Tampoco era para irse

Eduardo Gallo está puesto, tiene decisión, claridad de ideas y sitio frente al toro. No encuentra toros para hacer grandes faenas pero deja constancia de su intención. Volverá a Madrid o toreará en otras ferias, encontrará toros y entonces veremos su verdadera dimensión.

A su favor tiene su compostura, muy vertical, y su conocimiento. Tengo para mí que su concepto del toreo abusa demasiado del toreo por las afueras y eso jugaría en su contra. Por ahora se queda en un… ya veremos, que nos permite disfrutar de un torero decidido y eso siempre es un valor que destaca en medio de tantas faenas faltas de ideas, soluciones y ganas.

En día del santo, con una interesante corrida de El Ventorrillo, además de la disposición de Eduardo Gallo, se vieron las buenas intenciones de Curro Díaz y asistimos a un sainete de Julio Aparicio que pasó de ser un capricho de la plaza de Madrid que le acogió con una ovación, a ser un puro disparate. Todo esto se perdió la flamante alcaldesa de Madrid que desapareció del palco en el segundo toro.

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La lección del final

Obligar al toro a ir por donde no quiere ir debería ser una de las lecciones básicas que se imparten en las Escuelas de Tauromaquia. Instaurar desde la salida del toril la voluntad del torero como eje de la lidia del toro.

Esta lección resume en gran parte la esencia de la fiesta de los toros, por eso es tan importante la agresividad del toro, para disfrutar del dominio del torero.

Sin embargo parecería que esta lección está al final de libro, como esos temas que nunca se explican en clase porque a lo largo del curso se ha ido fijando la atención en otros temas, quizá más entretenidos, que obligan a dar las últimas lecciones a toda prisa y sin fijar claramente los conceptos.

Así cuando salen unos toros poco dispuestos a seguir las normas, que deciden ir por libre y mantener sus ideas propias respecto a sus querencias, sus acometidas a los caballos de picar, sus embestidas desordenadas, los toreros no encuentran en el repertorio de las clases que tomaron, que deben hacer para fijar al toro y hacer que siga los dictados de la más laxa tauromaquia. Cuando además los toros de El Cortijillo, segunda marca de los núñez de Alcurrucén, son de índole navajera de esos con los que a uno no le gustaría encontrarse de noche en un descampado, pues te van a buscar las vueltas, acometer cuando menos te los esperas, embestir al bulto y luego retirarse con resabiadas maneras se encuentra a faltar especialmente la lección del dominio del torero.

Aun dentro del desorden de la lidia, Leandro consiguió enjaretarle unos pases al tercer toro de bonita capa melocotón y Abellán tiro de experiencia para marcar una serie de naturales. Poca cosa para abrir boca en esta feria larga y calurosa.

Andrés de Miguel
10 de mayo de 2012


El Apocalípsis

El apocalipsis siempre ha tenido cierto prestigio, ha sido objeto de ensoñaciones artísticas y reflexiones personales en las que el protagonista  asiste al final brusco de alguna actividad quizá la mayoría de las veces con el sólo objeto de poder decir “yo estuve allí”, o quizá “ya lo decía yo”. La versión castiza en los toros es el conocido “esto se acaba” y generalmente se dice con el morbo añadido de pensar que el que pronuncia la frase asistirá a dicho final.

No parece, sin embargo, que se acabe, aunque la fiesta de los toros esté ahora rodeada de incertidumbres. Incertidumbre sobre el modelo de la relación entre toreros, ganaderos, empresarios, prensa, público y aficionados, que hace que el modelo actual reviente sus costuras al compás de una situación económica que provoca cambios importantes que no pueden ser tapados mediante el reparto de dinero.

Incertidumbre para los ganaderos, que hablan de camadas enteras en las fincas, para los toreros que reclaman más dinero a través de los llamados derechos de imagen, para los empresarios que no ven las plazas llenas, para la prensa que tiene una posición cada vez más marginal dentro de sus medios debido al creciente desinterés social, para el público que cada vez acude menos y para el aficionado que no cesa en su histórica cantilena de que el toro debe tener más poder.

Esa incertidumbre alumbra el análisis de los carteles de San Isidro, que como siempre son malos y no recuerdo un año que se aceptaran de buen grado. Casi siempre falta algún torero, nunca están todas las ganaderías apetecidas y sobre todo las combinaciones de toros y toreros son más del agrado de los taurinos que de los aficionados.

Esto con ser repetido no tiene mayor importancia que el descontento ritual y permanente de los aficionados, si no fuera porque este año es y debe ser un año de cambio de tendencia, un parteaguas que separe las últimas temporadas de una decadencia cierta, de las futuras que deben fijar un modelo de carteles más abiertos, mayor competencia entre toreros asentados y emergentes y más variedad en las ganaderías a lidiar. Nada de esto se vislumbra en los carteles de San Isidro.

Quizá fuera llegado el momento de sortear en bloque los puestos de la feria, pues apenas ninguno de los que están parece imprescindible y cualquier combinación de toros y toreros puede ser cambiada con ventaja por cualquiera otra que proporcionara el azar.

Laxa feria que se salvará, espero, por algunas faenas aisladas y por algún toro memorable, que perdurarán en el recuerdo del que se borrarán instantáneamente, las largas tardes de tedio rellenas de faenas prescindibles y toros anecdóticos.

La fiesta de los toros necesita de un revulsivo que la coloque en un lugar de interés social. Loable es el esfuerzo de la Feria del Arte y la Cultura que tendrá más éxito si el espectáculo es acorde con la propuesta cultural. Es la fiesta de los toros la que produce las manifestaciones artísticas y las manifestaciones culturales que genera lo son debido a la importancia de dichas manifestaciones artísticas.

Esperemos, por tanto que sea la fiesta de los toros la que justifique la Feria de Arte y Cultura Taurina y no que debamos aguantar una feria ayuna de interés que encuentre su justificación en la posible y genérica difusión cultural y artística.

Andrés de Miguel
9 de mayo de 2012


Lo bien hecho

Hay una fuerza que emana de aquello que se hace con orgullo de hacerlo bien, con cariño por su oficio, con el convencimiento de la importancia de poner todo su conocimiento al servicio de la profesión libremente elegida. Esa fuerza se transmite al espectador en el tendido, que poco más exige que se hagan en el ruedo las cosas con el mismo cariño que el aficionado pone en su asistencia a la plaza.

Luis Carlos Aranda es banderillero por gusto y por traición, hijo del gran Manolillo de Valencia al que en un lejano festival vimos parear con gusto y sabiduría, incluso vestido de paisano y pasado de años y kilos en una clara demostración de que el duende, para aparecer en la plaza de toros, no entiende de condiciones físicas sino de la capacidad para convocarlo. Convencido de su amor por el oficio, Aranda llegó a montar una ceremonia en Las Ventas, para recibir la alternativa como banderillero, profesión a la que se ha dedicado durante años.

En la goyesca del 2 de mayo, en una plaza inusualmente vacía para la fecha, demostró como para aparecer la emoción en una corrida basta con el convencimiento de un banderillero. Colocado levemente cerrado el toro en los terrenos del 7, Aranda lo enceló con un par de pasos para provocar su arrancada, dio tres suaves zancadas para ganar la cara del toro y cuadrado con él, clavó su par y salió andando vertical y gallardo al refugio de los capotes. Nada más y nada menos que el orgullo de ser banderillero y hacer honor a su profesión.

Poco más ocurrió en una corrida interesante de atanasios en la que Sergio Aguilar vio estrellarse sus buenas maneras e intenciones con el peor lote, Morenito de Aranda demostró su buen gusto y sus ganas de mejorar y El Fundi tuvo que volver a oír lo de: Se va sin torear, sin que llegara a entender si se refería al bravo atanasio o era una referencia cruel a toda su carrera.

Andrés de Miguel
3 de mayo de 2012

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Antoñete me llevó a los Toros

Cuando asistíamos a Las Ventas a finales de los 70 y principios de los 80, no sabíamos que estábamos asistiendo a un momento histórico. La recuperación de un espectáculo insólito en el que se mezclaba la expresión artística con el juego con la vida.

Antoñete, quien personalizó dicha recuperación, aparecía como un personaje singular en el que se mezclaba un valor excepcional, un gran conocimiento de los toros y una carrera con grandes altibajos debida a la mala fortuna y a un carácter algo abúlico. Atraídos por su personalidad y su toreo descubrimos la belleza de la trilogía imposible de la afición de Madrid que gusta del torero frágil, el toro duro y el toreo puro. Disfrutamos la seriedad y la belleza del toreo, posibilitadas por una cabeza privilegiada,  expresadas en una estética que más que de pulido bronce era de puro hierro forjado y soportadas en un valor excepcional del que trascendía la fragilidad del artista creador. Para muchos de los que estábamos acudiendo a la fiesta de los toros, el toreo se llamaba Antoñete.

Además de sus canónicas faenas disfrutamos de actuaciones insólitas, como verle torear a puertas abiertas en Las Ventas o de su bella manera de celebrar su sesenta cumpleaños toreando dos toros en Aranjuez. “Déjale ir donde quiera” le dijo a El Boni quien bregaba para situar al toro en un terreno favorable, expresando que lo dominaría donde el toro quisiera aposentarse. Todos los terrenos eran del torero.

En su desaparición, nos queda a los aficionados, que le vimos torear, el recuerdo de la belleza de sus faenas y gestos, y a todos, el mito de un torero genial.

Andrés de Miguel
24 de octubre de 2011

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Caprichos de Madrid

Frascuelo es un torero predilecto para la afición de Madrid. No es, estrictamente hablando, un torero de Madrid. Es favorito de aquellos aficionados que acuden a la plaza con asiduidad a lo largo de la soporífera temporada madrileña, también de aquellos que gustan del toreo hecho con el corazón y de los que saben apreciar las intenciones con tanto o más rigor que los resultados.

Por eso en la plaza de Madrid se recibe a Frascuelo con aplausos. Con aplausos respetuosos, quizá poco apasionados, porque tienen más de cariñoso reconocimiento de las intenciones del torero que de recuerdos de grandes faenas, pero que siempre contienen las emociones esperanzadas de las faenas que van a venir.

Frascuelo torea en rectitud, embarca levemente por fuera y remata detrás componiendo una figura bella en la que la cercanía del toro en el remate detrás de la figura erguida y frágil del torero tiene una gran fuerza plástica en el toreo natural, que se acentúa en el toreo cambiado. Además pudimos ver junto con el clásico repertorio de muleta unas verónicas de recibo desmayando mucho la mano de salida tal y como relataba su estilo el celebrado toreo de Lavapiés Manolo Escudero.

La belleza del toreo de Frascuelo tiene mucho que ver con la fragilidad del torero y esta a su vez, está acentuada por los toros de Madrid. Pero sobre todo el toreo de Frascuelo conmueve porque está hecho con el corazón.

Frascuelo torea porque quiere, porque está irremediablemente unido al toreo puro, quizá ya sin esperanza de lograr un reconocimiento de figura, pero con la convicción de la importancia de su aportación al arte de torear, que no es otra que mostrar como la voluntad de un torero, por encima de las circunstancias de ferias y carteles, haciendo caso omiso de su edad y despreocupado de las condiciones de los toros, basta para crear belleza con la verdad más desnuda del arte de torear: la expresión de la fragilidad del torero que recrea las condiciones del arte de torear dándole las ventajas al toro y todo ello con la elegancia serena y nada impostada del que está entregado a la pasión de torear.

PD Fermín Spínola toreo al natural con belleza y pureza, lo que causó una muy grata impresión y sorpresa. Como le dijeron desde los altos del 7: Estamos encantados de conocerle, torero. Esperamos volverle a ver, añado yo.

Andrés de Miguel
13 de octubre de 2011

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Reflexión

Estuve en la corrida que se celebró en las Ventas de Madrid el día 1 de Octubre. Mano a mano entre dos TOREROS, Iván Fandiño y David Mora. De esta corrida, que me gustó sobremanera (sin entrar a valorar el compartamiento de los toros que fue desastroso), saqué una conclusión ya que, después de muchos años contemplé una rivalidad en el ruedo, no tan dramática como la famosa que hemos leído entre Machaquito y Bombita, pero rivalidad a fin de cuentas, y esa conclusión es que, salvando las excepciones que siempre hay, la Fiesta actual no me gusta NADA, pero que NADA NADA……

A esta conclusión he llegado después de ver corridas de toros durante 60 años (mi madre, q.e.p.d.) me tenía abonado en la andanada del 5 desde los 6 años.

Ingresé en la Peña “los de José y Juan” hace treinta y dos años porque compartía los principios de la Peña y de los que la fundaron, principios basados en la autenticidad de la Fiesta y que sigo compartiendo en la actualidad, y es por eso que no me gusta lo que veo.

Quiero apartarme de los invidualismos, pues ya sé que hay toreros que conocen a la perfección el toreo, pero ¿aplican los principios del toreo o únicamente tratan de lucirse sin tener en cuenta fundamentos inmutables de lo que es una corrida de toros?.

Empiezo: Los toros deben dar MIEDO y no PENA, pues de esta manera no hay fundamento taurino que valga. ¿Quién recuerda la corrida que cito del día 1 con los toros infames de Gavira, y quien recuerda la corrida del día anterior con “lo” del Puerto de San Lorenzo. Éstos últimos daban pena y los anteriores daban miedo, al público y a los toreros, que supieron sobreponerse.

Dicho esto me pregunto ¿donde está el toreo de capa ganando terreno al toro y rematando en los medios?, ¿donde la rivalidad en los quites?, ¿donde el tercio de varas bien ejecutado, no al relance si no citando al toro bien colocado, picando en lo alto y no rectificando y tapándoles la salida?, y ¿como es posible que los matadores se desentiendan absolutamente de la lidia y dejen en manos de los subalternos todo este tercio?, ¿y donde el tercio  de banderillas en las que, dependiendo de cada toro los banderilleros cumplan con su deber dignamente, y no lo hagan siempre al cuarteo sea como sea el toro sin otro recurso alternativo?.

Y siguiendo el orden de la lidia, ¿donde ha quedado la capacidad de cada matador de realizar la faena de muleta dependiendo de la condición del toro y no llevar la faena dentro del esportón?.

Cuando yo intentaba ser torero, cosa que no logré y eso ha salido ganando la Fiesta, entrenábamos en la Casa de Campo por las mañanas, y todos, todos, comenzábamos las faenas con el carretón, porque así nos lo enseñaban los que sabían, con pases por bajo para ahormar al toro y observar lo que se nos pudiera haber escapado durante la lidia, y después, si se podía, nos estirábamos. Además nos afanábamos en simular poner al toro en suerte al picador y después sacarlo del caballo pues los matadores entonces hacían esta labor y no se la dejaban a los subalternos.

Se me puede decir que hoy se torea mejor que nunca (de hecho me lo expresan así muchos aficionados), y yo digo que NO, hoy se torea más despacio, con más plasticidad que nunca, pero ¿mejor?, sigo diciendo que NO. El eje principal de la Fiesta es dominar, someter y poder a un toro para luego crear  arte, si se puede, y matarlo con la mayor dignidad, y por arriba, pero si, como (salvando las excepciones que las hay) el toro sale ya dominado, sometido y entregado, de tal forma que hoy se elogia al torero que consigue que el toro no se caiga y además se premia a los toros “COLABORADORES”, ¿qué nos queda?, casi nada.

En fin, como soy creyente creo en los milagros y espero que se produzca alguno para que la Fiesta recupere la belleza que da la emoción, ya que, de otra forma, seguiremos yendo a los toros, pero con la idea de que en muchas corridas podíamos hacer una crónica de la misma sin haber estado presente.

Esto es lo que pienso del estado actual de la Fiesta.

Ramón Ramiro.


El Valor como Espectáculo

Un espectáculo fascinante el de dos toreros, David Mora e Iván Fandiño, dispuestos a no dejarse ganar la pelea por ningún toro. Un espectáculo sustentado en el valor absoluto, sin mácula, en el valor que hace desprecio de la seguridad, de la componenda, de la transacción, que con el solo sustento de la técnica y la decisión se enfrenta con los toros dispuesto a dominarlos, sea cual sea su condición.

Dejemos aparte la elección de los toros, que era cosa comentada en todos los corrillos que eso de Gavira es de mala condición, de esas ganaderías que existen sustentadas en un nombre y que nunca han echado una corrida que embista en una plaza de responsabilidad, quizá algún toro en remotos sitios mantiene el supuesto interés de la ganadería. La razón de echar esa corrida en la plaza de Madrid en un año que supuestamente mantiene centenares de toros bravos en las dehesas, es uno de los muchos despropósitos de este mundo taurino.

Frente a estos toros de variada y generalmente mala condición y generosas hechuras se mostró la verdad fundamental del toreo, que no es otra que la voluntad del torero de dominar la embestida de la res, sea esta noble o descompuesta, peligrosa o huidiza y lo hizo porque los toreros asumieron el riesgo de no dar un paso atrás.

El arte en el toreo se muestra de variadas formas, según las características de la casta de los toros y la capacidad de los toreros, pero para asomarse a una plaza de toros necesita irrenunciablemente de la decisión del torero de no dejarse ganar la pelea, de no renunciar al dominio con el pretexto de que el toro no se ajusta al toreo moderno.

Por qué el valor no es un mero alarde del torero sino una parte sustancial del arte de torear. Por eso los toros son un espectáculo fascinante.

Andrés de Miguel
Madrid, 3 de octubre de 2011

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Lo que pasa en México

Domingo 6 de noviembre del 2011
Primera corrida de la temporada de la Plaza de toros México
Arturo Saldívar baña a sus alternantes: cuatro orejas y un rabo a ley Gastón Ramírez Cuevas

Toros: Ocho de San Isidro, de chile, de dulce y de manteca. Fueron pitados en el arrastre el primero, el segundo, el tercero y el sexto. Al octavo le dieron inmerecido arrastre lento. El segundo de la tarde fue devuelto por su misérrima presencia y sus pitones desmochados.

TOREROS:
Enrique Ponce, media sin pasar en el segundo bis de la tarde: silencio. En el cuarto, media y oreja sin petición mayoritaria. Regaló un séptimo, al que despachó de pinchazo y entera. Hubo leve petición y el juez no concedió nada. Su peón, Antonio Tejero, dio cariñosa vuelta al anillo por su despedida.
Arturo Saldívar, dos pinchazos y estocada entera y bajita en el tercero: al tercio. Al quinto lo mató de estoconazo y le cortó dos orejas. Regaló un octavo ejemplar y después de otro estoconazo le fue concedido el rabo.
Diego Silveti, quien confirmaba su alternativa, estuvo mal con el acero. Al que abrió plaza lo despenó de dos pinchazos, entera y un golpe de descabello: silencio. Al sexto le atizó tres pinchazos sin pasar y casi media. Quiso regalar un toro pero no fue posible porque ya no había más.

La Fiesta es muy grande, hay toreros convencionales hasta la intrascendencia, hay coletas que necesitan madurar, y hay sorpresas agradables por el pundonor y la raza. Hoy, un muchacho de apellido Saldívar, hizo las delicias del respetable por su sitio, su temple, su variedad y su valor espartano, y ese es un gigante de la torería donde los haya. Es decir, el de Aguascalientes sorprendió. Silveti demostró valor, clase y quedó bien sin más. Ponce demostró que ya está para irse y quedó entre azul y buenas noches.

El ganado fue bastante despreciable. Pero, vayamos por partes.

Abrió plaza el confirmante, el quinto matador de apellido Silveti: Diego, bisnieto de Juan “El Meco”, nieto de Juanito “El Tigrillo”, hijo de David y sobrino de Alejandro. El muchacho estuvo a la altura del compromiso y dejó patentes su torería y su arrojo, pero no redondeó.

Hay que recordar que a “Rey David”, su primer enemigo, un toro zambombo e inútil, le hizo un quite por gaoneras –precedidas por un tafallera- que nos hizo revivir las imágenes del gran Garza, por la pierna tan adelantada y el ceñimiento. Le exprimió al gordito de San Isidro los cuatro muletazos que traía y pare usted de contar. Diego no mata nada y eso es un problema que le va a pesar mucho si no se entrega.

Al sexto le hizo un muy buen quite por cordobinas y ahí se acabó lo que se daba, pues el bicho no tuvo un pase. También nos quedamos con dos péndulos en los medios: ¿un guiño a su tío Alejandro? En la confusión de los toros de regalo, Silveti anunció un noveno ejemplar de obsequio, pero el juez nos informó amablemente, a la muerte del octavo, que ya no había toros en los corrales.

El maestro Ponce no las tuvo hoy todas consigo. De hecho, si usted se pone exigente, pegó un buen petardo. Para comenzar, el astuto coleta valenciano echó por delante a un novillo que no estaba ni reseñado o al menos no aparecía en el programa de mano. La gente se puso exigente y pitó hasta que el pobre roedor afeitadísimo fue devuelto a los corrales. Anunciaron a otro, lo cambiaron sin decir agua va, y salió un novillo espantoso de hechuras . El respetable que había pagado caro en la reventa su boleto no tragó la farsa. La faena de sustos, pasitos pa’trás y desplantitos absurdos fue aquilatada justamente con una bronca de plaza grande.

Vino el cuarto, un ejemplar cómodo, bobo y muy a modo para toreros que están en vías de retirarse. Ponce toreó de perfil, codilleando y hasta intentó las execrables poncinas. Algunos parroquianos se desmelenaban, mientras que otros le pedían al de Chiva que se arrimara. ¿Arte o engaño? Para mí un compendio de marrullería y teatro. Mató aseadamente y le tumbó una orejilla de oropel.

Por puro pundonor, o por nostalgia, el diestro valenciano regaló un séptimo astado.
La tauromaquia poncista postmoderna hizo su aparición y enfervorizó a sus incondicionales, que todavía los hay. Hubo momentos de lucimiento sin exposición y diálogo mendicante con el público. Lo que faltó fue echar la pata buena adelante y completar aunque fuese un muletazo. Pinchó Ponce, cosa rara, y el populacho se desentendió y perdió la memoria.

No hubo premio, pues el juez, Gilberto Ruiz Torres, ahora sí se apretó los machos. Don Enrique tuvo que conformarse con acompañar a Antonio Tejero a dar la vuelta al ruedo, pensando quizá que en otros tiempos bien hubiera podido cortarle dos patas al de San Isidro.

La estrella real del festejo fue el hidrocálido Saldívar. ¿Por qué? Pues porque se arrimó como un león, templó, mandó y mató. Al tercero de la tarde le saludó con una media larga y un farol de hinojos que nos dieron la pauta de la decisión del ex-alumno de Tauromagia.

El morito fue incierto, débil, pero con peligro. Arturo le plantó cara y de pronto sacó de la chistera dos derechazos y uno de pecho larguísimos y en un palmo. Vino a continuación una demostración de que se puede torear, ya no sin enmendar, sino sin moverse, algo así como lo que predica el monstruo de Galapagar. Lástima que el toro no ayudó a la hora buena y que todo quedó en una valiosa salida al tercio.

En el quinto, al iniciar la faena de muleta, Saldívar, después de encelar al toro con la montera, tragó en un cambiado por la espalda impresionante. El nuevo ídolo de la afición capitalina se entregó al máximo, cargando siempre la suerte y no perdiendo ni un paso. Grandes derechazos, una dosantina y las joselillinas -una de ellas cambiada- pusieron a la gente de pie. Vino una estocada grande, hecha de decisión y oficio, que le hizo cortar dos orejas. Claro, si a Ponce le habían dado una por nada, este niño merecía dos o más.

El primer espada, el legendario don Enrique, no asimiló bien el asunto y salió a regalar un toro. Saldívar lo asimiló aun menos bien y regaló otro de inmediato.

A ese último de la tarde le hizo cosas por mí nunca vistas, como tres dosantinas con las zapatillas atornilladas en la arena. Los gritos de ¡Torero, torero! Eran ensordecedores. Todo, desde el capote, fue pasarse al bicho por la faja, parar, templar y mandar. ¡Qué derechazos! ¡Qué cartucho de pescado por la espalda en los medios! ¡Qué cambios de mano por delante! ¡Y la estocada! Entregándose, pasando y dando el pecho. Eso es cortar un rabo a ley, aquí, en Madrid y en China.

Poniéndonos un poco bíblicos diremos que Arturo Saldívar es aquella piedra que despreciaron en un momento los constructores y que hoy es la bloque angular, punto.

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Nostalgia en Barcelona

No se si agradecer a la pareja de Montilla y Más el haber terminado con la fiesta de los toros en Cataluña. El pasado domingo, cuando estaba sentado en el tendido de la plaza de toros de Barcelona volví a gritar, más de 50 años después: ¡libertad! ¡libertad! Para mi fue como volver a los 20 años cuando las luchas estudiantiles en la vieja facultad de la calle San Bernardo. Me volví a sentir joven, volví a sentir el entusiasmo de entonces, pero no la esperanza. Antes sabíamos que luchábamos por algo que, tarde o temprano nos llevaría a la libertad para España, todo era cuestión de tiempo y perseverancia. Cuando años después conseguimos la anhelada democracia en España pensé que ya nunca más tendría que gritar ¡libertad! ¡libertad! Y sin embargo el pasado domingo tuve que volver al grito de cuando tenía 20 años; ahora, más que un grito de esperanza era un grito lastimero ante algo que ya nunca se recuperará por culpa de unos políticos a los que en su día dimos un poder que no merecían.

Así transcurrió la corrida, entre gritos y nostalgia, la plaza estaba llena de bandera españolas y catalanas, hermanadas en defensa de nuestra fiesta (curiosamente, frente a mi tendido había una bandera independentista; me hubiese gustado hablar con su dueño), y gritos de ¡libertad! ¡Cataluña española! O simplemente gritos de vivas a España y a Cataluña. En fin, todo nostalgia.

La lidia de los toros de El Pilar, terciados, muy justos de fuerza y asequibles, unos más y otros menos para el toreo, en fin, lo necesario para el éxito en un día como este. Juan Mora, un tanto apático pero profundo en su toreo, pudo cortar alguna oreja en su primero si llega a matar bien. José Tomás, la gran atracción, el catalizador de la tarde estuvo inconmensurable en su primer toro, que colaboró en que hiciese una gran faena; tras una estocada que tiró al toro sin puntilla obtuvo las dos orejas y hubo una fuerte petición de rabo y Serafín Marin tuvo sus detalles con un capote preparado al efecto. En su segundo, último de la corrida y de la plaza, estuvo bien y tras una estocada de efecto rápido se dio fin a la corrida, a la plaza y a los toros en Cataluña. Los tres toreros salieron a hombros.

Yo, que salí un poco antes quede asombrado por la cantidad de gente que había en la puerta principal preguntando como había ido la corrida, esto no pasaba en Madrid desde hacia muchos años. Enfrente un pequeño grupo de antitaurinos de miradas torvas y lenguaje barriobajero. Al quedarme mirándolos, un señor mayor que pasaba junto a mi me dijo: “son los mismos que piden el aborto libre, prefieren matar a un niño que a un toro, ya ve usted como están las cosas en Cataluña”. Tenía razón, creo que personajes como Montilla y Más son peligrosos para la sociedad, son de los que no paran en nada para conseguir sus fines, como podía ser quitar la libertad a su pueblo.

Cuando subí al avión de regreso pensé sobre lo que había visto y sentí pena por mi querida Cataluña en manos, democráticamente eso si, de personajes con madera de dictadores que nos obligaros al cabo de los años a volver a gritar: ¡libertad! ¡libertad!

Ángel Linares Peña



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