No fué, ni con mucho, según puede verse, el aprendizaje de Juan como el de Joselito , mimado de los poderosos del toro. Gracias hay que darle a Dios que el señor José, su padre, era muy amigo de aquel Calderón que había sido banderillero de Antonio Montes, aquel trianero que murió trágicamente en la plaza del Toreo, de Méjico, el cual se empeñó, vista la inclinación taurina del mocito, a echarle una mano y llevado a algunos tentaderos, como aquel de Urcola, en el que su toreo empezó a sorprender a la concurrencia a pesar del codilleo del que he de hablar cuando analice la revolución de la técnica belmontina. Tanto y tanto hablaba Calderón de su pupilo a todos y en todas partes, que por fin salió un contrato para torear en Elvás, placita portuguesa, el día 16 de mayo de 1909, fecha tristemente memorable en los anales del Toreo, porque ese día, once años más tarde, el toro "Bailaor" segó en flor la vida de Joselito, rival y entrañable compañero de Juan. ¡Pobre Belmonte aquel de Elvás, con aquel tipo y aquel vestido cochambroso y mugriento que le hacía aún más pelele, si no fuera por aquella luz de genio que iluminaba su frente y que le había de convertir en la más gloriosa figura de la Fiesta! La actuación en este festejo fué triunfal para el trianero y a Calderón le faltaban palabras para enaltecerla y propagarla por doquier. Luego vino lo de Arahal, con el bautismo de sangre de Juan, la herida de la ceja, y la catástrofe de Guareña y la becerrada de Constantina, y ¡¡Sevilla!!, por fin. Alterna con Pilín y Bombita IV en la lidia de unos novillejos del Papilla , y su intervención es tan sorprendente, que le vale ser llevado en hombros hasta su casa --un kilómetro--, dice "Don Criterio" en su reseña entre el clamor delirante de los entusiastas.
Volvió, naturalmente, a Sevilla al año siguiente, a dos novilladas, en la primera de las cuales triunfó, pero no así en la otra, que fué un desastre, en el que vió salir los mansos en su segundo, que, según la reseña del día, "era un buey que no hacía más que correr y huir buscando el arado". Lucieron, si, los destellos de su inspiración a ratos, pero el naufragio fué inevitable.
Juan, el pobre Juan, vió el infortunio de nuevo sobre su testa, y ante la miseria del hogar, familia numerosa, se fué a Tablada a trabajar de peón de albañil. En tanto, Calderón, profeta y apóstol del evangelio belmontino, no cesaba en sus diarias apologías del torero, y consiguió un contrato para Castellón, a donde había que ir en tren y pagando, problema harto difícil con los fondos muy fondos , económicos de que Belmonte disponía. Fué entonces cuando su amigo fraterno Antoñito Conde vendió el borriquillo y así pudo Juanito hacer el viaje. Lo de Castellón fué también de asombro, y entonces Mosquera, que algo bueno había de hacer como empresario taurino, le escrituró para Valencia para tres novilladas sin caballos, que es como él inició, la gran revolución belmontina, porque en Valencia se reveló Juan ya como promesa excepcional deslumbradora. Siguió a esto la apoteosis de Sevilla en novilladas con picadores, y de ahí en adelante todo con luminosidad meridiana, hasta su presentación en Madrid, por marzo del año 13, con Currito Posadas de compañero, donde el entusiasmo y la pasión alteran el orden del público y se benefician del triunfo alcanzado por el trianero, al que la crítica taurina ha rebautizado con nuevos apelativos, como Terremoto , Cataclismo , etc.