HISTORIA DE MI AFICIÓN: Por Ignacio de Cossío

En primer lugar quisiera agradecer la invitación que desde esta castiza Peña Taurina de Los de José y Juan, su invitación para estar con ustedes hoy con el fin de narrarles algunas vivencias personales y taurinas ciertamente curiosas vividas a lo largo de mi vida como aficionado. Muchas gracias Juan Carlos por tus cariñosas palabras nacidas como no podría ser de otra forma, desde la amistad que nos une generación tras generación como lo son tus muletazos a campo abierto tan llenos de verdad como de entusiasmo.

Me hace verdadera ilusión hablarles de mi afición taurina cuando acabo de recibir el Premio Nacional de la Academia Española de la Radio “A la divulgación taurina”, que al fin y al cabo no es más que un premio al tesón invertido en eso mismo, en mi afición. He de reconocer que los toros fueron algo natural desde mi infancia y no precisamente por la rama de Los Cossío en donde al contrario de lo que podría pensar algún aficionado, no tuve ocasión de conocer a mi tío bisabuelo José María de Cossío, autor del Tratado Técnico e Histórico de Los Toros, conocido popularmente por EL COSSIO, pues falleció cuando apenas contaba yo con cuatro años de edad.

La máxima culpable de mi afición fue sin lugar a dudas mi madre Margarita Pérez de Mendoza, hermana del rejoneador madrileño Josechu Pérez de Mendoza. Ella cada verano nos hacía pasar largas temporadas en el campo, más concretamente en la finca segoviana de Colina, pues no entendía que un niño y mucho más, que un hombre no se forjara de veras si no era asistiendo al encuentro vital con la naturaleza entre toros y caballos. Desde el porche y sentado en el regazo de mi madre contemplábamos absortos todos y cada uno de los entrenamientos que mi tío Josechu realizaba a lomos de Siroco, Relicario, Velázquez o Quo Vadis en la plaza de Colina. Llegué a memorizar todas sus expresiones, todas sus órdenes en un lenguaje salvaje y apasionante que se traducían casi al instante en movimientos y piruetas extraordinarias con los caballos más hermosos que recuerdo.

Fue mi madre la que durante muchos años tras el debut de Josechu en Coca planchaba sus camisas antes de torear. Era ella la que hacía casi diez kilómetros en bicicleta cada tarde hasta el pueblo más cercano para llamar por teléfono y traer las últimas noticias de la corrida del día, ya fuera  Madrid, Bilbao, Pamplona, o Sevilla entre otras.

Lamentablemente, cinco días antes de cumplir los doce años mi madre fallecería de leucemia y todo mi mundo de toros y caballos se desvanecería temporalmente como si de un sueño se tratara.

Cuatro años tardé en reencontrarme con mis raíces. A veces la distancia pone ante nuestros ojos aquello que creíamos olvidado y fue eso precisamente lo que me ocurrió cuando marché a Estados Unidos a hacer bachillerato. En Los Ángeles  escribí lo que podría considerarse mi primer trabajo taurino, un ensayo en inglés con título en español: Los Toros. El texto causó sensación entre los trabajos científicos presentados  aquel año en Northview High School, logrando graduarme con título de alumno de honor.

A mi regreso a España no tenía aún claro qué iba a ser mi vida, y quizás llevado más por la pasión que por la cordura decidí matricularme en la Facultad de Veterinaria de Cáceres. De aquellos cuatros años universitarios rescato mi primer artículo de toros publicado en la Revista del Club Taurino Cacereño más conocida por El Castoreño bajo el título “Salvad al toro”, mis colaboraciones para la Gaceta Regional de Salamanca, Diario Ya de Madrid o la Agencia de Noticias Colpisa; mis tardes como aficionado práctico en  festivales benéficos en Cáceres, Trujillo y Ávila; mis esporádicas  intervenciones en algunas tertulias radiofónicas taurinas en Cáceres comentando la Feria de San Fernando para RNE, Cadena Ser, Antena 3 Radio ; o las Jornadas Taurinas organizadas junto con mi buen amigo Javier Alonso en la Residencia San José. Dichas jornadas tuvieron tanto éxito de público y ponentes que fuimos propuestos para la medalla de oro de la Federación Taurina de Extremadura.

Llegados a este punto tengo que menos que agradecer a Javier Alonso su importante papel en el posterior desarrollo de mi afición. Él fue mi  anfitrión durante largas escapadas a Salamanca para conocer las principales casas ganaderas del campo charro, y un poco de ahí vino la idea de embarcarme en lo que se convirtió  en mi mayor proyecto literario, la biografía del académico de los toros, José María de Cossío y Martínez -Fortún. Dicha obra me  sirvió de pretexto ideal para conocer al protagonista taurino más relevante de mi familia y que de ahí que surgieran algunas anécdotas realmente curiosas y entrañables.

Recuerdo mi primer viaje a la Casona de Tudanca junto al padre de mi presentador de esta tarde, el ganadero salmantino de Carreros Juan Carlos Martín Aparicio. El plan inicial era pasar un par de días, pero nada más llegar una inmensa nevada nos impidió abandonar el valle, teniendo que quedarnos una semana. Semana que dio para mucho, ya que cercados por las montañas, no íbamos a tener más remedio que empaparnos del espíritu de José María de Cossío.

Si existe un lugar en la tierra donde repose tanta letra impresa inmortalizada por los mejores poetas y toreros del mundo, esa es Tudanca, dormida bajo los picos de Europa. Lo más emocionante fue ver un archivo fotográfico de más de quince mil fotografías que nunca vieron la luz en EL COSSIO junto a las cartas y manuscritos de los mejores poetas y escritores de nuestra historia. Allí Juan Carlos y yo hallamos cobijo en la impresionante biblioteca de José María de más de veinte mil volúmenes. Allí podíamos releer los versos y disfrutar de los muletazos de Joselito y Dámaso Alonso, Juan Belmonte y Miguel de Unamuno, Rafael El Gallo y Pedro Salinas, Ignacio Sánchez Mejías y Federico García Lorca, Pepe Luis Vázquez y Gerardo Diego, Antonio Ordóñez y Rafael Alberti, Manolete y Miguel Hernández, Chicuelo y Jorge Guillén … Allí contemplamos las carpetas rojas abarrotadas de carteles y crónicas de José y Juan, los manuscritos del “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” de Lorca, de “La Familia Pascual Duarte” de Cela, de “El Conde Duque de Olivares” o “El Silbo Vulnerado” de Marañón. Allí, sola y llorosa, la talla de la Virgen de la Macarena, ante la que rezara Joselito, legada a Cossío tras su muerte Talavera.

Tras innumerables entrevistas y viajes por las ciudades más relevantes en la vida de José María, me puse manos a la obra con mi libro, y tan orgulloso estaba del producto final que, cuando lo hube terminado alimenté la pretensión de que lo acompañara un prólogo del Nobel Camilo José Cela. Los que consideren que era un osado es que no me conocen lo suficiente.

A través de mis contactos en la radio pude hacerme con el teléfono de su casa de Madrid y no dude en llamarle. Me cogió Marina Mercante como le gustaba decir a mi querido amigo Pepe Hierro, ya podéis imaginar por qué, y ella, tras un riguroso tercer grado me pasó con el escritor. Sin embargo, éste no me dejó mediar palabra. “Mire usted me acaban de poner un marcapasos y estoy terminando mi libro Madera de Boj y no tengo ni cinco minutos para dedicarle a usted”; a lo que yo conteste: “¿Se acuerda usted de un adolescente que quería publicar una novela nada mas terminar la Guerra Civil y fue a visitar a D. José María de Cossío? ¿Se acuerda de que éste  le dio cobijo en su Casona durante varios días y le animó a que escribiera sobre su familia gallega? ¿Se acuerda cómo intercedió incluso con editores amigos para que la Familia Pascual Duarte viera la luz? Ese muchacho gallego que regaló el manuscrito a mi tío de su puño y letra,  era usted, y creo que mi tío le dedicó más de cinco minutos. Buenas tardes y muchas gracias.” Y colgué el teléfono.

Dos años más tarde arrepentido y a modo de disculpa, le envié tres cosas sin carta alguna: Un boceto de mi segundo libro- pues aunque lo firmamos dos autores yo le hice de negro-, una baraja de póquer que ilustró mi tío José María y que sabía era su debilidad y por último una vieja fotografía en blanco y negro, en donde se les veía a ambos abrazados y sonrientes vestidos de smoking a la salida de la Real Academia Española. Tan solo tuve que esperar siete días. Era viernes, recibí una carta en la oficina con el membrete de Iria Flavia y sin sello, pues D. Camilo era Cartero Honorario, que decía lo siguiente: “Sr. Cossío, gracias por todo cuanto me ha ido enviando. La información me ha valido de mucho y la baraja es muy curiosa. Este domingo tendrá usted su sorpresa. Un cordial abrazo. Camilo José Cela”. El domingo en su Tribuna El color de la mañana en el Diario ABC se podía leer:

Carta a un taurino

Mí querido Ignacio de Cossío:

Los aficionados a los toros sabemos que obliga a mucho ser sobrino de quien usted lo es y lucha porque su memoria permanezca viva para mejor loa y prez de la gloriosa fiesta que nos pone a la cabeza del mundo en el más descabellado y artístico entendimiento de la lucha entre la vida y la muerte, esa tragedia vieja como el hombre y que nos lleva, vestidos de sota, caballo y rey de baraja, hasta la linde misma de la mitología.

[ Después de una  exhaustiva valoración del libro y curiosidades del mismo destacaba:]

Me llena de alegría escribir estas breves palabras de saludo para el libro en el usted va a recordamos las mejores faenas de los mejores toreros del último siglo, aunque le advierta a usted que la lista bien pudiera haber sido otra a igualdad de merecimientos. ¿Donde si no, el Niño de la Palma, Cagancho y Marcial Lalanda, para no citar más que maestros y amigos ya idos de entre nosotros?

Alguna vez medio conté, o conté a medias y sin mayores precisiones, que poco antes de empezar la Guerra Civil, Juan Mari Pérez Tabernero, Gregorio Marañón Moya y yo, soñábamos con dejarnos coleta, que entonces todavía no era postiza, tomar la alternativa y probar fortuna en los ruedos; el único que lo logró fue Juan Mari, con su toreo campero y salmantino, que quizá fuera también el único que sabía torear. Ahora al cabo de los setenta años pasados y tras haber conseguido otras metas distantes, hasta encuentro natural que mi nombre no figure en su libro, que tanto tiene de acta notarial del último arte de Cúchares.

[Finalmente remataría la faena al decir:]

Al margen del minúsculo anecdotario propio quiero dejar paladina constancia de que su propósito, no puede ser más noble y por ende más plausible, y me llena de gozo el poder pregonarlo en voz alta. Una reina lo dijo una vez a un cardenal que Dios no paga al fin de cada semana pero paga siempre.

Un abrazo de su lector y amigo. Camilo José Cela, de la Real Academia Española.

Tendría veinticinco años cuando llegué por primera vez al Palacio de Liria. Era sábado había venido desde Sevilla en el tren con el ánimo de entrevistar a la Duquesa de Alba, llamé al timbre y me contestó por el telefonillo Lola, la secretaria personal de la Duquesa de Alba. Sabía que habían pasado más de veinte años desde la muerte de José María en Valladolid y que mi familia nunca más conservaría el contacto, por consiguiente me podía esperar cualquier cosa. Pregunté por la señora y me cerraron, como se dice vulgarmente, con la puerta prácticamente en la cara, argumentando que estaba ocupada y que dejara mi tarjeta en el buzón. ¡Apenas me permitieron dar mi nombre! Pero lo que sí hice fue dejarla una vieja fotografía que pude hacer copia de la Casona en donde aparecía mi tío sentado a las puertas de Las Ventas junto a ella muy sonriente vestida de amazona con espuelas blancas y ni corto ni perezosa se la dediqué en el momento y la deslicé por el buzón. “Querida Duquesa, Cossío vino a verla…” El lunes a primera hora mi padre histérico me llama al teléfono y me dice que donde he estado este fin semana y que venga corriendo a su despacho. Yo le dije que de viaje… y el me contesta airado ¡ Pues tengo a la Duquesa al teléfono y piensa que he sido yo y esto no es posible por que yo a esta señora no he hablado con ella en mi vida! Así que ni corto ni perezoso cogí el teléfono con fuerza y escuche su voz: ¿Fue usted a verme este fin de semana? Le contesté, pues sí señora, quiero entrevistarla para la biografía de mi querido tío José María y apenas me quedan testigos directos. La oí de nuevo ¿Donde está usted? Yo la dije que en Sevilla y ella me contesto: “Pues yo también y que hacía que no iba a verla”. No lo dude llegue a Dueñas y como sería la visita matinal que hasta comí, cené en su casa y me prologó el libro. Fue sencillamente genial y luego me confesó que mi tío era un íntimo de su padre y muy habitual en la casa en Liria ya que cada lunes solía venía a comer por deseo expreso del Duque para contar toda la actualidad literaria, poética y taurina del momento. ¿Se imaginan que historias se pudieron contar en esa casa?

 

De otro Cartero honorario guardo un feliz recuerdo, es de D. Antonio Mingote. Y es que cuando investigué en más del centenar de artículos taurinos publicados en ABC y Blanco y Negro siempre solían estar acompañado por una reseña a plumilla del dibujante catalán. Así que de nuevo me decido a contactarle y me salta un contestador muy original: “Este es el teléfono 91 324 724, si quiere dejar un mensaje, que no me extrañaría… puede hacerlo después del pitido” Antes de terminar de decir mi nombre cogió el teléfono él en persona y me dijo dígame que desea usted saber. Le contesté sin dilación, D. Antonio soy sobrino de su amigo Cossío y precisamente acabo de terminar el libro biográfico suyo y me encantaría que mi libro llevara una caricatura suya dedicada a mi tío. ¿Sería tan amable de hacerme el favor? Hubo un silencio atronador y me replicó. ¡Mire usted le enviaré  un dibujo, que ya somos profesionales! Y así fue en el dibujo de Mingote se nos aparece José María con sus gafas quevedianas, su mascota y fundando un puro, sobre el ala del sombrero un banderillero se dispone a poner un par de banderillas mientras un toro muy astifino se arranca de cerca, junto a esta escena y oculta tras la cinta del sombrero una flamenca que observa el puro encendido de Cossío del que sale el humo dibujando la palabra ¡Olé!

 

Otro regalo fue la entrevista con Rafael Alberti. Sabía de la gran amistad con mi tío José María, hasta el punto de que su tercer libro de poemas titulado “El alba de Ahelí” fue editado privadamente por Cossío en Santander en 1927 y otro de los mejores libros del poeta gaditano fue escrito en Tudanca “Sobre los Ángeles”. Es más Cossío presenta a Alberti, Lorca y Hernández en el Ateneo de Valladolid, pero de nuevo nadie en mi la familia cuidó supo o quiso mantener tan extraordinaria amistad. Localicé el teléfono de la Fundación y la mujer del poeta María Asunción Mateo, me invitó a visitarlo en su casa a la entrada de El Puerto de Santa María bautizada “Ora Marítima”. Allí estaba él en su silla de mimbre pintando palomas y estrellas. Me acerqué y rápidamente se levantó y me dio un abrazo con estas palabras: ¡Hombre Cossío, cuanto tiempo que hacía que no hablábamos! Era evidente que creía hablar con mi tío, le aclaré mi parentesco e iniciamos una de las entrevistas más silenciosas que recuerdo. Yo preguntaba el pintaba y se reía. Al final al despedirme María Asunción me dijo que mientras le entrevistaba, él me estaba haciendo un dibujo con mi nombre y una dedicatoria que a modo de poema final quería que lo llevara en mi libro. Se trató de una actualización de otra que le inspiró su recuerdo en Tudanca.  ¡Imagínense que lujo fue para mí!

 

Desgraciadamente Alberti no pudo ver el libro pues fallecería un mes antes de publicarse y recuerdo a su viuda repetirme en el funeral del poeta en presencia de su hija, que me considerara todo un afortunado pues sólo a mi me escribió el que sería su último poema, su última dedicatoria, pues ya no recordaría otro momento tan lúcido del poeta como aquel, en su ultimo año de vida.

Decía así:

Envío mi adhesión más emocionante al homenaje a nuestro queridísimo José María de Cossío, recordando su gran entusiasmo juvenil y su amistad incomparable, dentro del grupo del 27

“A mi querido José María de Cossío, agente general de mi poesía para España y America del Sur, cazador de leones y matador de toros, te recuerdo en Tudanca agradecido, pese a ser yo , tu siempre indigno amigo”.

La presentación del libro tenía que ser en Madrid,  Sevilla y Santander por ese orden y  así se hizo. Los escenarios fueron primero en el Ateneo de Madrid donde fuera presidente tanto años mi tío junto a la Duquesa de Alba, El Viti, Matías Prats, Manolo Vázquez, Juan Carlos Martín-Aparicio y Rafael Campos de España; segundo la Real Maestranza en el Salón Rojo que por primera vez  excepcional se abrió a una publicación no editada por la propia real corporación junto a Álvaro Domecq, Pepe Luis Vázquez, Curro Romero, Diego Puerta, Paco Camino, Ángel Peralta, vamos casi todo el glorioso toreo vivo. Irrepetible la imagen de Puerta y Camino discutiendo el precio del taxi a su llegada, Curro y Pepe Luis los dos solos de pie en un burladero de la plaza abierta ese día…todo fue que ni soñado. Nunca volverían a coincidir todos a la vez.

La presentación en Santander fue quizás la más emotiva de todas, por un gesto que me hizo cambiar el rumbo con el que venía tras publicar este, mi primer libro. Sin conocerme de nada el solicitadísimo y gran poeta de la Montaña Pepe Hierro, decidió acompañarme para presentar mi primer trabajo en la Casona de Tudanca. Que le hizo tomar esta decisión, aún lo desconozco aunque puedo pensar que aquella carta que le escribí adjuntando una fotocopia con cerca de la veintena de sus primeros poemas manuscritos dedicados a su querido amigo fueron más que suficiente. Así fue, una fría mañana de invierno le recogimos en su casa tras el desaparecido Hotel Bahía de Santander en el coche mi buen amigo Antonio Alaejos y desde allí hasta el valle del Nansa no paró de recitar poemas de sus primeros años. Fue un privilegio escucharle, Antonio y yo no dábamos crédito, recuerdo también que incluso nos hizo parar antes en Carmona para tomar un poco de orujo y queso, como perfecta combinación antes de hablar de libros. Al llegar a Tudanca todo el pueblo nos recibió en la entrada, allí en primer término estaba el Presidente,  el Consejero de Cultura del Gobierno de Cantabria y el Alcalde, nos disponíamos a subir la calle larga que llega a la Casona, cuando en silencio Hierro me cogió del brazo y me apartó de la comitiva. Me miró  a los ojos y me dijo que le gustaría ver a José María primero. Se dio la vuelta, abrió de un cerrojazo el camposanto bautizado como el Corral de los muertos por D. Miguel de Unamuno, que es donde descansa su cuerpo, y arrancando unas margaritas silvestres del campo para depositarlas en la tumba de mi tío me dijo con voz temblorosa por la emoción del momento, ahora podemos presentar tu libro. Fue la mayor lección de humanidad que jamás nadie me dio. Todos, y yo el primero, solo pensamos en el libro,  no en el hombre y en su obra, sólo el poeta, Pepe se acordó de su amigo y compañero. Los políticos al ver semejante secuencia quisieron volver sobre sus pasos perdidos pero ya a estas alturas Pepe Hierro estaba en la solana de la Casona. Fue entonces cuando el Consejero de Cultura queriendo enmendar el error, dijo a todos. Ahora antes de presentar el libro de Ignacio, cedamos la palabra al gran poeta y académico José Hierro que a buen seguro nos hablará de Cossío. Pepe me miró y me guiñó sonriente. Cogió el micrófono y dijo en este día tan bello solo quiero recitar a Gerardo Diego y así lo hizo. Nadie supo el porqué, pero él me confesó en el coche de vuelta a Santander que los políticos quieren imponer siempre a todo el mundo lo que les da la gana y que a él solo le dictaba que hacer o decir su propio corazón. El poema que recitó fue la Elegía a Joselito dedicado por Gerardo a Cossío en la intimidad, de la que sólo sabíamos las dos familias, ese era Pepe Hierro tan grande como su corazón. Nadie ni mi novia entonces me creía que era el mismo Pepe Hierro el que nos estuvo acompañando durante este inolvidable viaje hasta que le pasé al teléfono para que pudiera explicarla en directo los secretos de otro gran poema suyo: Lear King en los claustros que acababa de publicar en su penúltimo libro “Cuaderno de Nueva York”.

A mi regreso de Extremadura me matriculé en Sevilla de periodismo y empiezo a colaborar en la Radio Giralda de Sevilla en el programa “A portagayola” de la mano de Pepe Pineda, todo un personaje picaresco que conocí en la Taberna Ventura del Arenal. Pepe no tenía un solo duro pero fue capaz de mantener un romance con Brigitte Bardot  y a la vez que le abrieran de madrugada las puertas del Palacio Arzobispal haciendo creer a dos americanas que era su aristocrática mansión familiar. Un hombre muy golfo pero con mucha gracia. Éstos solían ser mi debilidad recuerdo su epitafio “Aquí yace Pepe Pineda, ¡cuidado!”. Tarde unos meses en enterarme que al parecer cobraba a los novilleros tras las entrevistas que yo hacía en la radio. Un buen día una de estas jóvenes promesas del toreo sevillano le invité a repetir y el joven me rogó que no era necesario, insistí pues que tras su éxito en la Maestranza entendía que no le dimos el espacio suficiente que se merecía y que estaba obligado moralmente a llamarle y tras una larga conversación, que se extendió desde la emisora hasta un bar cercano con el chico,  me confesó lo del famoso “sobre de Pepe Pineda” que a modo de impuesto revolucionario le hacía pasar “los gastos” que de nuestra entrevista se generaba cada vez que le llamábamos desde la emisora. Nunca supe cuantos casos hubo como este pero ese mismo día dejé la radio y mi amistad con el Sr. Pineda. Días más tarde comencé mi carrera radiofónica en solitario en una emisora ilegal llamada Antena Médica ubicada en el Colegio de Médicos de Sevilla, que por diversos motivos al parecer políticos nunca habían concedido licencia de emisión pero que sí tenía en cambio una cobertura local muy consolidada. El programa lo bauticé como “Trapío” y en él termine mi carrera universitaria. En el mismo año que me licenciaba me fichaba Onda Cero Sevilla para dirigir un programa de toros nuevo “Los toros en la Onda”. El formato fue muy sencillo y a la vez rompedor he de confesar. Huimos de los tópicos del pasodoble y la entrevista sencilla al torero local que era lo que se hacía hasta la fecha. Pues éramos conscientes que teníamos un programa semanal de veinticinco minutos durante todas las semanas del año y todos los años que estuve en Onda Cero. Todos y cada uno de mis compañeros de esa emisora siempre les consideré como parte mi familia. Nunca interrumpí o aplacé la emisión de todos los viernes en la década que estuve al frente. Conectamos desde Isla Mauricio cuando estaba de viaje de novios, conectamos en la tarde del bautizo de mis dos hijos, todas las Ferias de Abril y San Miguel, agostos y diciembres completos estuviera donde estuviese por cuestiones profesionales en el ejerció de mi profesión, siempre conectábamos algunas veces desde Bulgaria, Rumanía, Marruecos, Portugal jamás eludí alguno de mis compromisos y de eso siempre me he sentido también muy orgulloso.

En Onda Cero he tenido la suerte de contar a lo largo de la última década con cinco técnicos muy generosos que me permitían abrir el programa con otro tipo de música alternativa a la convencional: como por ejemplo solíamos abrir con Rolling Stones, AC/ DC, Aerosmith, Pitbul, Bruno Mars, Cristina Aguilera o Canto del Loco por citar solo algunos, esto siempre nos trajo muchas críticas de los sectores más tradicionalistas de los toros. Era consciente que estábamos obligados a mantener una audiencia con seis mil oyentes a lo largo del Valle del Guadalquivir en una franja horaria que venía muy fuerte con Carlos Herrera, los servicios informativos, los deportes en la mañana y por detrás con Julia Otero y Carlos Alsina en la tarde noche. Es decir éramos el queso en un sándwich americano. Teníamos que innovar o morir como así hizo el programa nacional con Mariví Romero en su primera época o Mariví Lorenzo al final, desde entonces cancelaron la programación taurina y todos nos jugábamos el puesto a diario en cada ciudad española.

Hicimos una fórmula que funcionó muy bien, el programa se dividió en tres apartados: uno netamente informativo en donde se narraba toda la actualidad taurina nacional e internacional y se contaba con el protagonista más destacado buscando la máxima figura del toreo. Aún hoy recuerdo y vuelvo a escuchar desde nuestro Canal de Youtube las entrevistas más emocionantes: con Antoñete cuando tuvo su primer becerro herrado, Paco Camino cuando devolvió la medalla de Bellas Artes y opinión sobre la concedida a Rivera Ordóñez que dio la vuelta a España, la sencillez y grandeza de Diego Puerta que vino andando hasta la emisora, Pepe Luis cuando logramos presionar al Ayuntamiento de Sevilla para que repusieran el azulejo desaparecido tras unas obras reforma en el Barrio de San Bernardo y más concretamente en la casa donde nació. Recuerdo que dijo en público: Cossío gracias por tu insistencia radiofónica, ya me puedo quedar ciego lo he visto todo o Paco Ojeda que me regaló el mejor piropo que jamás nadie me dijo tras la entrevista: “da gusto contigo parece que estoy toreando de nuevo, me estoy rompiendo totalmente no recuerdo una entrevista que arrancara tanto los sentimientos como esta, es sin lugar a dudas la entrevista más profunda que he tenido en mi vida”; Curro Romero riéndose a carcajadas cuando hablábamos de los que era para él duende: ¡Que arte tienes Ignacio, me confesó tras la entrevista!; La verdad de Joselito en su retirada, Las lágrimas de rabia de Julio Aparicio recodando a su mujer, a su íntimo Antoñete o el mal gesto que tuvieron de los compañeros de cartel de su hijo tras la gravísima cornada de espejo sufrida en Las Ventas. “Nadie le visitó en el Hospital. Uno se fue a la Puebla y otro a Salteras, mi hijo desfigurado y ellos a sus pueblos a lo suyo, como ha cambiado esto Ignacio, repetía”; Luis Francisco Esplá, al que da gusto escuchar siempre aunque ponga precio a sus palabras, máxime al día siguiente tras su faena gloriosa en Madrid; o el propio Rafael de Paula cuando me confesó como surgió su nombre artístico…

Paula, Paula genio irrepetible. Al parecer fue durante un tentadero en Gómez Cardeña siendo invitado por Juan Belmonte que a la vez era el ganadero de su debut a celebrarse pocos días después en el Puerto de Santa María. Rafael admirador acérrimo del Pasmo se acercó y le rogó que le diera un nombre artístico con el que anunciarse en los carteles. Juan le contestó muy ofendido: usted a que ha venido a hacer aquí a torear o a hablar… Paula en silencio copio el capote y toreo de maravilla seis vacas. Al terminar el tentadero Juan le dijo: Niño tu nombre será Rafaelillo y ya está no se hable más. Eso no sólo no le convenció al torero jerezano sino que se fue hacia mi tío y le preguntó que si le podría aconsejar pues él era académico y algo se le podría ocurrir. Entonces Cossío, según nos contaba el propio Rafael emocionado le preguntó si llevaba algún crucifijo. El torero se extrañó de la pregunta y pensó que esa tarde estaban todos locos. José María se disculpó y matizó: Mire usted todos los amigos gitanos que he tenido desde Gitanillo de Triana, Rafael Albaicín al que apoderé o Cagancho sienten devoción hacia algún Cristo o alguna virgen… El torero se confesó: “Tate, soy hijo de la Tomasa, nací en el Barrio de Santiago de Jerez de la Frontera, pero ya que lo pregunta de mis ocho hermanos el mayor y mi padre se llaman Francisco por San Francisco de Paula un Santo al que tenemos todo en casa una especial devoción. Fue entonces cuando José María le recitó aquello de: “Un hombre que torea como los ángeles no debe enviar a ningún Santo, usted se llamará Rafael de Paula” y con eso se quedó para siempre.

En este primer apartado como se figuran era el encuentro con la esencia misma del toreo aquí conté con la colaboración de treinta y cinco colaboradores en estos veinte años de radio consecutivos, destacando sobremanera entre todas las opiniones las más certeras y luminosas del muy leal Domingo Delgado de la Cámara, el mejor historiador que la fiesta cuenta en la actualidad y mi mayor maestro. Aún recuerdo cuando conocí a Domingo. Fue una mañana en la Biblioteca Nacional de Madrid con motivo de mis innumerables visitas con el fin de solicitar libros taurinos para lectura en sala, para ello solía coger el primer tren de la mañana e irme en el último de la noche de vuelta a Sevilla y recuerdo que siempre que solicitaba un tercer libro la Jefa de la Sección de Catálogos Generales, Doña Emilia me repetía, ese ya lo tiene reservado para el mismo lector de ayer. A la quinta vez que me contesto esto le dije, pero vamos a ver señora… con todos mis respetos hacia usted y a la entidad que usted representa. Este señor es un hijo de su madre, un canalla y un desconsiderado, pues he triplicado mis viajes desde Sevilla en mis últimos meses y se niega a soltar los libros yo creo que los roba porque no es normal, pregunto por u libro y ya lo tiene o está haciendo uso, es un enfermo. Doña Emilia quitándose las gafas lentamente me sonrió y me preguntó: ¿Usted es el Sr Cossío, no? Se lo pregunto por qué ése hijo de su madre, canalla, desconsiderado y enfermo es mi hijo Domingo y precisamente me dijo anoche que ha leído todos sus libros y que era un gran admirador suyo, causalmente esta mañana viene y si le parece bien se lo presento pues está deseando conocerle. Han pasado más de  dos décadas de todo aquello y seguimos conservando una amistad de hermanos. Créanme si les digo que ha sido un honor y toda una satisfacción inolvidable compartir tantas horas de radio juntos.

La segunda parte del programa correspondía a una entrevista mano a mano en profundidad con un personaje ilustre de la sociedad española que sintiera simpatía y respeto al mundo de los toros para que nos aportara nuevas luces y perspectivas de nuestra afición desde la literatura, la política, el periodismo, el deporte, el teatro, la vida social o el cine como fueron: Mario Vargas Llosa, Andrés Amorós, Matías Prats padre e hijo, José María García, Carlos Herrera, Jesús Quintero, Pedro Piqueras, Javier Ares, Pedro Ruiz, Antonio Gala, Alfonso Ussía, Antonio Burgos, Alberto Ruíz Gallardón, Baltasar Garzón, Esperanza Aguirre, Pere Gimferrer, Francis Wolf, Jaime de Armiñán, Teresa Rabal, Vicente del Bosque, Ramón Calderón, Carmen Calvo, Manuel Clavero Arévalo, Luis María Ansón, Carmen Martínez Bordiú, Antonio Burgos, Juan Manuel de Prada, Juan y Medio, Pepín Bello, Alfonso Navalón, Alberto Boadella, Antonio García Barbeito, Agustín Díaz Llanes, entre otros muchos.

Finalmente solíamos terminar con el último apartado dedicado a la naturaleza y la ecología en donde se narraba el estado actual del toro en el campo  como auténtico guardián de la dehesa mediterránea, paraíso y vergel de más de medio millón de hectáreas en la península en donde encontramos a cientos de especies animales y vegetales protegidas o en peligro de extinción como pueden ser: el águila imperial, el lince ibérico, la cigüeña negra, el sapillo partero ibérico, la codorniz torillo, el buitre negro, el palmito o la peonía. El toro jugaba en este apartado como en la vida un papel clave como guardián del último paraíso ibérico, de la última frontera frente a la especulación inmobiliaria, del último oasis de vida salvaje de nuestra España en donde aún permanece el misterio de lo cotidiano frente al balanceo magistral de la vida y la muerte sujeto por un soplo de incertidumbre. Para narrar esta aventura ellos conté con la colaboración de los últimos grandes naturalistas que acompañaron al Dr. Félix Rodríguez de la Fuente como son Carlos Llandres, Miguel Delibes, Josechu Lalanda o la propia Odile Rodríguez de la Fuente para acercarnos la belleza y la evolución de la vida en nuestro país junto a las grandes migraciones, la evolución de las estaciones que nos iban acompañando en el calendario para intentar resolver cada tarde el porqué de todo. Como ven dos décadas de entrevistas, tertulias y experiencias en plazas andaluzas, extremeñas y salmantinas forjaron a este periodista que les habla.

Momentos divertidos he tenido dos muy buenos el primero cuando dedicamos el programa al Carnaval de Cádiz  y a las comparsas y grupos que dedicaron sus actuaciones a los toros. Para el programa especial navideño de hace dos años organice una mesa redonda con José Manuel Soto, José Guerrero “El Yuyu”, Cesar Cadaval “Moranco” y mi primo Selu Cossío. No pude para de reír desde el minuto uno hasta el final con la letra de fondo de los cornudos, casi pierdo la dirección con tanta gracia y arte metido en un estudio.

Otra anécdota de mucha gracia también me sucedió al entrevistar a la sobrina de Rafael El Gallo e hija mayor del gran Ignacio Sánchez Mejías. Un día en Pino Montano mientras se afeitaba le pidió que fuera a comprarle una chaquetilla de color beige para estrenarla en un festival, aunque claro está que la palabra beige no estaba en el vocabulario del gran Rafael.

-¡Piruja, pirujita!

Hazme er favor y vete a la Campana a comprarme una chaquetilla color…color…café con leche.

Y cuando terminó de recorrer María Teresa, el largo pasillo del segundo piso de la casa, replicó Rafael con esa sevillanía inigualable.

- Pirujita, hija mía, por favor no te olvides. ¡Más leche que café!

Una de las experiencias más gratificantes  que he tenido como aficionado fue convencer al Gobierno de Cantabria y a la Junta de Andalucía para realizar un Exposición “Cossío, el mundo taurino y la Generación del 27”. Dos mil doscientos visitantes en veinticinco días, todo un record en Sevilla tuvieron la privilegiada suerte de contemplar 120 piezas  representativas de la Casona de Tudanca en Sevilla desde los manuscritos de el famoso Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías de Lorca, las Chuflillas del niño de la Palma de Rafael Alberti, Fernando Villalón, Gerardo Diego, Vicente Alexander, como del resto de miembros de la Generación del 27, la talla de la Virgen de la Macarena de Joselito que volvía a Sevilla,  grabados originales de la Tauromaquia de Goya, cuadros de Zuloaga, medio centenar de fotografías taurinas con personajes ilustres inéditas, una veintena de carteles taurinos históricos, raros y curiosos pequeños, el despacho completo de mi tío, cabezas de toros y trofeos de maestros de la historia como Joselito, Belmonte, Pepe Luis, Rafael El Gallo, entre otras joyas. Esta exposición fue repetida en Santillana del Mar y Ronda.

Una entrevista difícil y compleja fue la realizada al entonces candidato a la alcaldía en Sevilla, Juan Ignacio Zoido, en plena campaña electoral. Acudió a la entrevista con cinco asesores y muchos folios a posibles preguntas mías para dar buena fe de su afición. Casi me intimidó reconozco pero siempre fui muy crítico con la política basada en promesas incumplidas al sector taurino llevada hasta entonces de su antecesor en el cargo. Al terminar la entrevista supe de inmediato que la política en cualquier bando suele ser el arte de prometer un puente aunque no haya río. Por eso mismo cansado de oír falsas promesas de unos y otros opté por anunciarlo, sufragarlo y colocar junto a mis hijos un azulejo bajo el marco de la última puerta de acceso de sombra sita en el paseo Eduardo Dato frente a los Jardines de la Buhaira en la que reza: “Aquí estuvo La Monumental de Sevilla (1918-1921) Impulsada por Joselito El Gallo, Rey de los toreros. Septiembre de 2012. Centenario de la alternativa de Joselito. Sus Partidarios.

Las última gran satisfacción que me ha permitido la radio, al margen lógicamente de una premio tan deseado como ha resultado ser el Premio Nacional de Radio 2014 en la categoría “A la divulgación de la Tauromaquia en la Radio”, fue colaborar con la Fundación Pequeño Deseo, destinada a cumplir los sueños de niños enfermos menores de quince años en procesos irreversibles, organizándoles una Subasta benéfica las cuatro últimas semanas de mi intervención en la radio en la web de mi programa. Muchas de las personas ilustres que logré entrevistar durante las dos últimas décadas en las ondas e incluso los que nunca me permitieron una sola entrevista después de mucha insistencia se volcaron conmigo y con la causa cediendo artículos personales que a modo de guiño me decían: “no puedo mezclar mi nombre con el mundo del toro pero quiero estar con los niños y demostrarte mi amistad”. Destaco solo algunas de las donaciones más sobresalientes como fue la raqueta personal de torneo Master de Maestros jugado recientemente en Londres firmada de Rafael Nadal, dos muletas dedicadas por José Tomás, los bocetos originales del cartel del 50 aniversario de San Fermín firmados por Rafael Moneo, un capote de Curro Romero, Rafael de Paula y otro de El Juli, un fular de Morante de la Puebla, el sombrero y las espuelas de su última tarde en la Maestranza del rejoneador Ángel Peralta, la camisa y el corbatín de la despedida de Juan Antonio Ruíz Espartaco, el último traje corto de Pepe Luis Vázquez, el pañuelo de Emilio Muñoz que usó en la película de Muerte en Granada junto con Andy García; la camiseta de la Selecciones Nacionales de Fútbol y Baloncesto, el Disco de Platino de David Bisbal, la pluma y bolígrafo de plata de Alfonso Ussía, la corbata de Julio Iglesias, una caja de puros de Carlos Herrera,  o la donación de una oyente agricultor de San José de la Rinconada que nos dio para subastar tres mil kilos de Naranjas y Patatas, fueron claros ejemplos de lo que podemos contribuir todos desde cualquier ámbito de la vida con los más necesitados.

Como han podido ver la fiesta de los toros me ha dado todo lo que tengo y de ella estaré marcado mientras viva por eso me preocupa cada vez más su futuro, máxime tras los últimos acontecimientos de los maestros y los taurinos. Pues ya no son únicamente los políticos quienes escuchan cada vez más a los antitaurinos, por otra parte cada vez mejor organizados y orquestados para boicotear cualquier acción taurina,  sino son los propios profesionales del toro, más directamente los toreros y los empresarios los que no saben limpiar las vergüenzas en casa, dando una imagen de interés puramente mercantilista en detrimento de la profesión que representan. Frente a ellos el gran público y la afición víctima de este escándalo como premio a su lealtad año tras año.

Por todo ello es fundamental estar muy unidos y ser capaces de luchar por nuestros derechos ante adversarios cada vez más fuertes e influyentes. No es momento de comunicados es momento de colaboración mutua en pro de los toros. Por último será necesario ganar la batalla de la televisión, porque desengañémonos todos, y lo dice un hombre de radio: lo que no sale en televisión es como si no existiera. Nos estamos reduciendo a meros guetos en este ciclo de crisis que nos ha tocado vivir.

El arte de los toros es auténtico como la vida misma y se encuentra, pese a la ignorancia de muchos, muy arraigado en el espíritu español. Ya le gustaría a cualquier empresario tener la plaza casi llena la próxima Feria de Abril, venga quien venga, con más de la docena de festejos o Las Ventas con más del doble por San Isidro. Sí que hay un apoyo y una afición, simplemente hay que orientarla y formarla. Es un apoyo casi milagroso, que surge sin que haya apenas medios de comunicación que lo secunden, porque el fútbol es lo que es por los medios que lo publicitan. En los toros, el ser aficionado o el simplemente espectador de festejos taurinos, está mal visto, es de facha, es horrible, ser taurino es sinónimo casi de ser caníbal y a pesar del mal ambiente generado, todos acuden a presenciar una tarde de toros porque nuestro público es de una lealtad extraterrestre.

Sin embargo, esta capacidad de la fiesta para resurgir de sus propias cenizas, no debe confiarnos. La fiesta no puede quedarse estancada, presa de la monotonía que alienta la negligencia de aquellos que la aman. No podemos ni debemos confiar a ciegas en ese misterioso resurgir del arte de una figura en la plaza. Hay que apoyar el toreo, fomentar la afición, no avergonzarse de defender nuestra condición ante políticos complacientes, nacionalistas radicales, foráneos alarmados y ecologistas obtusos- cuando los primeros y más cabales ecologistas, son los ganaderos de bravo.

El triunfo en una tarde de toros es una chispa que enciende un milagro, pero está en nosotros mantener la llama generación tras generación. ¡Ojalá la próxima tarde, el brillo del traje de luces de un torero local, encienda la pasión que la plaza de Las Ventas oculta! Ese tesoro que sólo los mejores merecen. ¡Ojalá! Morante de la Puebla logre mecer la brisa al compás de su capote suave y templado y ver cumplido mi último milagro ver por última vez pisar el ruedo de la Maestranza a mi admirado José Tomás, bajo el recuerdo de su histórica mañana deslumbrante en Nimes. Aquella corrida matinal ha sido sin lugar a dudas la corrida más redonda y más completa que he presenciado como aficionado. Sé que esta opinión tan personal por muchos no es compartida pero para mí así fue. Por ello para terminar quisiera recordar con ustedes lo que de ésta llegué a escribir como homenaje y despedida de una Fiesta de los toros tan hermosa y apasionante que ha cautivado ya para siempre mi vida de aficionado.

“Después de esto me voy. Domingo 16 de septiembre, desde el avión. Ya lo he visto todo, me marcho, abandono la profesión, la radio, la prensa y la televisión. He estado buscando esta faena soñada más de treinta años y me ha llegado el pasado domingo de la mano del emperador del toreo José Tomás. Nadie ni el mismísimo fundador del Imperio de Roma imaginó el glorioso regreso del último Gladiator de la fiesta en la arena francesa. ¡Cómo lo hizo señores, nunca vi nada igual, histórico! El mundo se divide entre los que estuvimos allí y los que no. Créanme si les digo que a punto he estado de hacer todo eso y más después de que su último toro rodara en Nimes por su Feria de la Vendimia, faltó el canto de un duro.

Así se escribió la historia…

Amanece en Avignon, residencia de Papas ilustres y encuentro en el desayuno a nuestro Mario Vargas Llosa, guardián de nuestra literatura en el vaticano de las letras que es la Real Academia. Nos apresuramos en coger un taxi y llegar a un Nimes inundado de carteles, pasodobles y hasta de un gigantesco graffiti con la figura de José Tomás en blanco y negro cubriendo todo un edificio. Se abre el cielo y el viento se detiene al fin, comienza a escribirse la historia bajo la batuta de Simón Casas, el coliseo ruge en pie, cruza la arena Tomás de pizarra y oro y su capote de flores mejicano. Es como si llegase Máximo Décimo Meridio, comandante de los Ejércitos del Norte y general de las Legiones Fénix. Detrás, su artillería más pesada y fiel, dos sobresalientes, un puñado de toreros de plata y los mejores varilargueros de España. Avanza el toreador entre palmas. Suenan trompetas, la acústica es perfecta, cristalina, es la vuelta a Roma y a su eterna gloria. Once orejas, un rabo, indulto del toro y del torero. No se puede torear mejor, aplaude El Juli. Nada faltó, ni sobró de aquella faena matinal, justa, perfecta, medida, exacta como un reloj suizo que no para de andar, como tampoco lo hizo el torero de Galapagar. Todos esperábamos una corrida más fácil, más cómoda incluso afeitada y nos equivocamos, fue seria y exigente y a toda ella la toreó sin concesiones a la galería. José fue apretando el acelerador más y más en cada toro, nadie dimos crédito, fue un milagro a plena luz del día. La faena cumbre de su carrera sin duda, la de Ingrato, toreando con un capote como si fuese un pañuelo de seda suspendido por sólo tres dedos. Llega al natural con el cartuchito de pescao de San Bernardo, el toreo de José Tomás se sostiene por la naturalidad de un héroe, verdadero pedestal de mármol donde se asienta la pureza del toreo ¿Verdad José y Juan? Ahora existen grandes toreros, pero en la cima esta él y después todos los demás. Desarmado recita naturales con la derecha y derechazos con la izquierda, el toro es noble muy noble y de una clase excepcional como los versos de Juan Pedro el viejo “Negro toro, gran guerrero / de terciopelo vestido / y estampa corniveleta de albaceteños cuchillos…”

Cinco estocadas, toreo vertical, de valor puro y personalidad inmensa. Su mejor tarde sin duda y la de todos nosotros, me recuerda Limeño testigo desde el callejón de la efeméride. No era de indulto el toro sino el torero, repito. Los dos toros de Victoriano del Río fueron la cal y la arena de la tarde, con permiso de Ingrato. En ellos, primero y sexto, vi a dos toreros bien distintos. Con el primero hondo, pues mayor hondura no existió en los adornos y en los redondos; y con el segundo sin ceder un centímetro, fue el más difícil y por ende el más angustiosamente bello. ¡Gritan desde las piedras Cataluña, presente!, ¡Francia, también! ¡Mexicanos, cabrones!

En el tercero de Jandilla destapó sus mejores lances navarras, tafalleras, faroles, delantales, gaoneras, serpentinas, chicuelinas, capote a la espalda ¡Qué sé yo! hubo de todo, en este como en los demás, la plaza entusiasmada reconocía resucitado aquel Tomás imbatible de los noventa. Su muleta suspendida en el aire recorría como en un baile todos los salones del coliseo. Un pase de pecho triunfal nos transporta hasta la linde misma de la mitología taurina, llega otra estocada y sale el de El Pilar que no atiende por el izquierdo. José Tomás va cosiendo la faena a base de taparle la cara al toro que no deja de embestir en series eternas siempre en redondo, fue sublime. Rodilla en tierra alarga las últimas notas de su mejor sinfonía a una mano. Qué decir del toro de Parladé, nada que objetar. Su toreo al natural no tiene igual. Crucial el indulto en la capital de la Francia taurina removió el mundo aquel día. Hermosa y honorable estampa de misericordia del diestro frente al toro, que como le ocurriera al invicto gladiador Tigris de la Galia, le condonaron la pena capital.

Los mejores momentos parecían haber terminado, pero aún quedaba tela por cortar…Llegó el quinto de Garcigrande con mucha calidad pero sin fuerzas y poco a poco se fue apagando como una vela, pero ahí seguía José Tomás, fenómeno sociológico de primer orden, fresco como una rosa sin ceder ni un centímetro toreando de frente, de verdad, todo un genio. Con el sexto, el arrimón y la entrega sin reservas, la plaza extasiada, abrumada de tanto arte y valor, se abría en dos y de par en par partía a hombros José Tomás hacia la Puerta de los Cónsules, al grito de ¡Merci, merci!

Gracias José Tomás por volver para quedarte, eres nuestra última esperanza del toreo inmortal. Fue todo un privilegio disfrutar de primera mano la esencia pura del toreo. Los aficionados nunca podremos agradecértelo,  lo suficiente.

He dicho.

 

 

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