El Malentendido

La épica en la fiesta de los toros se basa, en gran parte, en un malentendido. En la idea de que los toros como los Escolares de ayer se pueden torear igual que los toros de noble y bobalicona embestida.

Al ver sufrir a los toreros de ayer para encauzar las embestidas correosas y fieras, se cree que las grandes faenas estáticas de las figuras de turno se consiguen gracias a que sus condiciones y valor son mayores.

Sin poner en duda la capacidad técnica y estética superior de muchas de las grandes figuras, el riesgo que asumen es considerablemente inferior, la penalización por un posible error del torero o por una reacción inesperada del toro de casta implica la posibilidad de la cogida, mientras que el error con el toro noble se paga con la pérdida de estética.

En la existencia de ese riesgo está basada la épica de los toros y mucho creo que también la persistencia de la fiesta de los toros tal como la conocemos.

El público participa del malentendido y silba a los toreros que no se adecúan al nivel estético que se pide con el toro noble. Cambia la épica y cambia la valoración del público. Como decía ayer un viejo torero “Por lo menos en mi época a los que estábamos caninos no nos silbaban”. El respetuoso silencio ante el esfuerzo, aun con febles resultados es una buena señal de comprensión de la épica de los toros, que es lo que a muchos nos sigue llevando a la plaza.

Andrés de Miguel
13 de mayo de 2011


El eterno retorno

La idea del eterno retorno supone que todo vuelve a repetirse tal y como lo hemos vivido. Unido a las creencias de las sociedades agrarias con su repetición cíclica de las estaciones parece apropiado unirlo a la fiesta de los toros con sus ferias anuales.

El mito del eterno retorno despoja a los acontecimientos de su singularidad, de su fugacidad, mientras que la idea de permanencia les puede hacer aparecer como una carga insoportable.

Ese mito del eterno retorno parece alimentar la persistencia de ciertas corridas en el abono en las que sabes de antemano que no va a pasar nada. Toreros con quince años de alternativa que han dejado atrás su condición de promesas (Uceda, Abellán), toreros jóvenes en los que nada permite traslucir que tienen interés por torear con gusto (Pinar), toros procedentes del desecho de una ganadería que compró el desecho de otra que se formó con un desecho de Juan Pedro Domecq.

Aparecen estas corridas como una condena que se repite incesantemente, sin que nada pueda hacer el aficionado salvo escapar de ellas, dedicarse al reparto de saludos con antiguos compañeros de tendido, distribución de plácemes, parabienes, buenos deseos. Pasar lista de altas y bajas que, estas últimas, se prodigan en exceso.

De todo ello no se puede escapar ni aunque finalmente los toros de Vellosino salieran mejor que lo esperado, con un toro bravo, el tercero y otro codicioso, el sexto, que fueron a coincidir en el lote del torero joven para que reafirmara su listado de virtudes (decisión, garra) y dejara patente su concepto del toreo en el que nada permite suponer que tiene un hueco la belleza.

Andrés de Miguel
12 de mayo de 2011


La teoría del hipopótamo

Cuentan aquellos que han ido alguna vez a visitar los animales en la sabana africana, que el más peligroso para el hombre, aquel que más muertes ha causado, no es el orgulloso león, o el encornado rinoceronte, ni el cachazudo elefante, sino el despistado hipopótamo, quien sin desarrollar instintos agresivos, arrolla, sin proponérselo, con su cansino paso o su pausado trote a aquellos que se interponen en su camino.

Los toreros de ayer, quizá por conocer esta teoría nunca se interpusieron en el camino de los mansos Valdefresnos que no encontraron entonces quien les sometiera en los medios ni les dominara en la querencia y anduvieron a su trote, mientras los toreros hacían cábalas sobre como enjaretarles las faenas en series de derechazos que parecen ser la llave del éxito. Todo menos ponerse en su camino, desengañarles y dominarles.

Tejela se encontró con el más bravo del encierro, fino, veleto y recortado, quien acudió dócilmente a su muleta con la que llegó a hacer un pase de las flores pero cambiado, que los especialistas sabrán cual es su nombre, que resultó bello y sorprendente. Templó toreando con todo el cuerpo, que según la teoría que explica Fernando Cámara en http://larazonincorporea.blogspot.com/ es como se consigue expresar la imagen del temple aunque no se ralentice el viaje del toro. Mató tirándose a ello con más fe que calidad, recibió aplausos, salió al tercio, saludó, fuese y no hubo nada.

Andrés de Miguel
11 de mayo de 2011


Cartel Feria de San Isidro 2011

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Cartel Feria de San Isidro 2011


Ave César, los Miura te saludan

Acaso no me haya gustado nunca tanto un pasodoble como en las escalinatas de acceso  Les arenes de Arles frente a la brasserie L’aficion. Cinco bandas de música se relevaban encadenando pasodobles, pasacalles, rancheras y canciones de fiesta mientras con pasos morosos nos encaminábamos a nuestra localidad en el viejo anfiteatro donde apoyamos nuestros pantalones sobre las mismas piedras en las que hace 20 siglos los romanos y galos de la época apoyaban sus túnicas para disponerse a disfrutar con las peleas de gladiadores o los sacrificios de cristianos.

Pues bien la corrida de Miura que cerraba la feria de Arles no era, seguro, comparable, pero tenía ese punto de espectáculo pasional y desusado que llama al interés y que te ayuda a conducir los más de 1000 kilómetros que separan la fiesta de Arles de  la plaza de Las Ventas.

Si el anfiteatro es impresionante por fuera, por dentro le falta ese punto de elegancia que tanto atribuimos al charme francés y que se echa en falta a la hora de rediseñar el espacio interior. Si alguno pensábamos que era francamente difícil decorar un espacio interior de una plaza de toros tan mal como en Las Ventas, debo aceptar que el encargado del coliseo de Arles ha bebido en la misma fuente, quizá solo cambiando las antiestéticas bandera españolas que recubren las barandillas de gradas y andanadas madrileñas por feas pancartas de diferentes clubs y asociaciones de aficionados, que dan ese punto de entusiasmo amable de los aficionados franceses que, por otra parte, hace tan agradable la asistencia a la plaza.

La corrida de Miura salió como acostumbra con unos toros que se paran y otros que no pasan, con ese estilo propio como de alumno muy interesado en aprender que se fija mucho en todo lo de alrededor, pero que no acaba de tener condiciones para el aprendizaje y que se queda espabilado y sin sacar nota, a lo que tampoco ayuda la terna de matadores llamados especialistas que capitaneados por El Fundi, ídolo en la plaza, seguido de Alberto Aguilar y acompañado por el torero local Mehdi Savalli, quien tuvo a su cargo el toro mas bravo, se encargaron de despachar la colección de miureños que si no destacaron por su listeza ni por su bravura tuvieron la suficiente movilidad como para entretener la tarde que, para acabar espectacularmente concluyó con una tormenta a tono con el grandioso edificio que nos albergaba que nos obligó a salir corriendo por las bellas y estrechas calles que rodean el coliseo en busca de refugio como legionarios romanos perseguidos por los galos de Vercingetorix ( o al revés).



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