LA FIESTA: MUCHO MEJOR DE LO QUE PARECE

Por Jesús Banegas.

Tanto los que la desprecian y tratan de prohibirla, como los que la critican desde dentro con una óptica integrista, están equivocados sobre la vitalidad de la fiesta que a pesar de todo –críticos internos y externos- goza de una magnífica salud, que se explica por dos poderosas razones.

La primera razón estriba en el hecho de que siga existiendo,  y que siendo una tradición centenaria fácilmente atacable por el animalismo de moda, sigue llevando una enorme cantidad de espectadores de pago a las plazas: cinco millones al año.

La segunda razón es que en contra del mundo de la cultura e incluso del futbol –ampliamente subvencionado el primero  y parcialmente el segundo- la fiesta vive de sí misma. Si desaparecieran las subvenciones, la fiesta mantendría su vitalidad mucho mejor que el resto de actividades lúdicas.

No pareciendo posible que la fiesta vaya a más, como prueba -más allá de las prohibiciones que los granujas políticos tratan de imponer en contra de la libertad de los ciudadanos– su decadencia en diversas regiones de España, sus bastiones de referencia -Madrid, Sevilla, Valencia, Pamplona,…- se mantienen muy sólidos.

La relación dialéctica entre la intransigencia  integrista  y la fiesta como tal, está siendo más fructífera que nunca. Las exigencias integristas  acabaron con las prácticas fraudulentas de los gloriosos años de El Cordobés: toros sin edad ni trapío, las caídas, el rigor en la concesión de trofeos, etc; siendo Madrid su capital.

Los toros, tienen más trapío y embisten más que nunca; apenas se caen y van al caballo y empujan –posiblemente– también más que antes. Los encastes que más transmiten –miedo al torero y al público- son los que menos embisten, con la excepción de Victorino y  últimamente Adolfo. Aunque cueste aceptarlo,  las corridas duras y supuestamente encastadas embisten muy raramente: viajan con la cara alta, aceptan muy mal los pases y todo lo mejor que puede suceder es que el diestro de turno los sortee con la mayor dignidad posible. El periódico El Mundo ilustraba la crónica de los recientes Miuras de Sevilla con una fotografía de una verónica de Octavio Chacón con los cuernos del toro a la altura de su cabeza… ¿qué verónica es esa?

Chicuelina de Octavio Chacón ante un toro de Miura. Foto: El Mundo

Si las corridas de divisas duras sustituyeran en la ferias a las llamadas comerciales, el público abandonaría la fiesta y su decadencia sería acelerada. La gente, mayormente, va la plaza y paga su localidad para pasarlo bien –por eso se llama fiesta– dejando a los sufridos entendidos -una pequeña minoría- su afición a pasarlo, normalmente, mal aunque no lo confiesen.

En este punto, es de justicia reivindicar la figura de Victorino Martín, un auténtico empresario schumpeteriano*, aunque el nunca supo quien era Joseph A. Schumpeter. Vino a reivindicar, en un territorio aparentemente muy tradicional, la innovación en el quehacer ganadero imponiendo contra viento y marea un nuevo toro que terminó -algo insólito- llenando las plazas sin necesidad de figuras del toreo. ¿Habrá existido alguna ganadería capaz de mantenerse –sin apenas decaer algunos años- más de medio siglo en la cúspide del prestigio ganadero? Claro que los victorinos, a diferencia de las demás ganaderías duras, suelen embestir humillando y con largo recorrido; al menos cuando lo hacen!

Pero además del éxito integrista que significa Victorino, otros ejemplos aún mejores como consecuencia de la libre competencia en el mercado son ganaderías como Alcurrucén y Victoriano del Río. Sus toros tienen un gran y bellísimo -armonía- trapío, no se suelen caer, van y empujan al caballo más que los toros de las ganaderías duras, suelen ser bravos y encastados y embisten sin fin. Posibilitan faenas extraordinarias que popularizan la fiesta y crean afición.

El triunfo de Alcurrucén y Victoriano no es explica sin las exigencias integristas de Las Ventas, cuyos sectores mas puritanos deberían alegrarse de su éxito, en vez de estar habitualmente en contra de la gran reconversión ganadera antes descrita.

*Un audaz e imaginativo desviador de patrones y prácticas en los negocios establecidos quien constantemente busca la oportunidad de introducir nuevos productos y nuevos procedimientos para invadir nuevos mercados y crear nuevas formas organizativas. (William Baumol)

Jesús Banegas, socio de la Peña Taurina Los de José y Juan, es doctor en ciencias económicas, ingeniero, empresario, escritor y conferenciante sobre innovación tecnológica. Tras presidir largos años el sector tecnológico y ser vicepresidente de CEOE es actualmente presidente del Foro de la Sociedad Civil. Ha sido escritor esporádico de temas taurinos, sobre todo en la reeditada -en los pasados años 80, junto con Manuel Moles- revista El Ruedo  y empresario taurino –Torifinsa––a finales del pasado siglo. Está en posesión de la Gran Cruz del Mérito Civil.

Pepe Moral con Chaparrito en el tercio de muleta.

Feria de Abril: con toros de Victorino es otra Fiesta

Emilio de Justo, en un templado derechazo al tercer toro de Victorino. Foto: ABC

Por Andrés Amorós. Artículo publicado en el diario ABC.

Vuelven a Sevilla los toros de Victorino. Con relación a lo que hemos visto, los días anteriores, es otra exigencia, otra dificultad, otro rigor. Otro mundo, dentro de los muchos que tiene la Tauromaquia. Los seis, cárdenos, encastados, exigentes, de desigual comportamiento, desde el gran cuarto hasta el segundo, la clásica alimaña. Los tres diestros aprueban con nota el difícil examen, se pierden trofeos, por la espada. Ferrera corta una oreja a su segundo, aunque su primera faena fue más redonda. Escribano “traga ricino” – como decían los antiguos – en el segundo Emilio de Justo, que se presenta en la Plaza, emociona en una gran faena al tercero pro pincha. He echado de menos las vueltas al ruedo que, ahora, casi no existen: un absurdo.

Antonio Ferrera es uno de los casos más notables de evolución estilística, para bien: de un diestro atlético y vistoso, ha pasado a ser un lidiador clásico. Últimamente, ha desarrollado un curioso estilo personal, barroco, en el que acompaña con todo el cuerpo (y el espíritu) lances y muletazos. En Sevilla, ha protagonizado ya tardes inolvidables. Al prmiero, ovacionado de salida, lo recibe con una lidia a la antigua, enseñándole a embestir. Antonio Prieto provoca bien la embestida; en banderillas, aguantan con valor Valdeoro y Fernando Sánchez. El toro es pegajoso, se acuerda de lo que deja atrás. Ferrera le da la lidia adecuada, de sabor clásico, con mucho mérito y con valor: aquí, eso se sabe apreciar. Pincha antes de agarrar la estocada y pierde el trofeo que había merecido. Ha debido dar la vuelta el ruedo: hace años, se la hubieran pedido. El encastado toro se resiste a morir, en una bella estampa, muy aplaudida. También lidia bien al cuarto. Fernando Sánchez clava un gran par y Montoliú le hace el quite, tirándole las banderillas: una estampa añeja. Brinda a la Infanta Elena. El toro embiste como una locomotora. Ferrera se dobla bien, lo va metiendo en la muleta, en una porfía vibrante, algo desigual, al son de la música. Al final, cuando el toro ya no tiene tanto gas, los naturales surgen más limpios: logra la estocada desprendida y corta la oreja de un toro de verdad importante. Toda la tarde, además, ha estado pendiente de la lidia.

El bravo Manuel Escribano conoce bien la dureza y el triunfo con estos toros. A portagayola, como suele hacer, recibe al segundo, que sale enterándose y hace por él, como un rayo. Enlaza templadas verónicas. Quiebra trasero, en el centro, el primer par y el tercero, al violín, en tablas. Brinda a Curro Romero. El toro saca guasa. Escribano, valiente, con oficio, le arranca algunos naturales hasta que el toro lo entrampilla y se libra por pelos de la cornada; un par de veces más, demuestra que es una alimaña. El público pide que lo mate, lo que hace a la segunda, mientras suena un aviso. Le ha hecho pasar un mal rato. Vuelve a irse a portagayola en el quinto, que tarda una eternidad en salir: ¡vaya trago! El toro se come los capotes pero flaquea un poco. Provoca bien la arrancada el picador Juan Francisco Peña. Vuelve Escribano a poner banderillas, con dificultades. Después de brindar a la Infanta, logra muletazos correctos pero de escaso eco: el toro tiene menos dificultades pero también transmite menos emoción. Esta vez logra una buena estocada.

El extremeño Emilio de Justo ha sido una de las grandes revelaciones de la pasada temporada, después de años de lucha. Afronta este año en mejor posición. Ha comenzado triunfando y siendo herido por un Victorino, en Vista Alegre. El cuarto embiste con fiereza. Después de brindar a la Infanta , de Justo se la juega sin trampa ni cartón; asusta al público pero sabe bien lo que hace: provoca la embestida y, luego, traza muletazos emocionantes. Sentencia mi cortés vecino: “Por ahora, los muletazos de más mérito de la Feria. El toro está pendiente hasta de lo que hace el Atlético de Bilbao…”. El toro echa la cara arriba y pincha dos veces, antes de la estocada. Ha perdido un trofeo (o dos). Debió dar la vuelta al ruedo. Al último, que pesa casi 600 kilos, lo recibe con suaves verónicas, rodilla en tierra, rematadas con dos grandes medias. Tardea el toro, en varas. Y flaquea, dice poco, pero lo alegra con la voz y lo va metiendo en la muleta. La faena va a más: a fuerza de insistir, logra naturales suaves , hasta que el toro se acobarda. Esta vez sí logra la estocada pero tarda en caer y no hay trofeo. No importa: ha tenido un excelente debut.

Aunque la corrida ha sido larga (dos horas y tres cuartos) y no ha habido gran triunfo, hemos vivido una tarde de toros de mucho interés y emoción. Un detalle: se ha atendido a la forma de desarrollar la suerte de varas y se ha aplaudido a varios picadores. (Lo contrario de lo que vemos casi todas las tardes, cuando se reduce al mínimo). Ésta es la Fiesta auténtica, con el toro auténtico y con diestros que, con mayor o menor acierto, saben lo que hacen y se entregan. La que cantó Federico García Lorca: “Y el toro solo, corazón arriba”.

Andrés Amorós, socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, es doctor en Filología Románica y catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid.  Ha publicado obras relevantes sobre la tauromaquia y actualmente ejerce la crítica taurina en el diario ABC de Madrid. Entre sus galardones destacan el Premio Nacional de Ensayo, el Premio Nacional de la Crítica Literaria, el Premio Fastenrath de la Real Academia Española y el Premio José María de Cossío.