El espectáculo es el toro

“Sueño con una suerte de varas renovada, con una puya de tienta, con caballos móviles y ligeros; con una suerte movida, parecida a la del siglo XVIII, que se picaba al galope… En mi sueño, al toro se le darían cinco, seis, diez, doce ó veinte puyazos. ¿Por qué no?”, me decía el gran aficionado integrista inglés, ya fallecido, Jeff Pledge, siempre interesado en buscar el lucimiento en el toro.

Dicho y hecho, Javier Castaño buscó el espectáculo, en  la descastada corrida de Carriquiri, con la suerte de varas en la que, tras ser castigado duramente en la querencia, el manso acudió con presteza al caballo de Titi Sandoval al que llegó en tres arreones, sin que nadie hubiéramos apostado un devaluado euro porque se arrancara desde la distancia y posición en la que lo colocó, con las banderillas en las que Adalid siempre buscó cuadrar en la cara y posteriormente dándole aire al funo en la muleta mientras se movió y arrimándose cuando se paró.

En definitiva era la vieja tesis de Esplá, hacer de la lidia de toros un espectáculo, con la facilidad añadida de que ya no se necesita revelar las viejas películas de Joselito El Gallo, para buscar suertes y modos semiolvidados, clásicos y bellos, basta con ver los vídeos de Esplá.

Andrés de Miguel
30 de mayo de 2012

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¡ALBRICIAS!……………………………

Si anteayer pedía SOCORRO por lo que llevábamos soportando en esta feria, hoy tengo que decir que la Divina Providencia ha venido en nuestro auxilio, y ayer vivimos una jornada estupenda. De los novillos de Guadaira salieron cuatro potables, dos de ellos estupendos, aunque un pelín flojos, pero ello no fue obstáculo para poder, por fin, un TORERO, (novillero pero torero a fin de cuentas).

Bien por Gómez del Pilar. El recuerdo que nos queda de su actuación fue magnífico, primero por su forma de torear, su torería y su disposición, y segundo, por la forma en que enfrentó su compromiso, que es estar como un novillero que viene  Madrid a por todas. Hacía mucho tiempo que no veíamos un novillero tan dispuesto, tan artista, tan variado y tan ansioso de triunfo. Solo falló con la espada (con lo que debe mejorar pues no se puede dejar ir un triunfo así). Su principal defecto con la espada fue no cruzarse con el toro a la hora de perfilarse, pero creo que tiene arreglo, si quiere no volver a perder la oportunidad de puerta grande.

¡Así se viene a Madrid!, con ansias de triunfo y sin conformismo, como estamos acostumbrados a ver. Variado con la capa, llevando al novillo al caballo galleando por chicuelinas, fastuoso con la muleta, con farol con la izquierda (me acordé de El Viti) ligado con uno de pecho larguísimo.

La plaza entera le hubiera dado una oreja del primero y las dos del segundo si no lo hubiera malogrado con la espada.

Por cierto, un “recadito” para el señor Del Moral. El otro día llamó “imbéciles” a los que protestan cuando el torero cita con la muleta en “V”,. embarca con el pico, no se cruza nunca y la pierna de apoyo la retrasa en los pases, pues yo me encuentro entre esos que protestan estas cosas. Bueno, pues habrá podido comprobar que cuando un torero se entrega, se muestra dispuesto y torea bien toda la plaza se pone de acuerdo para ovacionarlo. ¿Estamos?.

Ramón Ramiro.

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La Fiesta de la alegría

Una fiesta, gozosa, entretenida, alegre. Eso debería ser una corrida de toros. Sin duda tiene un componente trágico, de riesgo, incluso de dolor. Pero la fiesta de los toros requiere la aparición del héroe, que burla el riesgo, que sonríe ante el peligro, pues él sabe como engañarlo, como minimizarlo, como hacerlo desaparecer ante los ojos atónitos de los espectadores que sólo ven la belleza.

Pues no han dado ni una. La esperada, por mí al menos, corrida de Baltasar Ibán se resolvió entre largos paseos delante del toro, reflexivas actuaciones, respetos superlativos a unos toros que no se comían a nadie, que dejaban estar, que algunos, señaladamente el tercero, pero también el segundo e incluso los dos del mexicano Spínola seguían dócilmente la muleta del matador.

La corrida se desarrolló al revés con los dos toros más sosos lidiados los dos últimos, pero los cuatro anteriores habían proporcionado argumentos suficientes para una tarde que pudo ser entretenida y se cerró plúmbea. Vistosos quites a cargo de Spínola, toreo de enjundia con la derecha de Serafín y demagogia muleteril de Pinar no fueron argumentos suficientes para transmitir alegría con unos toros que merecieron mejor fortuna.

El rito que la fiesta de toros es, tiene una parte algo repetitiva, pero sin alegría no hay fiesta y la corrida de toros lo es. Respetemos el mito, la tragedia y la seriedad de la corrida de toros, pero por favor con un poco de alegría.

Andrés de Miguel
27 de mayo de 2012


¡SOCORRO¡……………

Llevamos quince corridas de toros en Las Ventas y seguimos sin ver torear ni una sola vez. ¡Ojo¡, digo TOREAR, no dar pases. Pases hemos visto muchísimos, unos pocos dados con buen gusto, acompañando con la cintura el viaje del toro y encajados, pero ¿torear?, yo, por lo menos, no he visto nada más que en contadísimas ocasiones. Todos sabemos que una cosa es torear y otra, muy distinta, dar pases.

Sigo pensando que gran parte de los toreros vienen a desarrollar su faena y les da lo mismo que el toro sea manso, bravo, noble, sin fijeza, con la cara alta, con la cara baja, ¡es igual¡. Hay que dar derechazos, algún natural, cambios de mano (que se han puesto de moda), vengan o no a cuento, los dobles pases de pecho, las manoletinas o bernardinas, todo ello casi siempre sin ningún sentido. ¿Qué le gusta al torero empezar la faena con pase cambiado?, pues se da. Que el toro no se arranca de largo, no importa, el torero se acerca más y listo, la cosa es pegar el pase. ¡ah¡, y al final, las “poncinas”, si, esos pases tan bonitos con que finaliza Enrique Ponce sus faenas, que a él le salen muy bien, pero, ¿a los demás?

Pero …. ¿y los toros?. Han fracasado prácticamente todas las ganaderías, las de “postín” y las que no lo son. No se me diga que los toros una vez embisten y otras no. Han lidiado ganaderías que TODOS sabemos llevan mucho tiempo sin embestir, entonces …… ¿por qué las traen?, y casi todos “galafates”, que torean los económicamente débiles, porque cuando vienen las figuras …………..

Hace muchos años, siendo yo un niño, escuché un día al inolvidable Curro Meloja (esto es para los ya maduros), en su programa Tauromaquia, contestar una pregunta de un oyente. Preguntaba la diferencia entre un matador de toros y un novillero, y Curro Meloja contestó: “muy sencillo, el novillero mata toros y el matador de toros mata novillos, y si es figura, becerros”. Eso ocurría en los años 50, y hoy en muchos casos sigue pasando.

Total no estoy conforme con casi nada de lo que pasa hoy, por eso, grito ¡SOCORRO¡.

Ramón Ramiro.


La Pinza

Hay una esquizofrenia cierta en las corridas de estos toros que, como los Núñez del Cuvillo, tanto gustan a las figuras y demás mandones del escalafón y tanto protesta la afición de Madrid.

Por una parte los aficionados integristas consideran que esos toros son indignos de dicho nombre y por otro los esteticistas afirman que ahí se ve el toreo como un  arte. Unos afirman que desaparecido el riesgo se excluye la emoción y los otros que la belleza excluye el sobresalto.

Luque en su primer toro se vio en medio de dicha esquizofrenia en la que unos le afeaban que el toro no valía nada, mientras que otros le criticaban que no embarcara sus embestidas. Ni la calidad, ni los recursos de Luque le permitieron salir de ese atolladero en el que sólo es posible acallar a unos y contentar a otros, con suficiente poder o con asolerada enjundia.

Claro que no fue el único pillado por la pinza de una afición a la que le costó recibir con una merecida ovación a Castella después de su cogida el jueves anterior y que hizo caso omiso de la presentación como matador del representante de la más larga dinastía torera de la historia, con cuatro generaciones sucesivas de toreros de alternativa confirmada en Madrid.

Si la afición no considera gustosa que entre sus deberes está el respeto al valor de los toreros y a la propia historia de la fiesta, difícilmente se podrá justificar la supuesta diferencia entre público y aficionados.

Andrés de Miguel
24 de mayo de 2012

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El mundo al revés

El arte no puede ser una cosa tan aburrida e insufrible como la corrida de Juan Pedro Domecq. No puede ser una insufrible sucesión de toros de fuerza ínfima y bravura supuesta. No puede ser la justificación de un derechazo abombando el pecho y una verónica rematada de Morante.

La corrida de Juan Pedro está más cerca de los argumentos de las prohibiciones de las corridas, que del arte y la cultura taurina.

En un mundo cuyas imágenes están pobladas del universo de Walt Disney, los toros de ayer podrían ser representados en dibujos animados, uno como un filósofo que no cesa de pensar antes de actuar y que finalmente decide probar con calma que se esconde detrás de los trapos que le enseñan, el otro un resistente pasivo gandhiano, los del final como oscuros colaboracionistas renuentes a actuar y el de más allá como un héroe de los Juegos paralímpicos, pero ninguno de ellos representaría al genuino toro de Disney que sale de los chiqueros resoplando y con cara que mete miedo.

Con semejante material, ni hay arte, ni hay cultura que valga y encima los toreros se pegan por entrar en los carteles donde figuran estos toros y el público por asistir a esas corridas. Lo peor de todo es que no nos pilla de sorpresa porque esto viene siendo así, al menos en los últimos treinta años en los que me responsabilizo de mis recuerdos y si hago caso de mis lecturas, es consustancial a la fiesta de los toros.

Se admiten explicaciones para este fenómeno y mientras alguien nos las da, seguiremos asistiendo con esta desilusión apasionada a la próxima corrida del abono.

Andrés de Miguel
23 de mayo de 2012


Todo tiene su fin

Se acabó el idilio, se acabó la espera, tocó fondo. Se puede expresar de múltiples maneras, pero El Cid selló ayer la desilusión de muchos aficionados. Ahora debemos hablar de El Cid en pasado. Su carrera de tan gratos recuerdos para los aficionados se acabó.

Quizá no pudo remontar desde la cumbre que supuso la corrida de Victorino en Bilbao en 2007 y su triunfo postrero en San Isidro 2008. Debe ser muy duro triunfar siempre con lo más complicado, torear como hábito las divisas que los demás piden para hacer un gesto. Quizá llegue un momento en que la mente se nubla, el valor se escapa, los pies se mueven solos. Donde antes ves los toros claros y el riesgo inexistente, se empiezan a ver los problemas. La muñeca se niega a torcer en el supremo instante del dominio para enroscarse al toro detrás.

Ese momento llegó en la Las Ventas frente al jabonero de Núñez del Cuvillo de 2009, pero nos resistíamos a creerlo. Unos lo negaban, mientras otros esperaban una supuesta resurrección que no se producía.

La corrida de Alcurrucén supuso una doble desilusión para muchos. Al fin de las esperanzas puestas en El Cid como el último representante de un toreo puro, se unió la certeza de que Fandiño no es su sucesor.

Andrés de Miguel
22 de mayo de 2012

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Muchos Argumentos

Me resulta impresionante y me emociona la lucha sin cuartel y sin esperanza de un torero en la plaza. La pelea de Diego Urdiales con el sobrero de Aurelio Hernando, ganadería de incierto origen, casta fiera y bravura inencontrable, transitó por esa tierra de nadie que separa la corrida de toros moderna de la pelea sin cuartel entre el hombre y la fiera.

Allí no había en juego una inexistente faena con un toro que se resistía a embestir, sino algo más profundo. El orgullo de un torero que no le pierde la cara a un toro aunque no haya posibilidad de lucimiento, que está dispuesto a afirmar la supremacía del valor y el conocimiento del hombre frente a la fiereza de una bravura asilvestrada.

A mi entender esa es la verdadera justificación de la corrida de toros. Representar el enfrentamiento victorioso del hombre con las fuerza de la naturaleza que el mismo hombre se ha preocupado por mantener sin domesticar. Simplemente para posibilitar esa manifestación de valor, en algunos momentos de heroísmo y en el mejor de los casos de belleza en el dominio limpio, largo, suave y por tanto bello.

Eso en medio de una corrida llena de argumentos donde Morenito de Aranda presentó sus credenciales de torero valiente y con gusto que no deja de ser una difícil combinación. Los toros de cinco distintas ganaderías presentaron diferentes y gustosos grados de fiereza, casta y mansedumbre e incluso hubo lugar para banderillear con gusto como Luis Carlos Aranda y picar con espectacularidad como el mexicano Meléndez.

Muchos argumentos aunque no sé si suficientes para rellenar más de tres horas de corrida.

Andrés de Miguel
2 de mayo de 2012

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La Panza de la Muleta

La muleta también tiene panza, no sólo pico. Valga de recordatorio. Se suele llamar panza de la muleta a la tela de forma vagamente rectangular que cuelga del estaquillador y el pico la zona sensiblemente triangular uno de cuyos vértices cuelga del extremo de dicho estaquillador.

Como es bien sabido el pico se utiliza para citar al toro más lejos del cuerpo del torero y es una suerte de recurso como tantas que hay en los toros. El uso mayoritario actual entre la torería andante es para marcar a la embestida del toro una circunferencia de radio más amplio que si se lo pasaran cerca del cuerpo y, según los recuerdos básicos de geometría cuanto mayor es el radio de una circunferencia más tiende dicha circunferencia a acercarse a una línea recta. Si a esto añadimos la pierna retrasada del torero el viaje del toro es sensiblemente recto y esa línea sensiblemente recta se marca a considerable distancia del cuerpo del torero. Todo lo cual hace que lo de torear no tenga ni pizca de emoción y sólo queda el interés de saber cuando se cansará el toro de embestir a lo tonto. La verdad es que este interés es escaso, casi asimilable al que nos produce ver una reproducción de la torre Eiffel construida con palillos mondadientes, ante la que sólo cabe expresar un asombro contenido.

Si este escamoteo de la panza de la muleta se hubiera llevado a cabo un día de toros fieros, no digo yo que no se le pueda encontrar justificación, pero delante de los nobles victorianosdelrio que si movían la cabeza de la recta embestida era como haciendo valer sus ancestros para que les respetaran un poco, la cosa carecía de justificación.

La emoción de la belleza sólo apareció en la tremenda estocada de Castella al toro que previamente le propinó un tremendo porrazo. La estocada de la feria, que si quizá estuvo propiciada por una descarga de adrenalina, fue perfecta de exposición, ejecución y velocidad. Un monumento en el que la belleza estuvo unida al riesgo. Lo que nunca ocurre toreando con el pico.

Andrés de Miguel
17 de mayo de 2012

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Voluntad, divino tesoro

La voluntad del torero es la base de la fiesta de los toros. Claro que también tiene que existir el conocimiento, pero ese se le supone a cualquier torero con alternativa, al igual que la destreza, la confianza, la experiencia. Cada torero tiene su bagaje propio pero sin ellas no se puede alcanzar ni la alternativa ni la presencia en los carteles de ferias, más allá de casos singulares.

Ahora bien, la voluntad del torero es el eje sobre el que va a pivotar la existencia misma de la fiesta. La voluntad por ir al toro, por encelarle, por darle las ventajas para que embista y por marcarle el camino con capote y muleta.

Claro que para torear bien la voluntad lleva aparejada la asunción del riesgo y ahí es donde se marcan los límites en tantas ocasiones. Por eso Iván Fandiño me gusta delante del toro porque tiene la voluntad de torear y asume gustoso los riesgos de su voluntad. El toro se podrá llamar a andanas e irse de la suerte como su primero o seguir renuente los vuelos de la muleta como en el que cerró la descastada corrida de El Montecillo, podrá ceñirse por el pitón derecho como fue el caso o vencerse por el izquierdo imposibilitando que fluyera el toreo o podrá esperar la muerte en la suerte contraria donde se la encontró el torero tirándose a ley, aunque la espada cayera desprendida.

La belleza del toreo, del gran toreo, necesita que se junten más factores entre ellos la bravura del  toro y la bella composición del torero pero para reconocer a un torero entregado a su arte basta con el uso que hace de su voluntad, como ayer Iván Fandiño.

Andrés de Miguel
16 de mayo de 2012

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