Evidencias

Por Gonzalo Santonja.

Fue suficiente con que Simón Casas, el sefardita francés que ahora gobierna Las Ventas, personaje con más conchas que un galápago, sí, pero también con el doble de ideas que los demás grandes empresarios taurinos juntos, fue suficiente, decía, con que Simón Casas rompiera el tejemaneje de las combinaciones sempiternas y pusiera en los carteles de la Feria de Otoño a Diego Urdiales, injustificablemente ninguneado en San Isidro, mantuviera a Emilio de Justo, Octavio Chacón o Jiménez Fortes y se siguiera acordando de jóvenes como Ginés Marín para que la subida del abono y el incremente en la venta de entradas sueltas ratificaran el acierto de un ciclo, repartido en dos fines de semana, que ha visto los tendidos cuajados y ha encumbrado a los jandillas gaditanos de Fuente Ymbro y a los atanasios/lisardos salmantinos de Puerto de San Lorenzo.

Lo que obviamente ya no se sostiene es la fórmula del empresario que a la vez ejerce de ganadero y apoderado, de modo que a sus plazas lleva sus toros e impone sus toreros y luego intercambia a unos y otros con un puñado de colegas asimismo criadores e igualmente poderhabientes, representantes, comisionados o administradores de diestros cuyas carreras gestionan al margen de una de las leyes no escritas pero sagradas de la tauromaquia: los contratos se ganan en los ruedos, no en los despachos. De respetarla Diego Urdiales no habría llegado a Madrid con apenas cuatro corridas en la temporada: tres en su tierra riojana (Arnedo, Alfaro y Logroño) y la cuarta en Bilbao, donde firmó una actuación memorable, ni hubiera estado ausente de todas nuestras ferias, que así lucen algunas.

De cara al futuro inmediato, la situación ha quedado tajantemente definida: lo que sí, lo que no, lo que tampoco. En esa encrucijada, los rectores de varias plazas tal vez debieran de planteárselo en serio, renunciando a reiteraciones gastadas. Porque las crisis solo encuentran solución en los renuevos. En fin, ahora disponen del invierno para pensárselo, período que también podrían aprovechar para repasar videos de novilleros como Ángel Téllez, con propiedades innatas que lo singularizan, una facilidad para aprender que tampoco resulta común y con la gestión de sus cosas en muy buenas manos, o Francisco de Manuel, dotado de un sentido de la intensidad francamente estupendo. Yo apostaría por ambos.

“Los privilegiados arriesgarán siempre su completa destrucción antes que ceder una mínima parte de sus privilegios”, advirtió Galbraith. Puede que por ahí apunte el problema de fondo de una Tauromaquia desde este jueves y hasta hoy mismo reunida en Murcia, sede del II Congreso Internacional, para asumir realidades, exponer estudios, intercambiar puntos de vista y ojalá que, a partir de las evidencias, apearse del inmovilismo. Mi opinión es clara: “Todo fluye, nada permanece”, que dijo Heráclito.

Gonzalo Santonja Gómez-Agero es catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense (2004), director de la Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Pertenece a Academia Norteamericana de la lengua Española (ANLE) y Academia Argentina de Letras, es Hijo Predilecto de Béjar (Salamanca), Honorary Fellow in Writing por la Universidad de Iowa (USA), Profesor Honorario de la Universidad Ricardo Palma (Lima, Perú), dirige desde 2010 el Foro Internacional de Filología de la Feria del Libro de Guadalajara (México) y, entre otras distinciones, es Premio Nacional de Literatura (Ensayo) y Premio Castilla y León de las Letras.

¿Y por qué no sortear los toreros?

Artículo escrito por Andrés de Miguel.

Como serpiente de verano, o por mejor decir, como conversación de invierno sin toros, sale con frecuencia la idea de que las ferias serían más interesantes si se sortearan todas las corridas previstas entre todos los toreros contratados.

Esta idea, que ya llega a ser recurrente, creo que tiene su origen en las tertulias de los amigos de “El Albero Luminoso”, en sus largas noches tras las corridas de las ferias de San Isidro de los primeros años 90.

ALBERO LUMINOSO
Portada de El Albero Luminoso diseñada por Javier Págola sobre una foto de José Gómez Ortega «Gallito» realizada por Mateo.

“El Albero Luminoso” fue un proyecto en el que participaron entre otros, José Ramón Márquez, Sergio Ariza, Pepe Campos, Ramón Rueda, Miguel Ángel Cuadrado y yo mismo, con la idea de editar una bella revista taurina por y para aficionados. Objetivo que si bien no se consiguió, sí proporcionó buenas horas de conversaciones e ideas.

La idea del sorteo fue una de las que se barajaron, más como broma que como propuesta y de ella quedó constancia en un artículo que publiqué en el periódico DIARIO 16, en la edición del 12 de mayo de 1994, en la que se decía:

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Artículo publicado en DIARIO 16 el 12 de mayo de 1994.

“La idea del sorteo, que Mazzantini impuso para que Guerrita no eligiera los toros que le correspondían, va a acabar por abrirse camino, más allá de la boutade, para decidir los carteles de la feria. El asunto es sencillo. Se eligen las ganaderías, se contratan los toreros y a continuación se sortea a qué toreros les toca con qué toros. Más de una sorpresa nos íbamos a llevar y el escalafón taurino, que tantas veces sale maltrecho de San Isidro, iba a tener una oportunidad de componerse, dejando que el azar, por otra parte tan importante en los toros, jugara su papel.

Sinceramente, es difícil que el puro azar confeccionara los carteles peor que la empresa y con un sorteo aleatorio, la racionalidad avanzaría en la brillante fiesta de los toros”.

Hasta ahora la idea no se ha abierto paso pero, ¿cuajará la iniciativa de Simón Casas tras la próxima feria de Otoño?

Andrés de Miguel es sociólogo, crítico taurino y presidente provisional de la peña “Los de José y Juan”.