Una tienta de machos es donde se toman algunas de las decisiones más importantes de una ganadería. La puerta que abre el camino al éxito, tiene su gozne en el acierto con los animales que van a transmitir el concepto de la bravura que busca el ganadero.
La ganadería de Samuel Flores se puede considerar histórica. Tiene encaste propio según la Unión de Criadores de Toros de Lidia y es propiedad de la familia Flores desde 1914, que la creó con reses de origen Parladé y en 1925 añadió sementales de Gamero Cívico, del mismo origen.
Su propietario está acometiendo una renovación importante y uno de los fundamentos es la búsqueda de nuevos sementales, que puedan fijar las características del encaste.
Enrique Ponce, torero muy vinculado a la ganadería y Javier Conde, estuvieron tentando tres machos, el pasado 12 de junio, que tienen el hierro de Castillo de Montizón, para sementales.
Pilar González del Valle, que asistió a dicha tienta como invitada de honor, nos ha hecho llegar estos interesantes vídeos.
Pilar González del Valle, socia y ex-presidenta de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, es IV Marquesa de la Vega de Anzo. Es miembro del Consejo de Asuntos Taurinos de la comunidad de Madrid. Ha sido vicepresidenta del Rastrillo “Nuevo Futuro” y colabora asiduamente con Mensajeros de la Paz, la ONG presidida por el padre Ángel.
Transcurre la primavera del año 1951 en Madrid. La capital, entonces era una ciudad tranquila, donde se podía pasear al caer de la tarde y conversar tranquilamente sin casi automóviles, ni televisión que invada la vida privada. Eran tiempos de difícil situación económica pero de grandes esperanzas para un país que estaba deseando iniciar su despegue.
En la ciudad proliferaban las tertulias, en las que junto al teatro y cine -en este año se estrena «Bienvenido mister Marshall»- pasaban su tiempo libre los madrileños. Los espectáculos de masas eran, al igual que ahora, el fútbol, que era algo romántico circunscrito a lo deportivo, y básicamente los toros.
Los aficionados a los toros acudían habitualmente a la Plaza de las Ventas y circunstancialmente a la de Vista Alegre a ver a las figuras del momento: Pepe Luis, Luis Miguel, Antonio Bienvenida, Rafael Ortega, etc. Muchos de estos aficionados tenían sus propias tertulias que con el tiempo evolucionaron en la constitución de peñas taurinas, siguiendo una lógica tendencia asociativa que por aquel entonces estaba en otros campos un tanto restringida.
Independientemente de la «Peña Cocherito de Bilbao» a la que rendimos cariñoso homenaje por ser buenos aficionados y amigos y por ser la peña decana, ya que se fundó en 1910, los amantes de la fiesta se fueron agrupando, poco a poco, en distintas peñas, como el «Club Taurino Madrileño», fundado en 1945 o la «Peña el Puyazo» fundada en 1948 la cual vive en nuestros días una floreciente actividad. La «Peña El 7» que agrupó y agrupa a numerosos buenos aficionados se constituyó al año siguiente de la nuestra, en 1952.
Pues volviendo al año 1951, año importante para la fiesta, pues en él toman la alternativa nada menos que Julio Aparicio, Miguel Báez «El Litri», Antonio Ordóñez y Manolo Vázquez, ocurre que durante la primavera en una tertulia de aficionados, casi todos afiliados al «Club Taurino Madrileño» deciden que, ante la crisis que sufre la fiesta -siempre ha habido crisis, podemos decir que la fiesta vive en una crisis permanente-, reflejada en la extensión de la corruptela del afeitado, se hace necesario tomar postura a favor de la pureza del espectáculo taurino. Para ello, entendieron que lo mejor era reivindicar la pureza que ellos conocieron en sus años juveniles en los que tuvieron la suerte de vivir la «Edad de Oro del Toreo» en los cuales, a través de Joselíto y Belmonte coincidieron ciencia, arte y toro. Así pues deciden solicitar a los poderes públicos, previa entrega de la documentación necesaria, el permiso para la fundación de una peña dedicada a la consecución de estos objetivos. El día cinco de mayo se recibe la autorización para la formalización de la fundación de la Peña que había sido solicitada por los señores: Alberto Romero, Ángel Linares, Luis Fernández Salcedo, Rosario Abarquero, Edmundo González Acebal, Adolfo Bollaín, Joaquín Casas, Mauricio Maigne, Fidel Perlado, Félix Rebollo, Gonzalo Tejerína, Fermín Lastra y Julio de Urrutia que serian los primeros socios y por lo tanto fundadores de la Peña se dedican a la preparación de la fundación oficial de la Peña, lo que culminan en pocos días a pesar de coincidir con la quinta Feria de San Isidro.
En ese año, la feria constó de siete corridas y dos novilladas; ¡y eso que entonces lo que sobraban eran figuras del toreo! Pero, quizá lo que faltaba era dinero. El triunfador de la feria fue Pepe Luis Vázquez, registrándose una gran faena de Antonio Bienvenida el día de la confirmación de El Litri. A la salida de las corridas solían reunirse, este pequeño grupo de aficionados, que habitualmente asistían a las corridas con sus respectivas señoras, exactamente a unos metros de la taquilla de la izquierda de la puerta grande de la plaza, lo cual era lógico, puesto que casi todos tenían abono -los más procedentes de la antigua plaza de toros- en el tendido ocho. De allí, tras comentar la corrida, solían irse en aquellos rudimentarios autobuses de ¡¡a los toros!! a la taberna de Antonio Sánchez en la calle Mesón de Paredes, 15 donde seguían comentando la corrida junto al dueño del local, el recordado gran torero Antonio Sánchez, rodeados de cuadros de Zuloaga, mientras cenaban y de postre degustaban las maravillosas torrijas que se elaboraban en la casa.
Pues bien, en dicho local, que inmortalizara Antonio Díaz Cañabate en el libro: «Historia de una Taberna», se constituyo a las 20,00 h. del día 31 de mayo la «Peña Taurina Los de José y Juan» con los socios fundadores que lo solicitaron. La primera Junta Directiva fue la siguiente:
Presidente: Don Edmundo González Acebal
Secretario: Don Fermín Lastra Cobeña
Tesorero: Don Fidel Perlado López
Vocal 1º: Don Adolfo Bollaín Rozalem
Vocal 2º: Don Luis Fernández Salcedo
Vocal 3º: Don Julio de Urrutia Echaniz
Fijándose el domicilio social en la Cervecería La Tropical en la calle Alcalá 21.
Este artículo está escrito por Ángel Linares, socio de la peña «Los de José y Juan» e hijo de uno de los fundadores de la misma.
Se puede ver el artículo completo en la página web www.losdejoseyjuan.com
La Peña Taurina “Los de José y Juan”, creó el premio Luis Fernández Salcedo en el año 2003, que se otorga desde entonces a la corrida más encastada de la feria de San Isidro, lidiada completa.
La casta del toro bravo es la garantía de supervivencia de la corrida y la casta además de ser la madre de la bravura, implica también la acometividad del toro y su capacidad de defender su terreno además de una capacidad imprescindible que es una cierta imprevisibilidad en sus reacciones.
El camino de las ganaderías que priman la nobleza en la faena de muleta, como principal componente de la bravura, está llegando a la docilidad y a la exclusión del riesgo. Dentro de las actividades artísticas, hay mejores ejemplos que la corrida de toros en los que el movimiento y la composición de la figura humana crean belleza. Lo fundamental de la corrida de toros es que esa belleza se crea con la exposición al riesgo del torero ante las reacciones de un toro de casta.
Esta feria de San Isidro no ha sido pródiga en corridas encastadas, aunqueun amplio grupo han satisfecho las expectativas de los aficionados, sin llegar a ser brillantes.
A juicio de la mayoría de los socios de la Peña, reunidos el miércoles 13 de junio, Adolfo Martín ha lidiado la corrida más encastada de San Isidro 2018, ha sido la que mejor ha demostrado el equilibrio que la casta implica entre la acometividad y la bravura. Lidió al bravo Chaparrito, y el resto de su corrida mostró las varias reacciones de la casta en el toro bravo o manso, sin que la sensación de peligro y el peligro real, estuvieran ausentes durante la corrida.
Asimismo se ha otorgado una Mención especial a la ganadería de Saltillo, por recordarnos con su corrida que el toro bravo proviene de un animal salvaje y que la esencia de una corrida de toros consiste en domeñar esa acometividad. La corrida de Saltillo ha ejercido de espejo donde mirar el espectáculo tantas veces domesticado de numerosas corridas actuales.