“Sueño con una suerte de varas renovada, con una puya de tienta, con caballos móviles y ligeros; con una suerte movida, parecida a la del siglo XVIII, que se picaba al galope… En mi sueño, al toro se le darían cinco, seis, diez, doce ó veinte puyazos. ¿Por qué no?”, me decía el gran aficionado integrista inglés, ya fallecido, Jeff Pledge, siempre interesado en buscar el lucimiento en el toro.
Dicho y hecho, Javier Castaño buscó el espectáculo, en la descastada corrida de Carriquiri, con la suerte de varas en la que, tras ser castigado duramente en la querencia, el manso acudió con presteza al caballo de Titi Sandoval al que llegó en tres arreones, sin que nadie hubiéramos apostado un devaluado euro porque se arrancara desde la distancia y posición en la que lo colocó, con las banderillas en las que Adalid siempre buscó cuadrar en la cara y posteriormente dándole aire al funo en la muleta mientras se movió y arrimándose cuando se paró.
En definitiva era la vieja tesis de Esplá, hacer de la lidia de toros un espectáculo, con la facilidad añadida de que ya no se necesita revelar las viejas películas de Joselito El Gallo, para buscar suertes y modos semiolvidados, clásicos y bellos, basta con ver los vídeos de Esplá.
Andrés de Miguel
30 de mayo de 2012