Una estocada soberana, quizá la mejor y más bella que haya presenciado en mi vida. Con mucha exposición, a favor de la querencia de toriles donde el toro va con más facilidad pero también pesa más, tiene más riesgo. Plena de dominio y belleza. Con tranquilidad, descubriendo bien Manzanares la muerte del bravo toro de Cuvillo que se había ido apagando y dejando los girones de la bravura que había mostrado en el caballo en las nobles embestidas a la muleta.
Mostró Manzanares conocimiento de los terrenos, decisión para irse al toro sin pruebas, compostura, buenas manera y elegancia plástica. Midió bien al toro tanto por la derecha donde le toreó como con la izquierda por donde no encontró el sitio.
La faena fue irremediablemente moderna y por tanto larga. El toro va sometido con el temple y como no tiene agresividad no debe ser dominado. La faena dura lo que permite el motor del toro que se va apagando lentamente, consumiéndose en perseguir una muleta que se le ofrece cual señuelo y no como látigo. No debe resistirse a cambiar su viaje, sino a seguirlo sin obstáculos. La pierna de salida siempre retrasada alarga el pase pero exime a la faena de profundidad y por tanto de belleza aunque sea plenamente estética.
La belleza tiene un componente estético, la plástica y un componente ético, lo que se debe hacer y lo que se debe hacer con un animal bravo es dominarle. Si el animal no tiene agresividad la faena se queda en su mero componente estético. Que no es poco. Ni mucho.
Andrés de Miguel
19 de mayo de 2011