LA PRECUELA DE LA EDAD DE ORO | CÁDIZ

Artículo escrito por Juan Salazar.

La Edad de Oro del toreo marcó una época de la que se sigue hablando, escribiendo, y, utilizando las palabras del maestro Esplá, “nos seguimos calentando en el rescoldo de sus brasas”.

Duró muy poco el enfrentamiento entre José y Juan en los ruedos, apenas seis años y medio que van desde la alternativa de Juan en Madrid, el 16 de octubre de 1913, a los sucesos de Talavera. Además, de ese periodo deberíamos sustraer el año 1918 en el que Juan decidió casarse y permanecer alejado de los ruedos españoles.

Hablar de las 257 tardes en que alternaron juntos sería repetir lo que magníficas plumas han dejado constancia; la tarde del 2 de mayo del 14 con las faenas a “Azuquero” y “Tallealto” o los festejos de la Feria de Abril del 15 o la corrida del Montepío del 17, ¡que recuerdos aquellos! Los que vivieron esas escenas las tuvieron siempre presentes, y los que no las presenciamos, de tanto leerlo, las tenemos grabadas en nuestra cabeza y corazón.

Pero, ¿donde se inició esa rivalidad?

Es conocida la anécdota del primer encuentro de José  y Juan, cuando, en el invierno de 1910, coinciden camino a un tentadero y José ofrece a Juan llevarle a la grupa del caballo.

Y ¿cuál fue el primer coso en el que hicieron el paseíllo juntos?

El lugar y la fecha son indubitados: 22 de agosto de 1912 en Cádiz para matar una novillada… ¡de Miura!

Plaza de Asdrúbal, operativa hasta 1967

¿Plaza de toros en Cádiz? Sí, sí, desgraciadamente los aficionados de la Tacita de Plata en la actualidad se tienen que desplazar al Puerto, Jerez o Sanlúcar para ver toros, pero Cádiz, en su momento, llegó a ser un foco preeminente de la fiesta, compitiendo en crédito con Madrid y Sevilla. Muestra palpable es que, en la primera mitad del siglo XVIII, en esta ciudad es en la que se celebraron más festejos, o que a mediados del siglo siguiente dos figurones de los ruedos, Francisco Montes Paquiro y José Redondo El Chiclanero, habían nacido en la vecina población que reseña el apodo de este último.

Por otro lado, con la libertad de prensa, surgieron innumerables publicaciones y hojas taurinas volanderas, muchas de ellas de cortísima vida y con constantes cambios de nombre. Histórico fue el enfrentamiento en la temporada de 1863, en Cádiz, entre Manuel Díaz Luque, cronista en “El siglo XIX”, que luego pasó a llamarse “El Látigo Tauromáquico” y Víctor Caballero, crítico en “Sancho Panza”, que se convirtió en “Antón Perulero”; se tildaban de ignorantes y majaderos en sus escritos y el conflicto llegó a tal punto que Luque atacó en la calle por la espalda a Víctor Caballero y fue condenado a pagar 1.000 reales. En esos tiempos carentes de medios digitales, éste escribía sus crónicas en verso durante la corrida, toro a toro, y las dejaba caer para que un chiquillo de la imprenta las recogiera en el exterior y se las llevara urgentemente al cajista que las componía; así, cuando el público gaditano salía de la plaza las tenía a su disposición.

Ubicación actual de la antigua plaza de Hoyanca

Cádiz ha sido siempre un lugar muy taurino y mucho más que eso, si nos guiamos por el  doctor Guillermo Boto Arnau, que escribió un libro cuyo título es toda una declaración de intenciones: “Cádiz, origen del toreo a pie (1661-1858)”.

El caso es que este verano, aprovechando mi estancia por la zona, me acerqué a ver los rastros taurinos que allí quedaban.

Cavilando sobre estos asuntos, al pasar por la plaza de San Juan de Dios, antigua plaza de la Corredera en la que ya se celebraban juegos de cañas en 1578, escuché una expresión que me hizo detener:

  • ¡pues no sé si va a estar para hacer el paseíllo!

Dos señores de sienes plateadas hablaban del próximo festejo a celebrar en la vecina localidad de El Puerto de Santa María, donde estaba acartelado Pablo Aguado, quien acaba de sufrir un percance en Gijón. Aprovechando la ocasión les interpelé sobre rincones taurinos de la ciudad y me miraron con cara de extrañeza y una profunda tristeza:

– ¡Aquí ya no queda prácticamente nada!

– Pero la plaza antigua, ¿donde se encontraba? –les pregunté.

– La última, que derribaron hace unos años, se ubicaba en lo que ahora es la plaza de Asdrúbal.

– ¿Y no hubo un coso anterior en el que torearon Gallito y Belmonte?

– Si, creo que esa plaza estaba en el Campo del Sur, detrás de la antigua Cárcel Real.

Bueno, al menos había un par de lugares taurinos que visitar, valiosa opción cuando la alternativa es estar tumbado encima de una toalla, asándote de calor, mientras los niños del vecino te echan arena por la espalda.

Plaza de la Hoyanca

De la última plaza de toros de Cádiz, la inaugurada en 1929, efectivamente no queda rastro taurino alguno; en la actualidad la parcela está llena de edificios y un pequeño parque con zona ajardinada, sin ningún interés para las cuestiones que nos interesan.

La última corrida de toros se celebró el 16 de julio de 1967 con seis toros de Juan Pedro Domecq para Juan Antonio Romero, Paco Camino y El Cordobés; dos días después tuvo lugar una becerrada con “El Bombero Torero” y al día siguiente se echó el cerrojo al coso por ruina técnica. Situada en un barrio con grandes posibilidades urbanísticas, acabó siendo derribada en 1976 y su espacio lo ocupa ahora la plaza de Asdrúbal y edificios colindantes. Por cierto, como atestiguan las fotos, en los años del cierre la plaza estaba abarrotada, con lo que el motivo de acabar con ella no se debió a falta de afición por el espectáculo.

Tras esta corta visita me acerqué a inspeccionar el lugar en la que se encontraba su predecesora, la conocida como Plaza de la Hoyanca. Si hablamos de plazas de toros, en Cádiz se enumeran más de una docena de cosos, pero a mí el que me interesaba era el operativo en 1912.

Debo reconocer que antes del viaje había tratado de localizar el emplazamiento exacto donde se debía encontrar el palenque; la labor no era sencilla, para ello llevaba un par de fotos en sepia del coso en la que se divisaban algunos edificios que me permitirían enmarcar la zona.

Una vez en el destino estuve dando vueltas, hasta que al final encontré la perspectiva que me ayudó a ubicar la plaza. En la actualidad el lugar es el Colegio Público Campo del Sur.

Rebuscando entre papeles, había encontrado que en Cádiz hubo varias “plazas de la Hoyanca” pero la que nos incumbe es la última, que estuvo ofreciendo festejos desde 1862 hasta 1914.

Construida en un tiempo record inferior a un mes, el coso se inauguró en el citado año de 1862, con motivo de la visita de Isabel II, por cierto, en un festejo en el que se tuvo que repetir el paseíllo en el cuarto toro ante la llegada con retraso de su majestad.

La plaza estaba hecha de maderas pero tenía una capacidad importante con un  aforo de más de 11.000 asientos. En este coso, el 6 de septiembre de 1914 fue mortalmente corneado Jaime Ballesteros “Herrerín”, el valiente torero mañico, que polarizó a la afición zaragozana en un duelo de aficionados, con su rival, tocayo de apellido sin ser familiar, Florentino Ballesteros, también fallecido por un astado, pero en este caso en la plaza de Madrid. El toro que hirió a “Herrerín” era “Almejito”, cornada de la que fallecería a los tres días; pertenecía a la ganadería de López Plata, hierro que criaba “alimañas”. Un par de meses después de ese percance, el 1 de noviembre, la plaza echó el cierre y el coso derribado por su propietario. El destino de las maderas que lo soportaban fue tétrico y a la vez romántico, ya que acabaron siendo destinadas a la fabricación de ataúdes, por lo que los restos de numerosos gaditanos reposan entre las maderas de este redondel. ¡No es mal pijama final!

En esta plaza, como hemos indicado con anterioridad, la tarde del 22 de agosto de 1912, hicieron, por primera vez, el paseíllo los novilleros Gallito Chico y Belmonte. El trianero sustituía a Francisco Posadas, cogido el día anterior en Antequera. Algo debían tener estas prometedoras figuras cuando el diario ABC comenzaba su crónica indicando:

“La corrida empieza en medio de gran expectación. Hay un lleno de los que hacen sonreír, a los empresarios. De Sevilla, Jerez y San Fernando han venido muchos aficionados”.

La Correspondencia de España informaba que:

“La corrida empezará hoy más tarde a fin de esperar que cesen los trabajos en los talleres. Los comercios también cerrarán para que la dependencia pueda asistir a la corrida”.

La tarde resultó exitosa; Gallito Chico, según la crónica del ABC, recibió “ovación, oreja y vuelta al anillo” en su primero, “ovación delirante, oreja y prendas de vestir” en su segundo y “palmas” en su último astado. Belmonte “ovación”, “ovación y música” y “palmas”. La Correspondencia de España señala que a Belmonte en su segundo le fue concedida una oreja.

“Los Gallos” tenían muchos seguidores en el gaditano barrio de Santa María, al ser la matriarca, la “Señá Gabriela”, originaria de allí. Años después, otro gaditano, José María Pemán compuso el poema “El sitio de la plaza Vieja”:

«Párate aquí, forastera:

y si tienes una gota

-¡una!- de sangre torera,

coge tu lápiz y anota

que una plaza de madera

hubo en este sitio…

Y que

en esa placita fue,

forastera, donde un día

-gloria de la torería,

que recuerdo todavía

y que nunca olvidaré-

se lució tanto José,

novillero todavía…»

¿Se referiría a aquella tarde o a la del 14 de mayo de 1911, con novillos de Felipe Salas, cuando, por enfermedad de Limeño, por primera vez se encierra Joselito en solitario, cortando tres orejas y teniendo que salir protegido por la autoridad, ante el deseo de los aficionados de abrazarle?

Casa Manteca

Con estas imágenes en la cabeza, el recuerdo a un pasado perdido y la sensación de una ciudad que ha dado la espalda a su historia, me alejé de la zona, con cierta melancolía , que, como decía Víctor Hugo, es el placer de la tristeza.

Arrastrando los pies camino del hotel, en la hora del vermú, seguí los consejos de mi buen amigo José Luis Gutiérrez y me acerqué a la taberna Casa Manteca en pleno barrio de la Viña para quitarme las penas. Una vez dentro del local, mi corazón me dio un vuelco; fotografías y carteles taurinos por doquier adornaban las paredes sin dejar un hueco libre. Aunque sea uno de los últimos reductos mantenido gracias a la afición del torero José Ruiz “Manteca” y de sus hijos, sigue quedando rastro taurino en Cádiz. ¡Todavía hay esperanza!

Juan Salazar es madrileño, licenciado en Farmacia y MBA por el Instituto de Empresa. Abonado a la Plaza de Las Ventas, es miembro de la Unión de Bibliófilos Taurinos, colaborador en la sección taurina de Radio Ya y autor del libro de recuerdos taurinos “Remembranzas Imaginarias; Madrid Museo Taurino Abierto”.

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