La docilidad se busca y se rechaza al tiempo. Para la mayoría de los toreros y muchos aficionados la docilidad del toro, que siga los engaños sin salirse de su trazada es la condición para el toreo moderno. El toro debe embestir y debe hacerlo con largura, entrega y nobleza para mayor diversión del público y satisfacción del torero.
La mayoría de la afición de Madrid no parece compartir esa opinión y así lo manifiesta cada vez que tiene oportunidad. La nobleza debe ir acompañada de la agresividad y por tanto excluir la docilidad, esa es la bravura. Como además no existe un liderazgo claro de la protesta, desaparecida la influencia determinante del tendido 7, aparecen diversos coros de confusos criterios y desagradables expresiones que expresan el malestar con la situación actual sin que se vean las alternativas.
En el ambiente hosco de una corrida remendada tras un llamativo baile de corrales, que ya es casualidad que la ganadería favorita de las figuras venga dos veces seguidas con remiendos a Madrid, Morante estuvo ausente, Manzanares se afligió cuando le protestaron su toreo despegado y Talavante con su toreo de arrebato y anticanónico, se llevó el gato al agua aupado por los aplausos de los más impresionables y la aquiescencia de los que quieren aire fresco.
En una situación de decadencia de las figuras actuales e inconsistencia de los posibles relevos, la apuesta por la docilidad provoca protestas y la casta no aparece en la agenda de prioridades de ningún torero. Nos esperan malos tiempos.
Andrés de Miguel
6 de junio de 2012