UNA TARDE FELIZ DE JOSELITO

Artículo escrito por Juan Salazar.

SAN FERNANDO DE HENARES (MADRID)

Una buena mañana, el periodista José María Carretero “El Caballero Audaz”, acompañado de Ramón Peña, recogían en un Rolls-Royce a Joselito. El destino era el Soto de la Aldovea, lugar próximo a Madrid, ubicado en San Fernando de Henares, a unos 26 kilómetros de la Puerta del Sol.

La Aldovea era una finca propiedad del Duque de Tovar donde se organizaban numerosos saraos sociales, así como festivales taurinos y tentaderos en la placita de toros anexa.

El Caballero Audaz, nacido en Montilla, fue un escritor y gran entrevistador, con una presencia física destacada ya que medía un metro noventa en unos años en los que la altura media era muy inferior. Además de habilidoso espadachín, cualidad ciertamente útil para los duelos que antaño tenían lugar, frecuentó el género de la novela erótica, ámbito en el que alcanzó cierta popularidad.

El otro acompañante, Ramón Peña, fue un renombrado actor cómico, elegante y correcto, que, según afirmaba el propio Carretero, parecía más un sportman que un cómico.

Durante el trayecto El Caballero Audaz aprovechó para realizar una de las mejores entrevistas que se hicieron a Joselito, posiblemente por lo relajado de la situación y por las habilidades del entrevistador.

La conversación aparece en la obra “El libro de los toreros (de Joselito a Manolete)” y abordó cuestiones como sus dotes automovilísticas, amoríos, las cornadas de los toros y de la vida, el amor a su madre, sus públicos favoritos, compañeros preferidos, emolumentos, creencias religiosas…

Entre las afirmaciones de José sobre su vida privada quedó recogido:

Sí señor; tuve novia formal. En cuanto me cogió cariño, siempre estaba dándome la tabarra con que me retirase… Yo la quería mucho; pero …, ¡vamos!, esto del toreo, ¡es muy serio!… Y para no hacerla sufrir, corté con ella.

Aquella fue una de las tardes en las que Joselito tentó en el Soto, como la publicada en el Mundo Gráfico del 21 de julio de 1915, que incluía un reportaje fotográfico de Campúa titulado “Joselito en la encerrona de la Aldovea” y que plasmaba:

Extraordinariamente simpática v divertida fué la fiesta que en el “Soto de Aldovea”, magnífica finca que el duque de Tovar posee en las inmediaciones de San Fernando del Jarama, se celebró el lunes de la pasada semana. Ante una distinguida concurrencia se torearon en la pequeña plaza de dicha posesión varias vacas bravas y se lidió un novillo, que fué matado por Joselito. También el famoso lidiador hizo faenas en las vacas, en las cuales derrochó una vez más su enorme afición y su insuperable arte.

Soto de la Aldovea

El Duque de Tovar fue un hombre “llano, agradable y rumboso” con una amplia cultura, caballero y maestrante de diferentes Ordenes, grande de España, académico, gobernador civil de Madrid, diputado, senador, comisario regio, embajador en la Santa Sede, médico, escultor y ganadero.

El duque adquirió en 1911 la mitad de la ganadería, el hierro y divisa de don Basilio y don Francisco Arribas, que por aquél entonces administraba don Felipe de Pablo Romero, por lo que posiblemente el ganado ya estaba cruzado con el de este ganadero.

El 12 de mayo de 1912 se anunciaron las reses por primera vez en Madrid, volviendo a lidiarse seis toros el 2 de junio y estando prevista una novillada para el 13 de junio. Importantes influencias debía tener el duque para ver sus novillos anunciados esa tarde importante, con lleno hasta la bandera y muchos reventas durmiendo en el calabozo, en la que iban a hacer su presencia en el coso capitalino la cuadrilla de los niños sevillanos, Limeño y Gallito Chico; sin embargo las cosas tomarían diferentes derroteros, como todos sabemos. El caso es que por falta de trapío se consideró inconveniente la lidia de esos animales del duque, instando José a que los sustituyeran por otros de más respeto. Indalecio Mosquera, el empresario, junto con Joselito, se dirigieron a los prados de La Muñoza, lugar muy próximo a La Aldovea, donde pastaban las reses destinadas a Madrid, y allí identificaron cinco de Olea, más propias para la ocasión, remendadas con una de Santa Coloma. ¿Cómo sentaría este baile de corrales al duque?

El palacio del Soto es una maravilla, con una larga historia. Parece que en el siglo XVI ya existía un castillo, probablemente de origen bajo-medieval, perteneciente al arzobispado de Toledo. En el siglo XVII el infante cardenal don Fernando de Austria transformó la fortaleza en palacio.

A mediados del siglo XVIII el infante cardenal Luis de Borbón y Farnesio lo acondicionó como lugar de recreo; la obra es del arquitecto Virgilio Rabaglio, colaborador de Sacchetti en el Palacio Real. Recuerdo de este infante son la corona real y los dos angelotes que sostienen el capelo cardenalicio en el acceso principal.

En 1802 fue adquirido por el todopoderoso Godoy, quien lo vendió en 1804 al rey. Por la desamortización de los bienes de la Corona, en 1869 pasó a ser propiedad de José Francisco de Pedroso, marqués de San Carlos, que lo enajenó en 1902 al primer duque de Tovar, Rodrigo Figueroa y Torres, cuyos herederos son los actuales propietarios.

Durante la batalla del Jarama, en la guerra civil, el edificio se convirtió el cuartel del general Miaja; ¡no tenía mal gusto el militar a la hora de escoger aposento! Lugar de triste recuerdo en esos años en los que las tapias fueron testigos de fusilamientos y otras atrocidades como dejó constancia Felix Schlayer.

Volviendo a temas alegres, un día tuve la oportunidad de visitar esta joya, que en la actualidad es utilizada para celebraciones nupciales.

A la entrada un cantal con la corona ducal anuncia las distinción del paraje. Los muros de ladrillo visto y las cuatro torres en las esquinas, con cubiertas a las cuatro aguas y aleros voladizos le dan un toque imperial.

De la placita de toros no queda rastro, pero pensar que estaba pisando suelo frecuentado por José me estremeció.

Soy de los antiguos que prefiere la máquina fotográfica al móvil y cuando llevo una cámara a este tipo de festejos es para recoger escenas y retratos familiares; ya se sabe: ¡una foto de los novios!, ¡a ver, otra con los padrinos!, ¡la abuela, la abuela que pose también!…

Pero aquel día, no; deseando a los celebrantes muy largo y venturoso matrimonio y una prole de sanos y robustos retoños, ¡faltaría más!, lo que me interesaba era captar imágenes del lugar en el que Joselito pasó tardes felices.

Juan Salazar es madrileño, licenciado en Farmacia y MBA por el Instituto de Empresa. Abonado a la Plaza de Las Ventas, es miembro de la Unión de Bibliófilos Taurinos, colaborador en la sección taurina de Radio Ya y autor del libro de recuerdos taurinos “Remembranzas Imaginarias; Madrid Museo Taurino Abierto”.

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