Lo que me ha resultado más curioso y que creo que marca tendencia en el desarrollo de la fiesta de los toros, es la gran cantidad de toros disfuncionales que hemos visto en las últimas semanas en las que la rutina de vida ha sido cambiada por otra en la que estaba incluida la asistencia por la tarde a los altos del 7. Me explico.
La suerte de varas mide la bravura de los toros, esto es así porque se supone que si un toro acude al caballo de picar desde donde se le castiga, tendrá más posibilidades de acudir a la muleta del matador, puesto que tiene desarrollado el instinto de la acometividad.
Es decir la suerte de varas es funcional, no es un fin en sí misma. Además ha ido desarrollando una manera específica de realizarse que la convierte en más o menos interesante desde el punto de vista del espectáculo, sin perder su función de ahormar el toro para la lidia con muleta y la muerte posterior.
Si la bravura no guarda relación con la acometida al caballo de picar, la suerte de varas tendería a desaparecer puesto que no sería funcional y podría ser sustituida por algún otro mecanismo que en delirantes conversaciones nocturnas definimos como el cajón de picar, en el que el toro entra en un cajón provisto de sensores en los que se anota su fuerza y reacciones y es sangrado de una manera eficaz y aséptica bajo demanda del matador.
La realidad es que los toros que han embestido en la muleta, con brillantez e incluso con codicia, no han tenido tercios de varas brillantes. Para mayor información al respecto les remito a los estupendos artículos diarios de Jose Luis Bautista, con el titulo “El toro es lo importante”.
Los toros bravos más completos han aparecido en las corridas de ganaderías encastadas. Escolar, Cuadri, Peñajara y Flor de Jara han echado toros bravos en los tres tercios, además de permitirnos disfrutar con el espectáculo del toro poderoso. Ninguno de estos toros o novillos han tenido un comportamiento espectacular en la muleta.
Esta disfuncionalidad de los toros plantea unas cuantas incógnitas para los próximos años, como la de saber por dónde va la selección de toros bravos, si los más apreciados son los que permiten un toreo más suave, fluido y elegante en vez de los que propician unos momentos de mayor tensión, de mayor riesgo del torero y de resolución mediante formas necesariamente más ásperas. También sobre el papel de la suerte de varas, puesto que si no va a haber enfrentamiento con el caballo de picar puede haber medios, para sangrar y desengañar al toro, menos arcaicos, como el célebre cajón de picar de las conversaciones nocturnas. La separación mayor aún que la actual entre ganaderías encastadas y comerciales y los toreros que se enfrentan a ellas, puesto que si los toros que sirven para el espectáculo son aquellos que embisten a la muleta independientemente de su bravura o más bien si la bravura que se pide a los toros es la que se expresa en la muleta quizá se esté creando un germen de primera y segunda división taurina. Otros hay como el relacionado con el tipo de lidia que se debe aplicar a los toros y su valoración por parte del público y la consideración de los aficionados clásicos como un reducto de un pasado arcaico sobre los que no me quiero extender, en defensa propia, puesto que quizá tuviéramos que dejar de hablar de toros disfuncionales para hablar de aficionados disfuncionales y por ahí, si que no paso.
Andrés de Miguel
13 de junio de 2011