Genio y Figura

Así salió de la nada la figura más notable del retablo taurino de todos los tiempos. Sin antecedentes toreros familiares, sin amparo oficial de ningún poderoso, sin más luz protectora que la de la luna y las estrellas y la mano febril y fraterna de José María Calderón, el banderillero de Montes, y en contra, con aquella planta desastrosa. grotesca, antiestética, a la que nadie en un principio había podido ver transfigurarse en bloque escultural de maravilla. Desmedrado, débil y con aquel prognatismo caricaturesco que despertaba en todos irremediable conmiseración. Pero que, como se indica, suscitaba en todos admiración y asombro en cuanto se erguía ante los toros, clavaba los pies en la arena, ponía los brazos en movimiento con la capa y echaba el pie adelante metiéndose en el terreno de las fieras con la conciencia alerta, el corazón sereno y la seguridad y la confianza en, el propio quehacer.

A pesar de cuanto la vida se empeñó en torcerla, el alma de Juan era de natural pacífico y optimista. La tristeza de la infancia, la dureza de la iniciación y, en general, la rudeza del aprendizaje, habían agudizado su sentimiento humano, y para todo y para todos tenía una generosa comprensión. Hay, sí, en su espíritu un suave y casi dulce escepticismo que promueve, ante las escenas de la vida, un fino humor que acredita una no menos fina sensibilidad. Porque Juan, antes que aficionado a los toros, había sido aficionado a los libros, y en éstos había empezado a formar su mentalidad y a dulcificar su sensibilidad innatamente exquisita, si bien el carácter, templado en las inclemencias dichas, sin llegar a endurecerse, se había solidificado en la expresión. Lo que a muchos de sus compañeros les produce iracundia y cólera, a él no pasa de causarle indiferencia o decepción que apenas si le arrancan mordacidad cáustica, de la que es millonario, o algún mohín de ironía, de la que no es menos acaudalado. Para él, no hay más que la ilusión de sus sueños o los sueños de su ilusión y el hogar que anhela salvar a todo trance. Hijo, hermano y padre a la vez, concurren en él todas las virtudes hogareñas y las practica con idéntica limpieza, inspiración y arte con que practica el toreo.