los gastos administrativos y profesionales, protegiendo sin embargo tres prioridades demasiado sacrificadas hasta el momento: la ganadería brava, materia prima de la fiesta, las novilladas, garantes de su futuro, y las corridas de los pueblos, base de la afición y de la convivencia festiva.
Para el resto sólo cabe cumplir con las dos exigencias estipuladas por la convención de la UNESCO para asegurar la supervivencia de un patrimonio cultural inmaterial: la transmisión y la evolución. La transmisión se dirige a los jóvenes y a la opinión pública; hay que explicar con una campaña de comunicación a gran escala, y por supuesto con actividades educativas, el significado antropológico de la tauromaquia, sus valores culturales, la riqueza ecológica y el bienestar que supone para los animales bravos las condiciones de su cría en la dehesa.
En cuanto a la evolución hay que pensar en agilizar el espectáculo, eliminando tiempos muertos, convertirlo en algo menos previsible, recuperar el equilibrio entre los tres tercios, revisando por completo la suerte de varas, y también el equilibrio entre el arte y la lidia. Sin renunciar a lo fundamental, la muerte del toro en la plaza jugándose la vida el matador, conviene reducir, reformando los útiles, la sangre innecesaria y la prolongación de la agonía del animal después de la estocada.
A raíz de la crisis el pueblo aficionado ha despertado de su pasividad o de su “sueño dogmático”. Ojalá siga en su vigilia para exigir ser consultado sobre el futuro de la fiesta, sobre la organización de los festejos, y ojalá su voz se haga escuchar claramente por parte de los políticos para que respeten su libertad cultural y no le impongan ninguna censura, incluso amparándose en una supuesta ley de mayoría.
François Zumbiehl. Socio de la peña taurina «Los de José y Juan».
A continuación, reproducimos el artículo escrito por Antonio Lorca.
La fiesta de los toros atraviesa una crisis sin precedentes derivada de tres factores: la pandemia, sus males internos y los continuos ataques de las corrientes animalistas. Pero el futuro deja entrever un hilo de esperanza basado en una vuelta a la emoción, la reducción de costes y un plan de comunicación dirigido, fundamentalmente, a captar a los más jóvenes.
Esta podría ser una conclusión a vuelapluma de las reflexiones urgentes de cinco reconocidos aficionados -una mujer y cuatro hombres, dos de ellos ‘militantes’ franceses- que se han sentado en torno a una mesa virtual para hablar sobre el presente y el porvenir de la tauromaquia del siglo XXI a raíz de los estragos producidos por el covid-19.
Fátima Halcón, presidenta de la Fundación de Estudios Taurinos y profesora titular de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, es la única que cita la palabra ‘pesimismo’ al hablar de la fiesta.
François Zumbiehl, catedrático de Lenguas Clásicas y doctor en Antropología Cultural, inicia categórico la conversación: “Es un espectáculo casi insostenible en su economía actual”.
Francis Wolf, catedrático emérito de Filosofía, afirma que la parálisis actual es “una catástrofe económica para la cría del toro bravo y el futuro de los jóvenes toreros”.
El pesimismo y la esperanza coexisten junto a una inevitable reconversión
Jesús Hijosa, alcalde de Villaseca de la Sagra, constata que se trata de “una crisis mundial que afecta a todos los sectores económicos”.
Y José Luis García-Palacios, presidente de la Caja Rural de Sur, asegura que la realidad “es compleja, muy compleja”, pero se atreve a hablar de optimismo.
A los cinco se les pidió un diagnóstico sobre el presente y un avance imaginativo sobre el futuro. Este es el resumen de sus análisis.
El representante de la entidad financiera andaluza, una de las pocas empresas que apuesta abiertamente por la fiesta, califica como ‘curiosa y peculiar” la gestión institucional del sector taurino. “Jamás he encontrado rastros de cohesión y consenso entre los integrantes de este mundo tan extraordinario”, afirma. “A los toreros, elementos tan virales como investidos de un carácter mítico algo anacrónico, les ha faltado empatía con quien los mantiene: la afición”. Y prosigue: “En mi modesta opinión, las organizaciones ganaderas han sido más un club o gestora administrativa que entes reivindicativos, y siempre primó más lo superficial/estético que lo eficiente o profesional. Y la afición, nunca se ordenó debidamente”. En resumen, “no es exagerado decir que la situación actual es exclusivamente responsabilidad de quienes componemos el sector, nada más”.
Por su parte, François Zumbiehl, uno de los más finos analistas taurinos de la actualidad, considera que el sector “está encorsetado en su organización y en su desarrollo, con pocas posibilidades para que surjan nuevos talentos. Está, además, desfasado con respecto al sentir de buena parte de la sociedad, ignorado, cuando no criticado, por la gran mayoría de los medios de comunicación, y, desgraciadamente, un blanco cómodo para las controversias y los estereotipos de las luchas políticas”.
Su compatriota Francis Wolf, un muy reconocido intelectual francés, comprometido con la fiesta de los toros, comenta que “este desastre se produjo en la cima de dos crisis: la primera, sistémica, como es la inevitable propagación de la ideología animalista; y otra, la creciente politización de la fiesta en España, que coloca a la afición a un lado único del tablero político, lo que contribuye a mantenerla alejada de la parte más progresista de la juventud urbana”. A pesar de ello, prosigue, “no hay crisis artística del toreo; celebré el año pasado mis cincuenta años como aficionado y viví la temporada más brillante e interesante de mi vida”.
Uno de los impulsores más activos de la tauromaquia actual, Jesús Hijosa, alcalde de Villaseca de la Sagra, lo tiene muy claro: “El problema”, dice, “es que la debilidad de tantos años de abandono y la falta de financiación externa del espectáculo han hecho que las consecuencias en el sector sean más graves. El covid-19 ha puesto sobre la mesa la endeblez de un mundo en el que se ha trabajado poco”.
Fátima Halcón, entusiasta aficionada y cabeza visible de la Fundación de Estudios Taurinos, una de las instituciones culturales más sobresalientes, no puede evitar un rictus de desánimo.
“Soy pesimista respecto a la situación actual de la fiesta de toros”, afirma sin tapujos. “La sociedad contemporánea rechaza cualquier tipo de manifestación cruenta con animales, y no está preparada para entender el sacrificio de un toro en la plaza. Por desgracia, esa idea ha calado entre la clase política, que ve con recelo ese tipo de fiesta y se niega a concederle ayudas. La consecuencia directa es la eliminación de corridas en fiestas populares, la ausencia informativa en los medios de comunicación y la manifestación pública de ese rechazo”.
Puestas las cartas del presente sobre la mesa, se abre el debate sobre lo que se vislumbra en el horizonte. Fátima Halcón lo adjetiva como “complicado”, y lo explica así: “La juventud está siendo educada en el rechazo a la fiesta. En consecuencia, los aficionados deberíamos hacer campaña en favor de la fiesta sin ningún tipo de complejo. A los políticos de cualquier signo hay que explicarles la importancia, arraigo y tradición de la fiesta dentro de la cultura mediterránea. Sería interesante que empresarios, ganaderos y toreros ajustaran los precios para que la juventud pudiese asistir a las corridas, y, por supuesto, que la fiesta de toros tuviese presencia en los medios de comunicación (sobre todo, en la televisión)”.
Francis Wolf está convencido de que “hay que cambiar la imagen del toro y del aficionado”. “Hay que colocar la emoción en primer plano”, añade, “en
la presentación de los toros y en la vigencia de los tres tercios: una emoción hecha de admiración, de miedo y de respeto frente a la naturaleza salvaje”. Cree, asimismo, que el aficionado “debe asumir una imagen moderna, urbana, progresista y, sobre todo, ecologista. Nada se opone más a la ideología animalista que la ideología ecologista”.
Jesús Hijosa apuesta por “reestructurar la fiesta por completo y adecuarla a los tiempos actuales”. Aclara que no se refiere a celebrar festejos sin muerte o eliminar el tercio de varas. “Hablo de suspender un sistema de cotizaciones y financiación que son más propios de otro tiempo y comenzar de cero, adecuando los costes a la realidad de la taquilla”. “Solo así se podrá bajar el precio de las entradas e invertir en la proyección internacional del toreo”.
Coincide con esta opinión François Zumbiehl, y aporta dos nuevos conceptos: transmisión y evolución, “que son las dos exigencias estipuladas por la convención de la UNESCO para asegurar la supervivencia de un patrimonio cultural inmaterial”. “La primera -una gran campaña de comunicación- estaría dirigida a los jóvenes y a la opinión pública para explicar los valores de la tauromaquia, su riqueza ecológica y el bienestar que supone para los animales bravos las condiciones de su cría en la dehesa”. “La evolución”, concluye, “consistiría en agilizar el espectáculo, eliminar los tiempos muertos, y convertirlo en algo menos previsible”.
“Me esfuerzo cada día en un ejercicio de optimismo”, afirma José Luis García-Palacios. A su juicio, el futuro hay que trabajarlo, “y estimo que se está haciendo con alta nota”, añade.
“Jamás en la historia de la tauromaquia hemos contado con una Fundación (del Toro de Lidia) con razones científicas y medioambientales irrefutables; nunca hemos podido constatar como ahora la importancia social y económica del sector. Sin embargo, no parece que los aficionados estemos dispuestos a fijar nuestras posiciones con el sector; incluso aquellos que podrían ser “influencers” se tientan la ropa ante el violentísimo acoso de los populistas y extremistas animalistas antitaurinos”. “Son tiempos de valientes, de unión y resistencia, en los que el respeto, el valor y la inteligencia son nuestros mejores argumentos”, termina.