Me pide Andrés unas líneas sobre los sucedidos de Algeciras, ocurridos los pasados días 28 y 29 de Junio en los que, de una u otra forma, me he visto involucrado. Los sucedidos de marras fueron dos: la presentación en la zona de las Crónicas Volcánicas de Vicente Zabala de la Serna y la tercera corrida de toros de feria en Las Palomas, en la que contendieron mano a mano José Tomás y Miguel Ángel Perera.
El libro de Vicente, que servidor llevaba leído y bien leído, es una joya. Un manojo de cartas de amor a la Fiesta herida, escritas con el ruego de que no se muera nunca. Una expresión cabal de la pasión de Vicente por el toro y el toreo. Y para contar sobre todo ello nos llamaron a Álvaro Núñez Benjumea y a servidor, que escoltamos al autor en presencia del editor, el magistrado Sánchez Magro, quien despejó la plaza con buen tino y donosura.
Abrí turno yo por edad y antigüedad. Y hablé de Vicente, de nuestra amistad, de los premios Biarritz- Bayona, del Paquiro y de la vida. Mi colofón, la frase de las cartas de amor arriba transcrita. Voluntad no me faltó. Acierto, no lo sé. Con cariño, lo hice. Me ovacionaron.
La intervención de Álvaro Benjumea fue colosal. Concluyó que Vicente sabe ver al toro como ellos, como los profesionales. No cupo mayor elogio, viniendo de quien venía. Y lo hizo de corazón. Triunfo de ley.
La asistencia, nutrida y cualificada. Ganaderos toreros, gente del sector. Me alegró que Tomás Campos se acercara a saludarme. Me pareció hombre prudente, serio y que sabe lo que quiere. Al día siguiente, después de la faena de José Tomás a su primero, nos volvimos a encontrar en la plaza. El juicio que me hizo del trasteo del Monstruo fue preciso, sentido, profesional. Elogioso al máximo. Que la suerte te acompañe, Tomás Campos. Me hablaron muy bien de tu tarde de Madrid. A seguir en esa línea. Te mereces lo mejor.
Y de aquí paso a la tarde de San Pedro. Algeciras, a reventar. Sin sitio donde aparcar, donde comer, y casi por donde andar. La reventa, a 1000 € tendido de sombra. Ilusión a raudales. Gentes de toda clase y condición, con las expectativas por las nubes. De medio mundo llegaban unos y otros. El paseo, un clamor. Y el saludo de los toreros, una explosión de júbilo.
Cada torero llevó sus toros. Cuvillos para José Tomás, jandillas para su compañero de cartel. Los seis por encima de lo habitual en la plaza, según dijeron, y los primeros por encima de los segundos. Con mención especial para el quinto, que hubiera pasado, creo yo, en Bilbao.
El primor del toreo de capote de José Tomás al primero no se borrará de las retinas de nadie que sepa de qué va esto en los días de su vida. La faena, un alarde de personalidad, de sapiencia y de cómo remediar la carencia de fuerzas de un toro a la hora de crear una obre de arte. El tercero, simplemente, no sirvió. Y al calafate quinto le endosó José Tomás un faenón que yo creo que se lo dedicó a sí mismo. Técnica para dar y tomar. Valor a espuertas, superlativo.
Las distancias, mínimas y el logro, máximo. No lo mató bien. Pero tanto dio, después de cuanto habíamos visto.
Perera quiso en todo momento dar generosamente cuanto atesora. Anduvo bien en su primero. Inmóvil, quieto como un palo, valiente a más no poder, en el del inmerecido indulto. Y a la altura de la tarde en el sexto, que brindó a José Tomás. La mejor tarde del año, dijeron, del extremeño, que valoró cabalmente cuanto había ocurrido en la jornada triunfal en El Mundo al día siguiente, hablando de independencia y de libertad en tiempos de adocenamiento y de una cierta esclavitud.
Un canto a la libertad recorría la plaza cuando, a noche caída, los dos toreros salían por la puerta grande. La tarde, para recordar. Los ánimos de la afición, por las nubes. El cuándo otra vez, entre interrogantes. Pero yo creo que todos valoramos más la existencia que la frecuencia. El saber que esto se puede repetir basta, quizás, para mantener la ilusión. Así que más vale que nadie nos frustre esa esperanza.
Así lo viví yo. Las reseñas las tenéis en los periódicos. Unánimes en el elogio para los dos toreros. José Tomás como siempre y Perera como nunca, dijo Zabala en su crónica. Servidor se lo firma. De la cruz, a la raya. Y amén.
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Luis Abril Pérez, socio de la peña Taurina “Los de José y Juan”, es un alto ejecutivo que ha sido asesor de los presidentes de BBVA, Banesto, BSCH, Telefónica y ahora Iberdrola. Impulsor y animador del Premio Paquiro, de cuyo jurado fue secretario. Admirador declarado de José Tomás a quién sigue permanentemente y divulga su obra.