La Fiesta del valor

El valor que a todos los toreros se les supone como en la antigua cartilla militar, necesita un toro bravo  para expresarse y aun así no todos los toreros son valientes de la misma forma.

Talavante es un torero de un valor estático, parece torear con desprecio de sus propio cuerpo y quien sabe si de su propia mente. Se queda quieto y se pasa cerca al toro que embiste en rectitud, remata atrás y vuelve a quedarse quieto. No parece preocuparse mucho de la colocación del toro, si se queda bien continúa la serie, si se queda mal se inventa un pase cambiado o se cambia la muleta de mano para seguir con el otro pitón o lo remata con un airoso pase de pecho. Tampoco se preocupa mucho de su propia colocación que siempre realiza con la pierna retrasada. El conjunto de su faena es impactante, pues no deja reposo al toro, aunque falta de profundidad al no ralentizar el viaje del toro por no hacerle girar alrededor. El toro quería embestir y Talavante le ponía la muleta en todos los terrenos aguantando mucho en todos y cada uno de ellos, primero en los medios a favor de querencia, después en contra, con el toro en la misma boca de riego, más tarde un poco más cerrado, para volver a torear en la boca de riego mientras el toro no paraba de pedir más hasta la estocada aguantando que Talavante realizó con mucha exposición.

La fiesta de los toros es la fiesta del valor y en ello abundó Talavante, es la fiesta del toro y lo ratificó el bravo Ventorrillo y es también la fiesta de la belleza, que sólo asomó sin mostrarse en plenitud entre los vuelos de la muleta.

Andrés de Miguel
18 de mayo de 2011

 

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