La Corona y los toros

Don Juan Carlos, tras abdicar, está mostrando que su presencia en las plazas no era por razones protocolarios, sino por hondos sentimientos como aficionado.

La costumbre de hacer partícipe al pueblo de los motivos de regocijo de la Familia Real es muy antigua. La primera noticia que nos consta de una corrida organizada por la Familia Real tuvo lugar en Ávila en el año 1080. En Sevilla hubo toros el 18 de abril de 1490. Se celebraba la boda de Isabel, la hija de los Reyes Católicos, con Alfonso, primogénito del rey de Portugal. Entonces las corridas Hispalenses se celebraban, generalmente, en la plaza de San Francisco. Otras veces en Gradas, frente al alcázar. Carlos V alanceó un toro -hoy diríamos rejoneó- en Valladolid. No se sabe si por afición o por legítima defensa. Menéndez Pidal parece inclinarse por esta última razón. Cualesquiera que fuera el motivo no deja de ser singular que al rey se le colocará en ese trance tan difícil.

La historia de las corridas de toros no se puede escribir sin su relación con la Corona. Aunque esa relación tenga luces y sombras. Unas veces para prohibirlas como hizo el rey don Carlos III, tan gran monarca en tantas cosas, pero tan influido en la interdicción por los ilustrados; otras, aunque con grandes vacilaciones para impulsarla, como hizo el rey don Fernando VII al crear la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, es verdad que de efímera vida, tres años. Felipe II, aunque no era aficionado, resistió las presiones del Papa San Pío V, quien, en la Bula De Salute Gregis, prohibió la fiesta bajo pena de excomunión. El argumento del rey para no respetar la bula papal fue: “ En cuanto al daño que los toros que se corren hacen, los corregidores e justicias provean y prevengan de manera que aquel se excuse en cuanto se pudiere, y en cuanto del correr de los dichos toros, esto es una antigua y muy general costumbre en estos reinos, e para la quitar, será menester más mirar en ello y así, por ahora no se conviene se haga nada “.

La plaza mayor de Madrid se construye en tiempos de Felipe III y uno de sus principales destinos era celebrar corridas de toros.

María de las Mercedes de Borbón y Orleans

Festejos taurinos y fastos reales.

Es imposible reseñar la cantidad de festejos taurinos que se celebran en el siglo XVII con ocasión de determinados fastos reales. Por ejemplo, en muchas ciudades, con motivo de la boda de Felipe IV con doña Mariana de Austria, o en Sevilla, por haber cumplido 14 años Carlos III. También hubo restricciones. Aunque Felipe V no llegó a prohibir nunca las corridas de toros, sí puso muchos obstáculos a su celebración, invocando, principalmente, razones de tipo económico. 

Pero vamos a recordar testimonios de afición más recientes de miembros de la Familia Real. Uno de ellos es la inauguración del padre de Don Juan Carlos, para nosotros los monárquicos, Juan III, del palco real de la plaza de toros de Ronda. El 19 de mayo de 1785 se inaugura la plaza de toros de Ronda. No asiste a la inauguración el Hermano Mayor de la Maestranza que era, a la sazón, el Infante don Gabriel Antonio, hijo del rey Carlos III y de la Reina María Amalia de Sajonia. El Consejo de Castilla lleva más de quince años, a instancia del conde de Aranda, tratando de suprimir las corridas de toros. Seis meses después de la inauguración de la plaza, por Real Pragmática de 9 de noviembre de 1785, Carlos III, prohíbe la Fiesta de toros. Por todo ello, el festejo inaugural es presidido por el Teniente de Hermano mayor de la Maestranza, Bartolomé Félix de Salvatierra que, obviamente, no ocupa el palco real. El cartel lo integran dos figuras, hoy míticas para nosotros: Pedro Romero y Pepe Hillo. Matan ese día y en el siguiente treinta toros. 

Otra fecha, 16 de septiembre de 1938. El general Queipo de Llano es jefe del Ejército del Sur. El auge de la dictadura es incontestable. No parece prudente, en tales circunstancias, contradecir las órdenes de la autoridad militar. Se va a celebrar un festival patriótico conmemorativo de alguna efeméride de la guerra civil. El general llama a Pablo Atienza, marqués de Salvatierra, Teniente de Hermano mayor de la Maestranza para anunciarle que va a presidir la corrida y que prepare, por tanto, el palco real, a tal efecto. El marqués de Salvatierra sabe que ese palco está destinado al Hermano Mayor y que él, como su vicario, es el responsable de tutelar las tradiciones y reglas de la Real Maestranza. Si estas no se respetan, las maestranzas y muchas otras instituciones pierden su razón de ser. Hay que evitarlo sin una oposición frontal, con astucia. Ordena a unos albañiles, que hacen obras de restauración en la plaza, que quiten el suelo del palco real. Cuando el general llega no puede acceder al mismo y ha de conformarse con ocupar el contiguo de la izquierda, históricamente destinado al corregidor. El fuero de la Maestranza ha quedado indemne.

Una tercera fecha: 7 de septiembre de 1985. Se conmemora el bicentenario de la plaza. la corporación ha rogado a su Hermano Mayor que presida la corrida. Por fin, el palco real, tras dos siglos sin inaugurar, va a ser ocupado por quien tiene títulos más que sobrados para ello: don Juan de Borbón y Battenberg, un día Juan III para muchos españoles, conde de Barcelona, por propia reserva. Don Juan, con su presencia, reparaba la taurofobia de algunos de sus antepasados.

Aficionado convencido y ejemplar.

La afición que, a lo largo de su reinado y en momentos posteriores, está poniendo de relieve don Juan Carlos significa, sin duda, un evidente sostén a la Tauromaquia, tan necesitada del mismo. Sin duda, la afición de don Juan Carlos a los toros tiene su origen en razones ancestrales. Su madre, doña María, condesa de Barcelona, fue una aficionada ejemplar y con predilección currista. Su afición a los toros tiene su reconocimiento en el precioso monumento ecuestre que se alza delante de la sede de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Una vez que don Juan Carlos ha abdicado la responsabilidades como rey de España en su majestad Felipe VI, es evidente que está mostrando que su presencia en las plazas no era por razones protocolarias, sino por hondos sentimientos como aficionado. 

Confiemos en que S.M. Felipe VI, poco a poco, vaya afianzando su afición a los toros para beneficio de la fiesta y, ¡qué caramba!, como le queremos, no queremos que se prive, por desconocimiento, de una de las mayores emociones estéticas que puede depararle la vida.

Artículo escrito por Juan Manuel Albendea Pabón para la Agenda Taurina 2020. Socio de la Peña Taurina “Los de José y Juan”, ha sido Diputado por Sevilla en el Congreso de los Diputados por el Partido Popular en cinco legislaturas, fue Presidente de la Comisión de Cultura que presentó la “Ley para la regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural” en 2013. Anteriormente fue un alto ejecutivo de la banca. Ejerció la crítica taurina en el diario EL PAÍS, con el pseudónimo de Gonzalo Argote.

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